Puntualizaciones a los comentarios contenidos en los artículos Los segregadores se explican: “El hombre se concentra mejor; la mujer es más sensible” y Wert no excluye un cambio legislativo para que los colegios segregadores reciban ayudas, publicados en 20minutos el 23 de agosto de 2012.
La segregación de las niñas y los niños en la escuela es, siguiendo el diccionario de la Real Academia Española:
- tr. Separar o apartar algo de otra u otras cosas.
- tr. Separar y marginar a una persona o a un grupo de personas por motivos sociales, políticos o culturales.
- tr. Secretar, excretar, expeler.
La segunda acepción deja bien claro que la segregación se basa en motivos sociales, políticos o culturales. El Ministro Wert lo sabe perfectamente, puesto que es sociólogo y conoce la trasmisión de los valores sociales a lo largo del proceso de socialización, y cómo se perpetúan los estereotipos.
Son esos estereotipos los que utilizan los denominados “segregadores” defensores de la separación entre niñas y niños en la escuela. Porque decir que los varones se concentran mejor (en no se sabe bien qué, pues la vida tiene muchas facetas) y las mujeres son más sensibles (como si los hombres no sintieran o lo hicieran defectuosamente) no son más que estereotipos de género que la investigación científica sociológica lleva tiempo demostrando.
María Jesús Rosado Millán , presidenta de la Fundación iS+D, en sus investigaciones sobre la masculinidad, ha llegado a esas conclusiones, las cuales vienen recogidas en en el libro editado por la Fundación iS+D “Los hombres y la construcción de la identidad masculina”, fruto de 6 años de investigación sobre la masculinidad, que fue parte de la tesis doctoral de la autora.
Se nace con un sexo, pero la feminidad y la masculinidad son construcciones sociales, cuya forma actual fue edificada durante las revoluciones neolíticas en las que se descubrió la paternidad, se produjo la sedentarización y con ella el sentimiento de propiedad, al mismo tiempo que la conciencia del poder, como consecuencia de la guerra para defender esas propiedades.
El tipo de organización social resultante de dichas revoluciones es lo que se conoce con el nombre de patriarcado, caracterizado por la dominación masculina y la vertebración de los hombres en una escala piramidal en la que cada peldaño corresponde a una cuota de poder.
Como consecuencia de ello, los hombres se dedicaron a la realización de una serie de funciones, y las mujeres a otras. La dedicación a esas funciones es lo que produce las diferencias por sexo, y no la genética.
Desde entonces las expectativas sociales son diferentes para las mujeres y para los hombres. Es lo que se conoce con el “rol de género”, y es previo al nacimiento del sujeto, pues ya antes de nacer una criatura, se piensa en ella en clave de género.
Eso conlleva modelos educativos diferentes que son interiorizados por los sujetos a través del aprendizaje social y que abarca toda la infancia y gran parte de la adolescencia. Cuando son interiorizados, se convierten en creencias y hábitos tan arraigados que parecen obra de la naturaleza, cuando en realidad son construcciones sociales.
Ésa es la clave de las diferencias existentes entre los sexos. Desde un punto de vista biológico y genético, mujeres y hombres tenemos las mismas capacidades, experimentamos los mismos sentimientos y podemos realizar las mismas funciones.