
La tercera parte de la explicación de ¿Qué hace un sociólogo? por René Martínez Pineda, la primera aquí y la segunda aquí
La información es lo que, al ser factible de reflejarse en nuestra mente en toda su dimensión, significa “algo” para nosotros, lo que nos lleva a lo educativo ¿verdad, Juanito? Así, cuando como sociólogos creemos vivir en la Era del Conocimiento (por disponer de un monto inconmensurable de datos navegando sin veleta en el ciberespacio) estamos siendo estafados por quienes sí poseen información. Por eso es que los sociólogos somos conocedores de conocimiento, no sus productores. Por ser engañados por los datos, seguimos creyendo que existe una “clase media” cuando lo que está presente es una delgadísima y movediza línea de personas que tienen un poco de mejor suerte salarial que la mayoría.
¿Qué tan profundo es –te pregunto, Rabadilla- el abismo que separa a quien gana mil dólares mensuales de quien gana sólo un dólar diario? De novecientos noventa y nueve dólares. ¿Y qué tan profundo es el abismo que separa al dichoso de los mil dólares del que gana doscientos mil? Haz la cuenta y, si quieres, dibuja un gráfico, te sorprenderá su curva. De tal forma que, más que hablar de una “clase media” (que es un concepto ideológico) hay que hablar de un grupo de personas que están en medio de sí mismas; referirse a ellas como los pobres con carro; los pobres con ropa nueva; y, más lapidario aún, como los pobres que no saben que lo son, porque se comparan –en su resignación- con los que no tienen nada, ignorando que están más cerca de ellos que de los que tienen mucho.
Esa preocupación por el dato, o por lo que dijo fulanosky (fíjate que no digo fulano) o, peor aún, por ir de la página a la realidad, ha provocado que el sociólogo salvadoreño meta –a huevos, diría mi abuela- la realidad en la página. El meter la realidad en una página, y no las páginas en la realidad (observa el plural) es una fina excusa de nuestra ineficiencia metodológica, cuando no un escape elegante (conceptualmente hablando) de la responsabilidad histórica que tiene. ¿Cuál es esa responsabilidad? Simple, niña Elba de Castaneda: la de participar en todo lo que ocurre fuera de los libros, para aprender de quienes lo están viviendo junto a nosotros; ser una voz autorizada de los que no tienen voz, lo cual no lo da el título (te lo aclaro para que no pienses que tengo delirios mesiánicos, Héctor) sino que el hecho de ser un artista de lo social en este país (cuya tasa de escolaridad promedio no se matricula en sexto grado) es un privilegio.
La responsabilidad es retomar el papel del sociólogo que no le teme a la realidad porque su estructura social (como su más exacta radiografía) es su objeto de estudio; que aprende del analfabeta puro y del intelectual analfabeta; que prefiere una huella sucia a una palabra limpia; que prefiere el sol al aire acondicionado; que prefiere equivocarse haciendo algo, a ser perfecto porque no hace nada; que entre una foto y un paisaje, opta por el paisaje. Es decir, ser un sociólogo que reconoce el papel comprometido de una carrera que está fundada en eso precisamente: en escuchar la calle y, al hacerlo, deja de ser un sociólogo de papel.
Podrá parecerte duro, Luis, pero recuerda que en todo ello me incluyo yo, que pude ver bien la sociología sólo cuando me alejé de ella, tal como hacen los pintores para evaluar su obra. El alejarse, junto con el leer cosas no propias de la sociología, es lo que me hizo comprender la ubicuidad teórica de una carrera que, lo confieso, nunca concebí encerrada en una oficina y, menos aún, auto-reproduciéndose en tertulias que, como las de los poetas, sólo sirven para auto-elogiarse o para despedazarse. Alejarse de la sociología para hacer sociología podrá parecerte una paradoja descomunal, pero, recuerda que los paradigmas se rompen en los márgenes.
Después de tanto escribir, sólo puedo decirte que el qué hacer del sociólogo está ligado al compromiso que se debe tener con el pueblo, pues, es de sus problemas y agonías que partimos para hacer nuestra labor teórica. Pienso que una de las primeras cosas que como sociólogos debemos hacer es: reinventar el concepto de las “relaciones sociales”, ya que con ello podremos entender la dinámica de la problemática social que, envalentonada, está haciendo mella en las instancias en donde dichas relaciones son el cemento que une la sociedad con la cotidianidad: la familia, la escuela, el trabajo, la lucha de calle, la lucha en general contra un sistema que no sólo nos explota y oprime, sino, también, nos obliga a ver a nuestros hijos agonizar de dengue, neumonía, diarrea y cólera, mientras los políticos comen caviar, en público o en privado, da igual.
En resumen te digo que el papel del sociólogo es reeditar el compromiso que existe entre la teoría social y la vida diaria de miseria que padece la inmensa mayoría de la población, de la cual arranca su objeto de estudio. Y es que, siendo el objeto de estudio la estructura social y ser ésta, a su vez, la instancia más concreta que denuncia la injusticia social a través de la problemática extrema que se ensaña, sobre todo, con los más vulnerables, resulta claro que el papel del sociólogo no sólo es teórico, sino, también, social, en el sentido que la interpretación científica de la sociedad debe llevarnos, primero, a construir una sociología que una lo estructural con lo coyuntural desde la cotidianidad; segundo, a traducir la jerga sociológica en un lenguaje que le sea accesible a quienes sufren las injusticias sociales, pues, es esto lo que le dará pertinencia; y, tercero, a cambiar esa realidad, porque ese es el compromiso histórico que como científicos sociales tenemos.
Bueno, amigo, después de tanta aclaración creo que quedaste peor, y esto se debe a una imbatible razón: el papel del sociólogo debe estar en constante movimiento porque su objeto de estudio no deja de moverse. Creo que ya es hora de que nos bajemos del tren sin olvidar toda la carga de nostalgia que fuimos recogiendo en cada estación, junto a las tortas de elote, riguas y totopostes que compramos por pura nostalgia. Me imagino que después de tremenda confundida, no volverás a pedirle una aclaración a quien, aun siendo sociólogo, no termina de comprender su papel y, por eso, se metió (de atrevido) a escritor. Saludos hasta Barcelona.
René Martínez Pineda Director Escuela de Ciencias Sociales –UES
Fuente: www.diariocolatino.com