Saltar al contenido
Blog de Ciencias Sociales y Sociología | Ssociólogos

La pandemia de la corrupción de José Manuel González de la Cuesta

diciembre 28, 2012

La semana pasada se celebró el Día Internacional contra la Corrupción, y salvo alguna mención esporádica en los medios de comunicación la celebración de ese Día pasó en este país sin pena ni gloria, como si el asunto no fuera con nosotros, lo que delata que somos una sociedad enferma, o en el mejor de los casos víctimas del síndrome del avestruz, es decir, preferimos esconder la cabeza en vez de afrontar los problemas. Será por eso que España sigue estancada en el puesto 31 de la lista de países menos corruptos del  mundo, detrás de Barbados, Bahamas o Qatar, por poner algún ejemplo, según la lista publicada por la ONG Transparencia Internacional, para el año 2011. Un puesto sonrojante, para un país democrático y económicamente avanzado, que traspasado en todos sus estamentos por la corrupción hace oídos sordos a los llamamientos de transparencia que le llegan del mundo y de una parte de la sociedad.

col_7453

Hay tres tipos de corrupción que pueden acabar infectando de tal manera a un país, que luego resulte casi imposible buscarle remedio, salvo que se tenga que recurrir a la cirugía. En un primer lugar estaría la corrupción moral, aquella que es una enfermedad que mina la inteligencia de las personas y las vuelve tolerantes con las corrupción y los corruptos, incluso aceptando que es algo natural y que todos haríamos lo mismo. Este tipo de corrupción es devastadora, pues reduce a los individuos y a la sociedad, por extensión, a la indignidad de la ignorancia consentida, del todo vale si a mí me beneficia, al desorden de la ética y la moral que debe regir en una sociedad de valores democráticos y de libertad. Ya Don Quijote le decía a Sancho Panza, después de su incidente con unos cabreros: “No había la fraude, el engaño  ni  la malicia  mezclándose con la verdad y llaneza. La justicia se estaba en sus propios términos, sin que la osasen turbar ni ofender los del favor y los del intereses que tanto ahora la menoscaban, turban y persiguen.”

Un segundo tipo de corrupción es la económica, que tiene como fin aprovecharse del dinero público, mayormente, pero también del privado, para el beneficio propio. Ladrones de guante blanco, defraudadores fiscales, comisionistas de obra pública, el extendido con IVA o sin IVA, economía sumergida, explotación laboral, dinero negro, etc., constituyen el elenco de corrupciones que habitualmente se producen en España, sin que parezca que  nos preocupa, pero que acaban arrasando la economía del país como una plaga de termitas que todo lo devoran. Hay muchos ejemplos, pero el más paradigmático en estos días es del expresidente de la CEOE, que proclamaba trabajar más y cobrar menos como receta para salir de la crisis, y hoy está en la cárcel por ser uno de los mayores corruptos que ha tenido este país.

Y por último estaría la corrupción política, aquella que considera las instituciones  como un coto privado en el que se puede hacer y deshacer al antojo del político de turno. Algo que si bien ya lo sufrimos en los tiempos de la dictadura de Franco, es absolutamente inadmisible en una democracia. El beneficio económico a través del uso del cargo público; el clientelismo político para obtener alguna dádiva o enchufe, a cambio de una relación que recuerda mucho al vasallaje feudal; el uso de las instituciones del estado: judicatura, medios de comunicación, Parlamento, Ayuntamientos, Ministerios, empresas públicas, etc., para ponerlos al servicio de un Partido, un político o un beneficio económico… toda una serie de despropósitos que han conducido al aumento de la desafección política que está recorriendo España. Volviendo a Cervantes, le decía a Sancho Panza: “Si acaso doblares la vara de la justicia, no sea con el peso de la dádiva, sino con el de la misericordia.”

1.1.

Desgraciadamente estos tres tipos de corrupción traspasan vertical y horizontalmente a la sociedad española, consentidora y en muchos casos muñidora de la corrupción existente en el país, que tiene como máximo exponente la Comunidad Valenciana, aunque otras Comunidades no por tratar de ocultarla con distraimientos políticos no le anden a la zaga. Pero en la Comunidad Valenciana estamos ante un caso que debería estudiarse en las grandes universidades del mundo, como el paradigmático de la corrupción consentida y depredadora de la riqueza y la ética ciudadana. Un Parlamento como las Cortes Valencianas, que tiene en sus escaños casi una docena de diputados procesados en casos de corrupción, dice muy poco de la seriedad de dicha institución. Cuando un Partido Político está minado por la corrupción de muchos de sus líderes, e investigado por presunta financiación ilegal, algo cancerígeno está sucediendo en la política valenciana. Cuando una sociedad sigue votando al Partido que día sí y día también aparece implicado en algún caso de corrupción, es una sociedad enferma y cómplice de la corrupción. Cuando el expresidente de la Comunidad, responsable de la corrupción que ha destruido la riqueza económica de la geografía valenciana imparte clases de ética en la Universidad Católica de Valencia, algo no funciona en la moral pública de esta sociedad. Cuando un expresidente de Diputación, como Carlos Fabra que lo fue de la de Castellón, lleva casi diez años poniendo palos en las ruedas de la carreta de la justicia, para que no se le juzgue por delitos que tienen que ver con la corrupción, algo sucio pasa en la judicatura. Cuando en importantes sectores de la economía valenciana se ha trabajado con porcentajes en negro, estamos ante un gravísimo problema fiscal y económico

Todos son ejemplos que nos llevan a una única conclusión: la tolerancia hacia la corrupción de la sociedad valenciana es altísima y ha tenido como resultado los recortes actuales y el empobrecimiento generalizado. Porque no nos engañemos, la corrupción es letal para la democracia y mortífera para la economía, por esquilmación de los recursos públicos y reducción de los ingresos tributarios por fraude fiscal. Si a esto le añadimos la voluntad política de la derecha valenciana y española de liquidar el estado el bienestar, llegamos a la situación actual. Corrupción, engaño y capitalismo salvaje, un cóctel explosivo que ha empobrecido a la sociedad a lo largo de la historia, y que ahora valencianos y españoles estamos bebiendo.

Post de José Manuel González de la Cuesta, Escritor y Licenciado en Historia por la U.C. de Madrid.