
En China se han agotado las mascarillas y purificadores de aire al dispararse la polución por su insostenible crecimiento económico
Más de tres décadas de imparable crecimiento avalan la capacidad emprendedora de los chinos, capaces de hacer negocios hasta en las circunstancias más adversas. Haciendo de la necesidad virtud, su último filón es la contaminación que asfixia Pekín y el noreste del país desde principios de año, que batió marcas históricas en enero.
Mientras las autoridades recomendaban a los 20 millones de residentesen la capital china no salir a la calle porque el aire fue «peligroso» 24 días de ese mes, algunos avispados aprovechaban para llenarse los bolsillos. Bajo la densa niebla que cubre Pekín como si fuera una película apocalíptica, las mascarillas y los purificadores del aire para el hogar se han convertido en los artículos más demandados.
Cada día se han despachado más de 100.000 máscaras protectoras sólo en Pekín y, según Taobao, el mayor portal chino de ventas por internet, su búsqueda subió en enero un 5,304% con respecto al mes anterior. «Lo siento, se nos han agotado todas las existencias. Pero dénos su número de teléfono y le llamaremos cuando volvamos a recibirlas dentro de dos semanas», nos explica la dependienta de la tienda Torana en el distrito financiero de Pekín, que comercializa unas máscaras especiales con filtros depuradores que cuestan 200 yuanes (24 euros).
Además, dicho establecimiento ofrece unos purificadores de la marca sueca Blue Air que cuestan desde 1.888 yuanes (226 euros), para un cuarto de diez metros cuadrados, hasta los de 10.782 yuanes (1.290 euros), que valen para una habitación de 65 metros cuadrados. Junto a ellos, sus estanterías también lucen humificadores Oskar a un precio de 2.198 yuanes (263 euros) y filtros de agua Equator para el fregadero y la ducha por 2.898 yuanes (347 euros). De momento, la mayoría de dichos aparatos son extranjeros porque su tecnología es mucho más sofisticada que la nacional, pero las fábricas chinas están ansiosas por entrar en tan boyante mercado.
Todo con tal de reducir la polución y, muy especialmente, las partículas tóxicas inferiores a 2,5 micras de diámetro (PM 2,5), que proceden del humo de las fábricas y los tubos de escape y son tan diminutas que se cuelan en los pulmones, provocando tumores y enfermedades respiratorias. Sobrepasando 35 veces el límite de seguridad fijado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que es de 25 microgramos por metro cúbico, el medidor de la Embajada de Estados Unidos en Pekín llegó a registrar hasta 886 microgramos de tales partículas a mediados de enero. Al igual que en otras megalópolis del país, como Shanghái, Cantón (Guangzhou) y Chengdu, la contaminación del aire en la capital suele oscilar entre niveles dañinos para la salud hasta registros que superan los índices. Tal y como confirmó el «Diario del Pueblo», portavoz del Partido Comunista, el norte de China está sufriendo este invierno el aire más sucio desde 1954.
Latas de aire fresco
Con el fin de alertar sobre este riesgo para la salud, Cheng Guangbiao, un magnate de 44 años que ha amasado una fortuna de 550 millones de euros con el reciclaje, ha puesto a la venta latas envasadas con aire fresco procedente de provincias del oeste menos industrializadas y sin contaminación, como la remota región musulmana de Xinjiang. Los cinco yuanes (cinco céntimos de euro) que cuestan dichas latas, que dona a la beneficencia, no le ayudarán a engordar su patrimonio, pero al menos seguirán promocionando su imagen como filántropo concienciado por los graves problemas ecológicos que sufre el gigante asiático.
«Quiero decirle a las autoridades y a los jefes de las grandes compañías que no persigan sólo el crecimiento ni mayores beneficios a expensas de nuestros hijos y nietos y a costa de sacrificar nuestro medioambiente», alertó Chen Guangbiao en una comparecencia ante los medios en las calles de Pekín. Gracias a iniciativas como ésta, se ha convertido en un empresario tan popular que ya cuenta con más de cuatro millones de seguidores en Weibo, la copia china del censurado Twitter.
Pero la polución, que para algunos es un buen negocio, supone en realidad una pesada rémora para el crecimiento chino. Debido a los alarmantes niveles de contaminación alcanzados este invierno, el Gobierno se vio obligado a cerrar temporalmente más de un centenar de fábricas alrededor de Pekín y a dejar en la cochera un tercio de sus vehículos oficiales. Algunos expertos calculan que la polución ya le cuesta a China un 10% de su Producto Interior Bruto (PIB) y supondrá un serio lastre para el futuro por el incremento de los gastos sanitarios. Porque, aunque ahora sea rentable para algunos, la contaminación es un mal negocio que a la larga sale muy caro.
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