
Esta va a ser la primera de varias entregas dedicadas a esta cuestión que considero de gran relevancia para entender que los cambios de fundamentación del sistema en el que vivimos es posible. Artículo de Esteban Romero.
Nuestra sociedad occidental es una de las pocas civilizaciones que ha tenido, en su desenvolvimiento, un proceso interno de deslegitimación. Occidente comienza su andadura histórica como Cristiandad, y nace allá por los primeros siglos de nuestra era, en el espacio del Imperio Romano, desarrollado a expensas de Roma y cuando ésta cae, la crisálida levanta el vuelo, quedando convertida en una multiplicidad de reinos bárbaros comenzando así su vida histórica.
El cristianismo forma y modela a esos salvajes pueblos, que han invadido el viejo Imperio, y crea con ellos, y con los restos romanos, una civilización cristiana. Pasan los siglos, y aquella sociedad se extiende, conquistando y cristianizando a vikingos, irlandeses, sajones, magiares y eslavos, pero a diferencia de casi todas las demás, comienza a cuestionarse a sí misma, y esto desde la Edad Media, son muy pocas las civilizaciones que se han cuestionado. Nosotros somos hijos de una de ellas. Y es que, en el seno mismo de la Iglesia, surgen hombres, monjes, que comienzan a poner en cuestión las estructuras básicas de la sociedad en la viven y de la que son una parte esencial, lo cuál resulta cuanto menos sorprendente. Estos hombres, eran estudiosos de los clásicos griegos y latinos, y recibían el nombre genérico de clérigos, que en ese momento significaba letrados, cultos, hombres de letras, sabios. He aquí, cómo unos clérigos fueron los primeros anticlericales. Entendiendo anticlericales en el sentido moderno de opuestos a la Iglesia. No podía ser de otra forma, ya que ellos eran los únicos que sabían leer y escribir en aquellos tenebrosos tiempos. Ni los nobles guerreros, ni los reyes o emperadores perdían el tiempo en esos menesteres. Y muchísimo menos el pueblo llano, empobrecido e ignorante. De todos es sabido los esfuerzos, que el emperador Carlomagno hizo a lo largo de toda su vida por aprender a leer, sin conseguirlo del todo. Y a escribir ni lo intentó, y esto siguió siendo así durante muchos siglos, durante toda la Alta Edad Media, como mínimo. Leer era cosa de los clérigos, gente débil y poco dada al ejercicio de las armas. En resumen leer era casi privativo de una clase de gentes. Luego sólo los clérigos podían cuestionar intelectualmente los principios en que se basaba la civilización cristiana.
Lo extraño era que lo hicieran. ¿Por qué lo hicieron? Lo desconocemos, o al menos no hay aún una teoría clara al respecto. Si ellos formaban parte del entramado legitimador de la sociedad en la que vivían, ¿Cómo podían oponerse a sí mismos? ¿Qué extraña fuerza les impulsaba en esa dirección? Nadie lo sabe, pero el caso es que de entre las filas de los clérigos cristianos, surge, poco a poco, una especie de élite de escritores insatisfechos con la sociedad en la que viven, y a la que ponen en entredicho. Uno de los más conocidos fue Guillermo de Ockham, un monje inglés del siglo XIV. El inventor del nominalismo (doctrina filosófica según la cual los universales o conceptos generales son simples términos abstractos que designan conjuntos más o menos vastos de realidades individuales). Lo que este pensador hace es genial. Rompe la unidad de filosofía y teología que tan trabajosamente había elaborado Santo Tomás, y las separa, dando lugar, de golpe, al mundo moderno.
Y es que el Santo de Aquino había conseguido cristianizar a Aristóteles, había conseguido hacer a la filosofía griega aprovechable para la sociedad cristiana. De esa manera la cultura clásica podía verterse en el seno de la opaca, oscura, ignorante y pobrísima sociedad de Europa sin poner en cuestión sus principios. La Cristiandad Europea podía así ser culta, sin dejar de ser cristiana. Era toda una proeza. Los manuscritos clásicos no dañarían la fe del pueblo cristiano.
Pero esa síntesis, ese equilibrio, se rompe con Ockham. Y lo más curioso es que los clérigos de ese tiempo apoyan a Ockham contra Tomás. ¿Por qué? Todo este proceso está envuelto en la más extraña de las paradojas. Se asiste a una sorprendente pirueta mental. Toda la intelectualidad de una determinada sociedad se pone en contra de los principios en los que vive. Y se lanza a buscar otros.
¿No les parece que nos encontremos en una situación muy similar a la de aquellos monjes?