
Los analistas vienen sosteniendo desde hace años que la tendencia a utilizar las encuestas sociopolíticas como instrumento de disuasión y manipulación acabará llevando a desprestigiar dichos elementos de información y análisis. Lo que está ocurriendo en España es un ejemplo del grado de degradación analítica que puede producirse al servicio de intereses concretos. Con el efecto de convertir las Encuestas Sociológicas en una especie de fuego del pim-pam-pum, donde todo vale y donde no hay reglas, ni metodologías rigurosas, ni, a veces, el más mínimo respeto a la realidad.
En un acto reciente celebrado en el Colegio de Licenciados en Ciencias Políticas y Sociología me atreví a instar al Decano de dicho Colegio y a otros miembros de la Junta Directiva allí presentes a emprender iniciativas correctoras en este sentido, como normalmente ocurre con otros Colegios profesionales que se ocupan de velar por el buen nombre y el correcto proceder de los profesionales de su campo. Por ejemplo, el Colegio de Médicos no toleraría, bajo ningún concepto, que cualquier curandero o avispado compareciera en los medios de comunicación social anunciando supuestos descubrimientos científicos, o remedios curativos, o índices de salud/enfermedad de la población española, sin ningún fundamento científico reconocido o, al menos, identificable y que pueda ser conocido en sus diversos detalles técnicos.
Sin embargo, procederes claramente acientíficos se están dando en el campo de la Sociología un día sí y otro también, alentados por propósitos políticos concretos y por el morbo hacia lo llamativo que propician -y acogen- no pocos medios de comunicación social, que no se detienen a considerar cuánto hay de verdad, o de mínimamente riguroso, en lo que reproducen y amplifican.
A veces, es imposible no sentir perplejidad cuando comprobamos que, a partir de datos muy endebles y no explicados científicamente, algunos se atreven a proclamar solemnemente conclusiones de enorme alcance, del tipo de: “¡Se ha acabado el bipartidismo en España!”, o “¡Rubalcaba se hunde en las Encuestas!”. Obviamente, cuando las conclusiones son de este tenor no es difícil adivinar qué se pretende realmente.
Lo peor es que, en ocasiones, cuando uno se molesta en despiezar un poco los propios datos con los que se construyen conclusiones tan radicales, comprueba que las cosas son más complejas. Por ejemplo, a veces resulta que el Partido al que se da por gran perdedor (generalmente el PSOE) “desciende” en sus datos cinco o seis veces menos que el partido al que se da -aún- como ganador, aunque por escaso margen -¡cómo no, el PP!-. Otras veces, las cosas son más llamativas, por ejemplo, cuando el partido al que con tanto empeño se quiere dar como perdedor obtiene en realidad más “voto primario” que los demás partidos políticos. Lo cual hace que los calificados como procesos de “cocina” -¡menuda palabreja!- resulten más imaginativos y creativos que los trucos de algunos de esos cocineros de fusión que al final te ponen en los platos resultantes que no es fácil saber muy bien de dónde han salido.
En esta perspectiva, el linchamiento al que algunos medios y sociólogos quieren someter a Pérez Rubalcaba se está convirtiendo en un despropósito analítico y, desde luego, moral y político. ¡No saben algunos lo mucho que se echará en falta a Rubalcaba si determinados lidericidas y grupos de interés se acaban saliendo con la suya!
La presión mediática a la que se está sometiendo al actual Secretario General del PSOE es una verdadera vergüenza para la buena salud de la vida política española, vergüenza que no hace sino abundar en un terreno que ya han conocido y padecido otros líderes del PSOE, sobre todo a partir de finales de la década de los años ochenta. Lo cual es una afrenta para la autonomía funcional de uno de los partidos clave en la democracia española actual, que está produciendo una erosión objetiva y que arroja demasiadas sombras sobre la transparencia de nuestro sistema político y sobre el papel que juegan tras las bambalinas algunos grupos de poder. Tema de un enorme interés informativo, sobre el que convendría impulsar un buen programa de tesis doctorales que arrojaran luz sobre lo que ha sucedido y está sucediendo.
Personalmente, estoy entre los que piensan que cuanto más desmedidos sean los ataques y las descalificaciones interesadas que se hacen a determinados líderes políticos, mayores pueden ser las garantías que tenemos los ciudadanos de que esos líderes están dispuestos a actuar con autonomía y con la disposición necesaria para servir más leal y verazmente los intereses de los sectores sociales que representan y el propio criterio del bien común. Por eso, es importante mantener la frialdad analítica y la capacidad propia de juicio, previniéndonos inteligentemente de las campañas de intoxicación y manipulación. Aunque soy consciente de que todo esto es bastante difícil en las sociedades hipermediáticas en las que vivimos.
Pero, en esta ocasión mi propósito no es adentrarme en estos territorios, sino mostrar mi perplejidad ante las escasas reacciones que se producen entre los buenos profesionales de la Sociología ante la proliferación de “Encuestas-basura” y ante la escasa información que se proporciona a los ciudadanos sobre las características técnicas de algunos de estossubproductos, en los que no existen las más elementales garantías estadísticas de muestreo representativo, de rigor y objetividad en la selección de los entrevistados, ni en la prevención de los sesgos de las preguntas y la falta de garantías de imparcialidad y fiabilidad en la presentación e interpretación de los datos.
Sé que son muchos los sociólogos rigurosos que están indignados y que son conscientes de que por este camino la Sociología está abocada a un desprestigio progresivo. Pero, en tiempos como los que corren no basta con refunfuñar y quejarse en privado, sino que hay que estar dispuestos a dar la cara y decir bien alto y claro lo que se piensa, planteando soluciones técnicas que permitan recuperar los niveles mínimos exigibles de rigor y profesionalidad.
Mientras esto no ocurra, algunos subproductos continuarán presentándose impunemente ante la opinión pública como auténticas Encuestas, mientras que los sesgos selectivos y de interpretación darán lugar a que, cada vez más, las encuestas que se difundan en unos y otros medios sean más divergentes entre sí, según el color político y los intereses de cada cual. Por no hablar del sinsentido que suponen muchas veces las encuestas postelectorales a pie de urna, que con el propósito atropellado de intentar presentar “resultados electorales” (?) dos o tres minutos después de cerrarse las urnas, a veces dan lugar a patinazos considerables.
En todo esto nos jugamos también que un país pueda ser tenido por mínimamente serio y digno de respeto.
José Félix Tezanos, visto en sistemadigital.es