España. Un país del sur de Europa que sufrió la precuela de la II Guerra Mundial en sus carnes: la Guerra Civil de 1936 a 1939. La victoria del bando rebelde, apoyado por los ejércitos fascistas de Hitler y Mussolini, dio lugar a una dictadura proto-fascista que perduró hasta 1975.
Durante todos estos años de dictadura, España permaneció aislada de la mayoría de países occidentales como castigo a su gobierno por haber sido aliado del bando fascista. Esto tuvo como consecuencia que el país no se beneficiase de la inmensa mayoría de los avances tecnológicos, económicos, sociales, culturales y políticos que se dieron durante la época en el resto de países occidentales. La dictadura impidió que el país pudiese prosperar al mismo ritmo que la mayoría de países europeos.
Para cuando la democracia se instaura en el país, en 1978, la economía española se encuentra en niveles mucho más bajos que los de sus vecinos europeos. Su sector agrícola es muy precario, la industria se encuentra muy atrasada y es poco productiva y competitiva, y su sector terciario es poco importante y adolece de grandes carencias. Cuando España se incorpora a la Comunidad Económica Europea en 1986, las características mencionadas le impedirán competir al mismo nivel que el resto de países comunitarios.
Ello hará que la ya de por sí reducida y atrasada industria se vea todavía más perjudicada, al no poder ofrecer productos de elevada gama tecnológica al resto de países socios. Las élites económicas españolas, al no poder competir con la mayoría de los productos industriales europeos, se verán empujadas a dedicar sus esfuerzos al turismo, la construcción y la banca. Como resultado, el sector industrial español se debilitará hasta niveles mínimos, mientras que los sectores de la construcción y del turismo cobrarán una importancia sobresaliente. Las tesis económicas imperantes en la Unión Europea instaban a que cada país se especializase en lo que fuese más competitivo, y así lo hizo progresivamente España.
La creación del euro en 2002 situó un nuevo punto de inflexión en la dinámica económica española: con la nueva moneda en España resultaba mucho más barato comprar productos a países que antes tenían monedas mucho más fuertes que la peseta, como Alemania o Francia.
Este hecho conllevó un aumento de las exportaciones de los países de la zona euro con mejores productos industriales, como Alemania, Francia, Países Bajos, Austria, etc; lo cual los benefició claramente ya que significaba una entrada de renta desde el exterior. De esta forma, los países con sectores industriales más fuertes (los del centro de la Unión Europea) mejoraron su posición económica a costa de empeorar la de los países con menor desarrollo industrial (los de la periferia de la Unión Europea: España, Grecia, Portugal, Italia…).
Pero si en los países de la periferia europea, como España, se compraban al exterior más productos de los que producían en su territorio, de algún sitio tenía que salir el dinero necesario para realizar esas compras. Y ese dinero venía canalizado por los bancos centroeuropeos a través de préstamos, primero a los bancos españoles y luego éstos a las familias y empresas españolas. Es decir, el dinero que obtenían las empresas centroeuropeas con la venta de sus productos al sur de Europa en su mayoría era depositado en los bancos centroeuropeos, que a su vez lo prestaban a los bancos españoles, y éstos a las familias y empresas de la periferia europea para que lo utilizaran en parte para comprar los productos manufacturados del centro de Europa.
Se cerraba así un circuito de flujos de productos y de dinero que en última instancia beneficiaba a las empresas exportadoras y a los bancos del centro de Europa, mientras empeoraba la situación de las economías periféricas, puesto que aumentaban sin parar su endeudamiento. Esto fue posible porque la moneda única permitía que a los países del sur de Europa les saliese más barato pedir dinero prestado que cuando no tenían euros en sus manos.
Este dinero que entraba rápidamente y fácilmente en territorio español podría haberse destinado a proyectos económicos provechosos. Pero a las élites económicas españolas les salía más rentable invertirlo en el sector de la construcción que en otros sectores económicos más productivos y útiles, ya que la burbuja inmobiliaria que se originó daba excelentes frutos a corto plazo. No sólo era más rentable invertirlo en el sector de la construcción que en otros sectores industriales, sino que las tesis económicas europeas abogaban porque cada país se especializase en lo que era más competitivo; así que la sobreinversión en el sector de la construcción fue aplaudida no sólo por los dirigentes españoles, sino también por los europeos.
La diferencia que existe entre la especialización de un país en la industria manufacturera o en la construcción es clara. Construir una fábrica para que produzca automóviles o aviones (como Alemania) estará generando frutos económicos mientras dure el negocio. Construir un edificio para vivir luego en él (como España) sólo genera beneficios durante el proceso de construcción; una vez llevada a cabo la construcción, los inmuebles residenciales no generan riqueza.
La inversión en la construcción generaba beneficios porque los edificios que se construían luego se vendían a un precio superior, y así sucesivamente. Esta actividad daría sus frutos siempre que el proceso no parase. Pero todas las burbujas económicas siempre estallan. Es una ley universal; no existe una burbuja económica desde los primeros días de la civilización humana que no haya terminado por explotar. Y esto es lo que ocurrió en España en 2008, cuando la crisis financiera mundial se propagó hasta el territorio español e impidió que llegase más crédito.
Con el estallido de la crisis las empresas promotoras e inmobiliarias que poseían viviendas ya no podían venderlas para obtener beneficios, puesto que la gente no estaba dispuesta a comprarlas a un precio tan elevado. Gracias a la legislación española estas empresas pudieron desprenderse de las viviendas cediéndoselas a los bancos españoles, con lo cual la banca española acabó repleta de inmuebles que no se podían vender y que sólo generaban costes. Un problema de enorme envergadura para la banca, que tenía enormes deudas con los bancos centroeuropeos y a los cuales no podía pagar.
Este problema sólo se alivió cuando el gobierno español acudió en su rescate: inyectó mastodónticas cantidades de dinero en los bancos españoles para tapar sus agujeros, y para que a su vez devolviesen a los bancos centroeuropeos parte del dinero prestado. Pero el gobierno español primero tuvo que conseguir dinero de algún sitio, y este sitio fue el mercado financiero a través del cual los inversionistas privados (entre ellos bancos centroeuropeos) prestaron dinero al Estado español. Y aquí tenemos la principal explicación de que la deuda pública del Estado español aumentase a un ritmo tan vertiginoso.
Para poder devolver el dinero prestado más los intereses, el Estado español hoy día está recortando en gasto público de todo tipo, entre el que destaca el gasto en sanidad pública, prestaciones sociales y educación pública; y aumentando los impuestos para recaudar más ingresos. El problema es que los impuestos que se elevan son los que afectan a la ciudadanía que menos recursos tiene, y no a las grandes empresas y fortunas españolas. El resultado es que la mayoría aplastante de la población española está pagando los platos rotos de una élite política y económica que dedicó todos sus esfuerzos en una aventura condenada desde el inicio al más estrepitoso fracaso: la inversión en el sector de la construcción.
La caída del sector de la construcción trajo consigo un resultado devastador: la mayoría de empresas que se dedicaban a esta actividad quebraron, con lo cual tuvieron que despedir a todos sus trabajadores. Puesto que era de las actividades más importantes en la economía española y empleaba a una buena parte de la población, la tasa de paro se disparó. Con el tiempo fueron cayendo también muchas otros sectores económicos vinculados con el de la construcción (los de los muebles, de la instalación de equipos de acondicionamiento y de electrodomésticos, de la decoración, de las agencias inmobiliarias, etc) con lo cual el desempleo creció todavía más.
A su vez, otros sectores económicos comienzan a encontrar problemas de financiación debido al cierre del grifo de los bancos y problemas de ventas causados por la caída del consumo debido a su vez a las malas expectativas económicas. Esto provocó que la actividad económica española se hundiese aún más, y con ella se elevase la tasa del desempleo hasta niveles nunca vistos.
Hoy día la economía española se encuentra gravemente herida: la tasa de paro alcanza el 27% de la población activa, la industria española es débil y continúa perdiendo posiciones frente a países exteriores, su estructura económica no ofrece ninguna posibilidad de iniciar nuevos espacios de negocio, la población joven está emigrando a otros países para encontrar empleo, la pobreza aumenta a niveles nunca vistos, muchos no pueden pagar las hipotecas y la banca ayudada por el gobierno los están expulsando a la calle y condenando a la miseria, los impuestos que afectan a los menos acaudalados no paran de aumentar, los salarios no dejan de disminuir, las prestaciones por desempleo se recortan, los servicios públicos en sanidad y en educación se limitan y encarecen, la edad de jubilación se retrasa, las pensiones están siendo atacadas, las protestas civiles son duramente reprimidas…
Pero no a todos los españoles les va mal: los millonarios españoles y las grandes empresas están engrosando sus fortunas durante la crisis, gracias a la reducción de salarios, al lucrativo negocio de la deuda pública y a las bonificaciones fiscales, fundamentalmente. La corona española está inmersa en casos flagrantes de corrupción, al igual que la élite política, que tras saquear dinero de las cuentas públicas lo esconden en paraísos fiscales como el de Suiza. La desigualdad crece a ritmos desorbitados porque la inmensa mayoría se empobrece pero también porque una minoría se está enriqueciendo.
La actual situación económica española es desastrosa, pero no es sino el resultado de un pésimo diseño económico impulsado y fomentado desde la Unión Europea, que ha terminado por favorecer a las economías centroeuropeas frente a las de la periferia.
Fuente: economiazero.com–Autor: Alberto Garzón