El planteamiento que nos pone en la disyuntiva violencia/no violencia es desorientador, pues lo esencial en una revolución no son los medios, sino los fines.

“Nos importa la meta más que el camino” decía el gran pensador peruano José Carlos Mariátegui. Entiéndase bien: los medios también importan, pero lo más importante son los fines, pues los medios están subordinados a las metas,

Y sobre esto no dicen nada ni el entrevistador ni el entrevistado. Pero de sus ejemplos se deduce que lo que llaman revoluciones no han sustituido el capitalismo, sino sólo lo han reformado o, peor aún, sólo han cambiado algunas formas políticas (elecciones, prensa libre, etc), dejando intacto el poder de los monopolios.

Y aún si afectan temporal y parcialmente a los monopolios, al no desaparecerlos, será inevitable que los grandes capitalistas recobren todo su poder y recuperen con creces lo que perdieron. La “revolución de los claveles”, la de Mandela, la de la ex URSS y muchas más son prueba contundente de la ineficacia de las reformas que los autores llaman –sin ningún rigor– “revoluciones”.

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