
Haciendo una breve revisión histórica al proceso de construcción del proyecto europeo, observamos como en todos los tratados fundacionales se hace una clara alusión al carácter social, cohesionador e integrador de los entes o instituciones que de los mismos se pretendía que surgieran.
Objetivos como la búsqueda del pleno empleo, la mejora de las condiciones sociales y laborales, la cooperación entre los distintos países en la lucha contra las desigualdades y la construcción de un proyecto común, considero que son valores por los que merecía la pena luchar y sentirse orgullosos cuando hablamos de europeísmo.
Pronto, a partir de la década de los 70 en adelante, vemos como las distintas crisis mermaron el alcance y la calidad del Estado del Bienestar. A esta crisis hemos de sumarle la llegada al poder los dos grandes exponentes del neoliberalismo, Margaret Thatcher y Ronald Reagan. Ambos fueron fervientes defensores del no intervencionismo estatal en la actividad económica. Es lo que se conoce como el Consenso de Washington, formado por el FMI y el Banco Mundial. Las principales medidas consistieron en la privatización de empresas públicas, la desregulación y liberalización de los mercados laborales, reducción del déficit mediante drásticos recortes en gasto social. Estas políticas, en teoría, tenían el cometido de reducir la deuda externa en los países del sur a cambio de financiación, pero finalmente a lo que llevaron fue a un aumento de las desigualdades sociales y a un incremento de la deuda. Como vemos, este modelo vino para quedarse y podemos reconocer ese recetario de medidas en la actual crisis de la Unión Europea.
En esta coyuntura, las debilidades del proyecto europeo se explicitan y aumentan de manera exponencial el número de personas que consideran que el proyecto está totalmente agotado o que, al menos, debe darse un giro de timón brusco en las políticas llevadas a cabo, las cuales se han demostrado ineficaces.
Prueba de ello son los resultados de las últimas elecciones europeas en las que partidos de corte racista y xenófobo han experimentado un crecimiento relevante. También formaciones anti-troika han conseguido una notable representación en el parlamento, como son los casos de España y Grecia.
Entre los diversos motivos que podrían explicar este sentimiento euroescéptico considero que hay que tener en cuenta, entre otros muchos los siguientes:
Desigualdad y exclusión social
La forma de concebir el mundo que impone el neoliberalismo vigente, es el causante de enormes desigualdades sociales como pone de manifiesto el informe de Oxfam en el que se dice que el 1% de la población concentra la mitad de la riqueza mundial. Además, en un contexto de masivo desempleo y caída de los ingresos, los recortes en las prestaciones sociales agravan estas desigualdades dejando al borde de la exclusión social a muchas familias.
Pérdida de un horizonte vital
En tal situación de inestabilidad económica, en el que encontramos países con una tasa de paro juvenil superior al 50%, no es posible la realización de planes de futuro. Ya sea la emancipación del hogar familiar o la formación de una familia. Se acaba, en cierto modo, con la teoría del “ascensor social” según la cual un individuo con escasos recursos, puede llegar a mejorar su situación de origen mediante una buena formación académica, dado que cada vez los costos de la misma son más restrictivos.
Cultura del miedo y del odio
Miedo a todo cambio que pueda hacer empeorar la situación actual, a perder el trabajo, a no poder hacer frente a los pagos corrientes o a caer enfermo. Estos miedos cercenan la libertad de los ciudadanos y le obligan a vivir en una angustia constante. Además, esta situación provoca un sentimiento de rechazo al diferente. Los extranjeros son vistos como una amenaza para el que es natural de cualquier lugar y muchos políticos fomentan el cobijo en nacionalismos y elementos identitarios. Se convierte pues en una constante lucha de todos contra todos que, en cierto modo, recuerda al Estado de Naturaleza que planteaba Hobbes. Una situación en la que nada está garantizado, en que la gente tiene miedo y puede realizar cualquier cosa en aras de que su situación no empeore.
(Des)democratización y pérdida de soberanía estatal
Cuando se habla del ‘mercado’ como ente abstracto se obvia que detrás de este concepto hay grandes nombres de empresas multinacionales y de particulares que ponen todo su potencial económico al servicio de sus intereses.
Es necesario reflexionar acerca del inmenso poder que detentan los mercados y todo el entramado burocrático e institucional que los conforman.
Vemos como la soberanía estatal ha quedado en papel mojado. Las elecciones en un mero acto simbólico, al que llaman “la fiesta de la democracia”. Acudimos a escenarios bochornosos, en los que norma suprema del ordenamiento jurídico se cambia debido a las presiones de poderes no electos, como ocurrió en el caso español y la reforma del artículo 135 de la Constitución, anteponiendo así el pago de la deuda pública a cualquier tipo de gasto social o de otra índole.
Por otro lado, también hemos sido testigos de la injerencia que estos poderes fácticos tienen cuando se amenazó con expulsar a Grecia de la Unión en sus pasados comicios generales, ya que la formación Syriza, que llevaba en su programa la realización de una auditoría de la deuda, se postulaba como posible fuerza mayoritaria.
En conclusión, considero necesario un gran cambio en el funcionamiento institucional y democrático de la Unión Europea, como decía Einstein: “Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo.” Unas instituciones que representen de verdad la soberanía y el interés ciudadanos en contra de los intereses de una minoría, es decir, un sistema en el que el hombre y la mujer sean el centro y no ese ente abstracto llamado ‘mercado’, de lo contrario, el número de aquellos que conciben el proyecto europeo como una rémora y no como una solución irá en aumento.
Bibliografía:
‘El sur pide la palabra: el futuro de una Europa en crisis’, de Srecko Horvat y Slavoj Zizek con prólogo de Alexis Tsipras.
‘Europa S.A.: la influencia de las multinacionales en la construcción de la Unión Europea’. De varios autores con prólogo de Susan George.