
Escribió Heine que las ideas alumbradas en la oscuridad del despacho de un pensador han destruido civilizaciones. Pero los pensadores de hoy ya no son como los de antes. Hoy, para entender los nuevos y dispares movimientos políticos que irrumpen en Europa en los estertores de la crisis hay tal vez que leer a Negri, a Laclau, a Zikek…; hay que escuchar a Tom Morello, La Mala, Nacho Vegas…; y reflexionar acerca de las implicaciones sobre el poder que ponen sobre la mesa Juego de Tronos o House of Cards. La aparición de una nueva política es novedosa por sí misma pero también porque nunca pudo encontrar mejores condiciones para su expansión. ¿Cómo seguir el rastro de las referencias intelectuales de estos nuevos movimientos? ¿Por dónde empezar? Seguimos la pista de ideas, libros, series y canciones interpelando a pensadores de sensibilidades tan dispares como afiladas y lúcidas.
En las pasadas elecciones europeas rompió el cielo una lluvia de sorpresivos meteoros políticos. Por todo el continente nuevos movimientos lograban importantes éxitos y provocaban un respingo en los partidos tradicionales. Estos movimientos son muy distintos entre sí: más o menos populistas, anti-casta, en contra de la Unión, anti-inmigrantes… Algunos existían ya en modo latente, otros eran inéditos. ¿Qué ha ocurrido? ¿Hay referentes intelectuales detrás de esta variopinta galaxia? Libros y autores, pero también la música que se escuchaba el 15-M en Sol o en Occupy Wall Street. O las series y películas que los inspiran.
En España, unas semanas después de cazar al vuelo cinco escaños en las elecciones europeas tumbando así la demoscopia, un grupo internacional de intelectuales firmaba un manifiesto de apoyo a Podemos. Se trataba de autores cuyas obras enlazan el pasado de la izquierda , las luchas contra la globalización y las nuevas ideas. Noam Chomsky (El miedo a la democracia), Antonio Negri (Imperio), Naomi Klein (No Logo), Jacques Rancière (El odio a la democracia) o Slavoj Zizek. El filósofo esloveno, que fusiona un encendido discurso antisistema con los motivos de la cultura de masas, de Perdidos a los superhéroes de Marvel, ha mostrado en sus escritos cómo entender hoy las nuevos poderes y contrapoderes.
Zizek advertía en uno de sus últimos libros, Viviendo el final de los tiempos (Akal, 2012): “En la actual democracia postpolítica la tradicional bipolaridad entre un centro-izquierda socialdemócrata y un centro-derecha conservador está siendo sustituida gradualmente poruna nueva bipolaridad entre la política y la postpolítica”.
Esta etiqueta “postpolítica” designaría así con otro nombre lo que se ha dado en llamar, con tanta prodigalidad como polémica, “populismo”. ¿Qué es el populismo? ¿Sirve de paraguas común a movimientos tan dispares? Félix Ovejero, de la Universidad de Barcelona, ve aquí distintas variantes de descalificación de la política en la que coexistirían “razonables críticas a sus maneras, a una configuración oligárquica de la toma de las decisiones y a su opacidad (que incluyen cambios constitucionales, gobiernos tecnocráticos de discutible legitimidad e instituciones -como el BCE- que regulan decisiones políticas con un remoto control democrático), hasta inquietantes movimientos identitarios y nacionalistas que desprecian los ideales ilustrados (pluralidad, ciudadanía o tolerancia) que sostienen el debate y la discrepancia, el territorio donde levantar la buena deliberación democrática”.
Sostiene Ovejero que el populismo es un arma arrojadiza que unos se lanzan a otros y todos practican. “En realidad, nuestras democracias son inexorablemente populistas. Pocos políticos se presentan con programas que enfrenten a los ciudadanos con los problemas de fondo si esto les exige cambios en sus comportamientos. Reconozco mi estremecimiento cuando alguien apela a la voz del pueblo que, por opaca y contradictoria, acaba siendo la voz del que la invoca”. Cree Ovejer que el más novedoso de los autores citados es Zizek, “y puedo estar de acuerdo con él en muchas cosas pero, a mi parecer, no está muy comprometido con lo que normalmente entendemos por verdad. Las tesis democráticas han sido mejor y más precisamente defendidas por herederos de republicanismo analítico o del liberalismo igualitario, cuando no por economistas con vocación normativa”.
Europa urgente
Uno de los mencionados meteoritos políticos incendió con especial virulencia el solar electoral del “enfermo del continente”. En Francia, el Frente Nacional de Marine Le Pen, enemigo de la UE y de la inmigración, se revelaba como la fuerza más votada. No era un partido nuevo pero sí resultaba inédita la manera en la que una extrema derecha conocida templaba sus estridencias y organizaba en su provecho la desorientación para triunfar. “Es nuevo e inquietante.¿Conclusión? No puede haber más política estatal. Si queremos seguir haciendo política hay que hacerla en Europa, hay que construir urgentemente Europa”.
Al habla Bernard-Henri Lévi, filósofo galo y encendido europeísta que hace estos días campaña por el ingreso de Bosnia en la UE, “pues la mejor defensa contra los euroescépticos es un buen ataque, seguir adelante en la ofensiva por más Europa”. Lévi cree ajustada la calificación de populismo: “Sí, es una buena palabra, con un significado real. La idea de que las personas siempre tienen la razón. Sin mediación. Las personas que quieren la pena de muerte no menos que quienes la quieren abolir. Las personas absolutamente…” Pero no cree que la “infame” Le Pen pueda relacionarse con los nuevos movimientos de izquierdas como Szyriza en Grecia o Podemos en España aunque, en el caso de nuestro país, desconfía “del camino que da la espalda a lo que fue lo mejor de su patrimonio, el internacionalismo y las preocupaciones del mundo”.
A la búsqueda de las referencias intelectuales de esta nueva extrema derecha, no tan públicas ni tan conocidas, Henry-Lévi apunta un nombre clave: Alexander Dugin, el filósofo ruso autor de Fundamentos de la geopolítica, ideólogo del neo-euroasianismo y de la Cuarta Política cuyas posiciones ultranacionalistas, antioccidentales y neoconservadoras han irradiado “lo peor de los nuevos partidos de extrema derecha”.
Cuando preguntamos a Germán Cano, de la Universidad de Alcalá y miembro de Podemos, por las lecturas que iluminarían el advenimiento de estos nuevos movimientos políticos, aclara que “si por algo se definen las nuevas referencias teóricas del presente es por tomarse en serio la idea gramsciana de que todos somos filósofos’. La gente común piensa, y piensa bien, como puso de relieve el 15-M”. Pero, a riesgo de discrepar de otros compañeros, Cano da sus claves: La razón populista, del recientemente fallecido Ernesto Laclau; las aportaciones de Boaventura de Sousa sobre las “epistemologías del sur”; la reflexión sobre lo político de Rancière; “y, por supuesto, no olvidar a Gramsci, un clásico vivo”.
Cano no tiene problemas con el populismo: “La repugnancia con la que políticos y comentaristas pronuncian las palabras populismo y populista es un rasgo recurrente de la escena política actual. Sin embargo, más que amenaza real de barbarie o de servir como aliciente para el análisis, la etiqueta de “populismo” aparece más como un espantajo que se agita en determinados cenáculos intelectuales o mediáticos. Muchas personas y partidos se onorgullecieron en el pasado de proclamarse populistas, pues era lo mismo que ser popular. El suyo era el partido del pueblo”.
De sol a wall street
En nuestro país el kilómetro cero de la nueva política arranca en una fecha sustantiva: 15-M. El 15 de mayo de 2011, 40 personas decidieron acampar tras una manifestación en la Puerta del Sol de Madrid. Aquel modesto campamento se convertiría en un terremoto social de proporciones desconocidas y aspiraciones inéditas que se extendería internacionalmente (Occupy Wall Street) y dejaría un poso en multitud de asambleas barriales permanentes.
Amador Fernández-Savater, editor, escritor e investigador de los movimientos sociales, pasó mucho tiempo en Sol aquellos días de mayo combinando la escucha de lo que se pensaba en las calles y la lectura de los libros de Ranciére e intentando comprender aquel terremoto. “Ni siquiera podemos hablar ya de movimientos sociales, sino de movimientos de la sociedad misma, en los que la gente común, sin experiencia de politización previa, es la protagonista. En esa política al alcance de cualquiera y ya no sólo de los expertos o los especialistas, me pareció percibir una posibilidad de renovación de la vida política colectiva que yo quería entender. El 15-M supuso la participación de la gente común y cualquiera concernida por las decisiones de la política. No se identifica a izquierda o derecha de nuestro tablero, sino que redefine el mapa de posibilidades”.
Pensar conjuntamente
Fernández-Savater publicó un libro de entrevistas -Fuera de lugar- con aquellos autores que le ayudaban a pensar lo ocurrido: Franco Berardi (Bifo), Guillem Martínez, Santiago López-Petit, otra vez Rancière… “Pero nuestra relación con los autores ya no puede tener tutelas, hay que usarlos para pensar sin que dirijan lo que pensamos. Esa sana promiscuidad teórica de los zapatistas: escribir con cuentos, mucho humor, imágenes…”
Las ondas concéntricas del 15- M desbordaron España, cruzaron el Atlántico y desembarcaron en Zuccotti, delante justo de Wall Street. Tres años después, Mike Davis, autor de títulos como Planeta de ciudades miseria (2006), observa los últimos acontecimientos en Europa con asombro al constatar cómo la derecha radical crece en el norte mientrase en el sur es una “nueva nueva izquierda” la que provoca el terremoto electoral. “Hay excentricidades nacionales, claro. El partido de la independencia de Gran Bretaña (UIKP), por ejemplo, no es tanto una vuelta más a la derecha como la cristalización de un nacionalismo explícitamente inglés. Mientras tanto, Italia, donde las divisiones políticas estuvieron una vez congeladas en granito, hasta las últimas elecciones parecía estar viviendo un Día de la marmota de la Tangentopoli. En Grecia, Syriza avanza como organización clásica mientras Podemos se muestra más descentralizado y proteico. En ambos países, los jóvenes están condenados a un futuro sin trabajo”. Por cierto que son esos jóvenes los que, según Davis, escriben hoy “la auténtica literatura de la revolución, la musical”: Deolinda, Aggelakas, La Mala, Boots Aley, Arabian Knightz, Oferta Especial, Desaparecidos, Chao, Ramy Essam, Tom Morello…
El contrapunto, el dedo que señala que el emperador sigue sin vestirse, es el del escritor Félix de Azúa. No sería el futuro lo que se muestra sino, más bien, el pasado: “El movimiento es similar en toda Europa. La ruina de la clase media nos ha devuelto a los 70. No son ni de extrema derecha ni de extrema izquierda, son simplemente reaccionarios. Los escépticos británicos son victorianos, los racistas holandeses son los que colaboraban con los nazis, los de Le Pen son la vieja Francia antisemita. Y Podemos es el típico producto de facultad universitaria, como los pro-chinos de entonces. Y los autores que los apoyan confirman mi opinión. Son ruinas del izquierdismo universitario de hace treinta años. Una ideología de ancianos funcionarios que nunca han tenido la menor responsabilidad. Viene a ser como si Sartre resucitara megáfono en mano”.
Artículo de Daniel Arjona, elcultural.es