
En una reciente portada del diario “El País” (3/11/14), se leía el siguiente titular: PP y PSOE se movilizan contra la corrupción, acuciados por “Podemos”.
El cuerpo de la noticia rezaba así: Los principales partidos coincidieron ayer en el diagnostico sobre los motivos del ascenso de “Podemos” como primera fuerza del tablero político, de acuerdo con la encuesta de Metroscopia… sin embargo, confían en contrarrestar el auge de la formación de Pablo Iglesias acelerando sus planes de regeneración.
O sea que, ahora y justo ahora, van a iniciar su regeneración. A buenas horas mangas verdes!
Precisamente ahora cuando se han destapado por terceros sus casos de corrupción y ven peligrar, por ello, sus votos.
Los “tiempos” son importantes para que los actos convenzan. Así, por ejemplo y en el terreno jurídico, existe una circunstancia atenuante de la responsabilidad criminal que es la de “haber procedido el culpable, antes de conocer que el procedimiento judicial se dirige contra él, a confesar la infracción a las autoridades”. Obviamente esa confesión tiene “merito” cuando se efectúa antes de que se le persiga, antes de que se le conozca como presunto infractor (y por tanto, él se desenmascara voluntariamente ante la justicia asumiendo su acción), y no en el supuesto contrario (a pesar de que la actual tendencia jurisprudencial se inclina por mantener una analógica en ese caso). El tiempo es, por tanto, crucial.
Volviendo a los Partidos Políticos mencionados, no han sido ellos quienes en una operación de transparencia pública y de auto limpieza han descubierto ese cáncer y lo han tratado de forma radical.
Y que existía una avanzada corrupción –presunta aún en algunos casos- en su seno lo sabían en cada partido respecto a sí mismo y respecto a las demás formaciones políticas implicadas.
Lo sabían –no se puede ser tan lerdo como para desconocerlo-, lo consentían y lo ocultaban celosamente. Ya les iba bien. A ellos naturalmente, pues a la ciudadanía -por cuyos intereses debían velar- no le convenía…pero eso no importaba.
Debe hacerse obligada mención aquí de que no nos estamos refiriendo a aquel sector de la ciudadanía que participaba en la corrupción, bien por miedo, bien por desmesurado interés; ese sector corruptor, constituye el elemento esencial en esas maniobras, cuyos sobrecostes recaen en el honrado ciudadano.
Y ahora, “pillados” en falta, aquellos partidos políticos corren a manifestar sus intenciones regeneradoras, no tanto por conciencia ético/legal sino por el interés en mantener su poder, no perdiendo los votos que se lo otorgan. Con ello se evidencia su tremenda hipocresía.
Esa declaración de intenciones regeneracionistas sirve –por tanto- de poca cosa.
Nos hemos referido aquí a los grandes partidos estatales, pero no cabe olvidar a otros como, por ejemplo, CIU en Cataluña que ya ni se expresa de esa forma pues ha camuflado, hábilmente, su propia corrupción y sus ejemplares políticas neoliberales de recortes sociales, bajo la bandera del independentismo, cuando nunca se le ha conocido a ese grupo tal inquietud.
Decíamos que la declaración de intenciones que nos ocupa no sirve. Como tampoco sirve el simple y habitual “pedir disculpas y sentirse consternado” a cargo del responsable de turno, por no haber acertado en la elección de los más directos colaboradores, a los que se ha descubierto implicados en esas tretas ilegales.
Y no sirve, pues de ser cierto que ese responsable no tuvo capacidad para efectuar una buena elección, entonces debe acompañar a esas disculpas su inmediata dimisión por incompetente, al igual que resultaría incompetente por no haberse dado cuenta -tras aquella elección- de tales censurables conductas, y la dimisión sigue correspondiendo.
Aunque quizás en el peor de los supuestos, igual ese responsable pudiera ser también corrupto –en todo caso sería la Justicia quien confirmaría tal hipótesis-y entonces, además de corrupto, resultaría ser un cínico y por supuesto un cobarde al esconder su responsabilidad delictiva traspasándola únicamente a sus colaboradores. En todos esos escenarios debe pagar su peaje, mas allá de esa manida disculpa con la que, además -y si no viene acompañada de otro comportamiento más efectivo- se está ofendiendo a la inteligencia de la ciudadanía que, encima, debe aguantar eso.
Al margen de lo anterior, ¡si por lo menos existiese –ahora- esa honesta intención de regeneración y lucha contra la corrupción que nos corroe…! Si no se tratase de una hipocresía mas, tal y como hemos apuntado!
Pero es que, como era de temer, ni eso sucede; basten, a modo de ejemplo, algunas “perlas” muy recientes sobre un mismo tema, a cargo de personas con un muy importante nivel de representación, para comprender que esas intenciones regeneradoras no existen en absoluto. Veamos esos ejemplos:
– Puede leerse en el precitado diario “El País”, ahora en su edición del miércoles 12 de Noviembre de 2014 – de la mano del periodista Fernando Garea- y a raíz de la falta más absoluta de control sobre los gastos de viajes de Sus Señorías del Congreso y del Senado –evidenciada por algunos presuntos abusos recientemente conocidos- que El PP rehúsa controlar los viajes de los parlamentarios poniendo en boca de Jesús Posada lo siguiente: “Yo no pienso ejercer de supervisor de la labor de los diputados”
– El citado periodista comenta que el portavoz del PP en el Congreso, Alfonso Alonso rechazó también la posibilidad de controlar los viajes de los diputados y de los senadores pagados con dinero público con el argumento de “esto no es un colegio y los parlamentarios son mayores de edad”,.
Parece olvidar ese portavoz, que los ciudadanos en edad laboral -y de quiénes, por cierto, emanan todos los poderes del Estado (los diputados y senadores conforman uno de ellos por decisión de la ciudadanía, estando por tanto al servicio de ésta)-, tampoco somos colegiales y gozamos de la mayoría de edad (como mínimo más de 16 años) sin que ello sea obstáculo para que debamos justificar nuestros gastos ante las empresas en que prestamos servicios.
Consecuentemente, esos representantes de la ciudadanía deben comportarse igual que nosotros, incluso más y mejor que nosotros. Y por ello deberán justificar hasta el último céntimo gastado, máxime considerando que éste proviene de nuestros bolsillos.
Basta pues de declaraciones con tan escaso nivel intelectual, absurdas y soberbias.
En el límite, si alguien está “por encima” de otro, deberá serlo la ciudadanía respecto de quienes, al servicio de ella -y no al suyo propio-, la representan. Jamás al revés
-Por su parte y en la misma línea, la vicepresidenta segunda del Congreso, Dolors Montserrat, apoya -según la misma noticia- el rechazo a ese control porque (refiriéndose a los congresistas) “somos gente muy responsable y austera”.
Y aún siendo ello del todo exigible amén de deseable y admitiéndose que pueda incluso llegar a ser cierto en alguna medida –no pueden olvidarse los relevantes indicios de distintos abusos-, convendrá preguntarle a la Sra. Montserrat si ella entiende que los ciudadanos de a pie, sometidos a los lógicos controles empresariales de gastos, somos -a sensu contrario- gente irresponsable y manirrota.
Parece que, nuevamente, las declaraciones de esos personajes resultan –por utilizar un lenguaje benevolente- un tanto “justitas”.
Aunque, desengañémonos, la realidad es que demuestran una prepotencia y carencia de vocación de servicio a los demás del todo brutal.
Quienes así piensan, hacen y se expresan (por cierto, sin rubor alguno) no merecen desempeñar el papel que, en democracia, les hemos encomendado.
Todo lo anterior nos aboca a una única receta: La regeneración que nuestro país precisa, pasa por barrer a todos esos personajes, sus corruptelas y sus hipócritas/cínicas promesas. Barrerlos de una vez por todas. Naturalmente, barrerlos democráticamente, a través de las urnas.
Lo antes posible, ya por dignidad. Por nuestra dignidad. Aunque solo sea por eso!!