
Los recientes apagones habidos en la ciudad de Maracaibo me conducen, después de varios minutos de disgusto, a la siguiente reflexión.
En América Latina son comunes las afectaciones en el servicio de suministro de energía eléctrica. En Venezuela, la insuficiencia del suministro producto de la elevada demanda y la medición inadecuada del consumo son factores que conducen a la precariedad de este servicio.
Para el marabino no es poca cosa decir que la suya fue la primera ciudad de Venezuela con el servicio eléctrico regular y continuado, y la segunda de Sudamérica. En 1887 inicia el servicio en Buenos Aires, Argentina, y un año luego, en 1888 en Maracaibo con la compañía The Maracaibo Electric Light.
En Venezuela, por dificultades (y/o ineficiencias) de diversa naturaleza, las ciudades de mayor consumo como Maracaibo se ven sujetas a un programa semanal de ahorro energético que implica el corte del servicio durante algunas horas en distintas localidades. Esa interrupción del servicio se expresa locuazmente en la frase: “¡se fue la luz!”.
Esta sinonimización entre “luz” y “electricidad” se debe a uno de los grandes cambios que originó hace más de 100 años la llegada del servicio eléctrico a nuestra ciudad: la vida nocturna. Con la llegada de la electricidad llegó la luz, con la luz llegó la vida a la noche. La noche dejó de ser espacio de sombras y anonimatos para convertirse en espacio de quehaceres novedosos y “modernos”*.
Sin embargo, aunque toda Venezuela pueda utilizar “la luz” como sinónimo de energía eléctrica, creo es nuestro deber desde Maracaibo combatir esta representación. En nuestro trópico, distinto a los andes y a la llanura, en nuestro peculiar puerto del siglo XXI, no es “la luz” lo que nos cortan. En esta calurosa ciudad que últimamente ha rondado los 50° de sensación térmica, sin dar muestra de cansarse de romper sus propios records, lo que nos racionan es ¡EL FRÍO!. En Maracaibo con cada apagón no se va la luz, se va el frío. No significa que sólo el aire acondicionado deja de trabajar, lo que significa es que como marabinos la implicación que tiene el corte del servicio sobre nuestra cotidianidad refleja en gran medida el calor. Dijeron en algún momento unos amigos habitantes de Caracas (la capital del país) que la nuestra era la ciudad más fría de Venezuela: en todos los lugares hay aire acondicionado.
Cambiar nuestro discurso implica cambiar nuestra percepción de la realidad. Que se vaya la luz a las dos de la tarde no es problema para muchas cosas, especialmente porque la luz del poderoso sol continua radiando. Que se vaya el frío a las dos de la tarde en una ciudad con 50° de sensación térmica es un gran problema. Entender esto contribuiría a la heterogenización de los discursos oficiales que con tanta facilidad nos meten a todos en la misma bolsa, al tiempo que ayudaría al marabino a entenderse mejor su mismidad citadina.
Notas: *Los diversos cambios que introdujo “la luz” a la cotidianidad marabina no son motivo de esta reflexión, como tampoco es menester de estas palabras debatir sobre la generación eléctrica y el consumo en nuestro país.
Fuentes:
“A oscuras: los apagones en América Latina”. Disponible en: http://www.bnamericas.com/es/reportajes/energiaelectrica/a-oscuras-los-apagones-en-america-latina/.
“La Electricidad en Venezuela”. Disponible en: http://hidro.8m.com/la_electricidad_en_venezuela.htm.
“Reseña histórica de la energía eléctrica en Venezuela”. Disponible en http://motoresdcac.blogspot.com/2010/05/resena-historica-de-la-energia.html.