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Blog de Ciencias Sociales y Sociología | Ssociólogos

La Acumulación por Des-Posesión del Tiempo Femenino

abril 18, 2016

Una crítica de género a la acumulación por des-posesión de David Harvey.

El fenómeno de  acumulación por desposesión que nos revela Harvey, atiende a una contigüidad  teórica sobre los análisis de acumulación originaria que ya escribía el histórico Marx. Entendiéndolo como un agregado a la reproducción ampliada, el geógrafo presenta la necesidad de someter a un externo capitalista, ya no necesariamente en formas terrenales o de materias primas -como se daba en la acumulación originaria- sino además, este puede hacer uso de formaciones ya existentes que aun no han sucumbido al mercado o incluso, sectores que se encuentran dentro del capitalismo.

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Para poder distinguir este fenómeno de acumulación por desposesión, el británico reconoce tres principios que ya se daban en la acumulación primitiva, aunque ahora utilizando nuevos mecanismos y en nuevas áreas. Se caracteriza la acumulación por desposesión, por el proceso  que desposee los bienes comunales –ya sean materiales o no- a clases sociales, minorías, etc. A partir de las riquezas acumuladas que lo hacen viable, con respaldo del Estado que promueve y hace posible estas formas de expropiación, y que abre nuevos sectores de mercado e inversiones capitalistas.

Sin embargo, esta definición resulta carente en el intento de estudiar los nuevos sometimientos al mercado, ya que el elemento de género es la piedra angular de las relaciones capitalistas en la actualidad.

Reconstruyendo la historia, una visión de género

La construcción histórica que hace Marx sobre este proceso, ha sido aplaudida y complementadas por posteriores autores marxistas, aunque han sido pocos, los que se han atrevido a ejercitar una teoría más critica desde la visión de género; y es que, en este proceso histórico no podemos obviar lo que Marx y  sus ulteriores en su día pasaron por alto, dejándose en el tintero el estudio fundamental de las nuevas formas patriarcales y en definitiva, el papel determinante de la mujer en el originario proceso de acumulación.

Este nuevo panorama esclarecedor que sitúa a las mujeres como principales productoras y reproductoras de la fuerza de trabajo –la mercancía primordial capitalista-, ya  reivindicadas por varias autoras feministas, y en este articulo sostenida por la brillante obra de Silvia Federici, es de vital importancia si lo que buscamos es la ejecución de nuevas tesis más precisas y justas con las realidades históricas y presentes;  y en concreto, para poder llevar a cabo la observación de  acumulación por desposesión del tiempo femenino que es lo que  me acomete este trabajo.

Debemos comenzar por  adherir nuevos protagonistas al proletario industrial asalariado –el principal sujeto desde el estudio de Marx- incluyendo las transformaciones en el papel social de la mujer y  en la reproducción de la fuerza de trabajo. Destacar, que la acumulación original no sólo fue un proceso liberador de trabajadores que posteriormente traería graves desventajas para este, sino que además, fue el responsable de la introducción de las  grandes diferencias y  divisiones de género –también de otras minorías, raza, edad, etc.-  que se naturalizarían en la clase proletaria.

En la constitución de las condiciones pre-capitalistas, las instituciones eclesiásticas y el Estado establecerán una politización de la reproducción sexual que conllevarán los primeros condicionamientos hacia la vida privada de las mujeres, y una fuerte persecución hacia aquellas que se oponían a este control reproductivo; es obligado revelar el fenómeno de la  caza de “brujas” –referido a este movimiento insumiso- como uno de los principales  factores de indulgencia y generadores de opresión desde los mismos por parte de los capitalista – bajo la aprobación del Estado-.

Además, los nuevos cercamientos de tierras fueron estrechamente perjudiciales para las mujeres, ya que dio lugar a la dominación de la vida económica y con esto, la firme devaluación del trabajo reproductivo, coyuntura que proporcionará al capitalismo un juego muy ventajoso:

Con la desaparición de la economía de subsistencia […]  la unidad de producción y reproducción que había sido típica de todas las sociedades basadas en la producción-para-el-uso llegó a su fin; estas actividades se convirtieron en portadoras de otras relaciones sociales al tiempo que se hacían sexualmente diferenciadas.(Federici, 2004, p.112)

Podemos imaginar, la contribución de riqueza que produjo esta expulsión de la función reproductiva de la economía, ya no sólo porque al establecer una división sexual del trabajo, el capitalista únicamente se responsabiliza de la parte productiva, desechando la otra carga económica –la reproductiva– del mercado, sino que a demás, significó una enorme devaluación del producto que las mujeres producían, significando esto, una fuerte desvalorización de la clase proletaria.

Por tanto, una vez restaurado el proceso de  acumulación primitiva revelando la función determinista de la mujer, considero que, ahora sí, podemos desempeñar nuestro cometido, analizando nuevos fenómenos sociales, que se ajustan al modelo de acumulación por desposesión,  tan presentes en la realidad social inmediata y generador de los cambios sociales a los que hoy se ven sometidas las sociedades. No sin antes, verme obligada a reconstruir de una forma ciertamente ambiciosa – y en el intento de emular a Federici-, el modo que tenemos de analizar las nacientes acumulaciones.

Si hablamos de que se produce el fenómeno de acumulación por desposesión para la  subsistencia del capitalismo, también debemos tener en cuenta un nuevo factor, y es la necesidad que tiene el capitalismo de perpetuar la división sexual del trabajo, para poder seguir obteniendo beneficio de la reproducción de la fuerza de trabajo, adaptado al nuevo lenguaje feminista: la reproducción social y humana; tal y como viene sucediendo desde los inicios de la acumulación primitiva.

Desde los tres principios que abogaba Harvey para el estudio de la acumulación por desposesión, debemos incluir un cuarto punto, la necesidad de refuerzo de la división sexual del trabajo para la supervivencia del sistema capitalista.  Reformularíamos la teoría de la siguiente manera:

“Entendemos la acumulación por desposesión, por el proceso  que desposee los bienes comunales –ya sean materiales o no- a clases sociales, minorías, etc. Mediante mecanismos que refuerzan los modelos patriarcales que proveen la división sexual del trabajo especifica, a partir de las riquezas acumuladas que lo hacen viable, con respaldo del Estado que promueve y hace posible estas formas de expropiación, y que abre nuevos sectores de mercado e inversiones capitalistas”.

La acumulación por desposesión del tiempo femenino

Una vez expuesta la hipótesis, es momento de llevarla a la práctica mediante el estudio del espectro que en la actualidad y tras el comienzo de la crisis económica, está en el punto de mira de todos los debates económicos feministas: el tiempo femenino en la división sexual del trabajo.

Igualmente, este fenómeno se relaciona directamente con otros fenómenos a los que también, podemos aplicar la acumulación por desposesión, como son las privatizaciones de los servicios públicos, pues, como bien nos muestra Lina Gálvez en su trabajo “Mujeres y hombres frente a la crisis económica y la recuperación”, las administraciones públicas y sus servicios son los que han provisto históricamente de trabajo a las mujeres  y las progresivas privatizaciones de estos servicios, están provocando la continua precarización de las mujeres y su vuelta al trabajo doméstico no asalariado (2010).

En la mayor parte del planeta las mujeres trabajan más que los hombres, se estima que la contribución de las mujeres al trabajo mundial es del 52%, mientras que la de los hombres es de un 48%, sin embargo, en 2015, la tasa de participación de la fuerza de trabajo a escala mundial fue del 50% en el caso de la mujer y del 77%  en el de los hombres.  En este mismo año, a escala mundial, el 72% de los hombres en edad de trabajar tenían un empleo, frente solo al 47% de las mujeres (Banco Mundial, 2016).

Entonces, ¿cómo es posible esta contradicción? Efectivamente la solución se encuentra en la división sexual del trabajo, es decir, la dualidad laboral que representa, por una parte, el trabajo asalariado, aquella fuerza de trabajo que produce bienes y servicios al mercado –objeto principal del estudio económico capitalista-, y por otro lado, el trabajo no asalariado, fundamentado en el trabajo doméstico y de cuidados, área reproductora de la fuerza de trabajo y las condiciones sociales y de vida –sector invisibilizado de la economía-.

Del 59% del trabajo remunerado, que se realiza en su mayor parte fuera del hogar, la proporción de hombres es casi el doble que la de mujeres (el 38% frente al 21%). La situación se invierte en el caso del trabajo no remunerado, que en su mayor parte se realiza dentro del hogar y abarca una gran variedad de labores de cuidado: del 41% del trabajo que no es remunerado, las mujeres representan el triple que los hombres (el 31% frente al 10%) (Banco Mundial, 2016).

Ahora bien, ¿son estos porcentajes fijos, inamovibles y homogéneos en todo el mundo? La respuesta es bien clara, no. Estos porcentajes se ven modificado según la situación económica a la que se encuentra sujeto un país determinado. Si nos detenemos a examinar estos datos en España, nos encontramos con las siguientes declaraciones publicadas en el País  por Charo Nogueira y Carmen Morán:

Cuando el bienestar tocaba techo, en el segundo trimestre de 2007, el desempleo masculino era prácticamente estructural: el 6,1%. Pero el femenino era el 10,5% y cerca de un millón de mujeres buscaba trabajo, según la EPA. Cuatro años después y tras el drástico aumento del desempleo masculino […] las mujeres siguen en cabeza: 23,3% para ellas y 22,4% para ellos. Al derrumbe de la construcción —que se cebó con la mano de obra masculina— ha seguido el de los servicios, muy feminizados. “Aunque el desempleo de los hombres ha crecido mucho más, no ha superado la tasa que padecen las mujeres” […] “A ellas les cuesta más que a los hombres conseguir un empleo. Por eso son más pesimistas. Creen en mayor medida que lo pueden perder, y que no volverán a tener otro” (2012).

Esta oscilación de porcentajes tiene una asequible comprensión si aplicamos la visión de acumulación por desposesión al fenómeno. Rescataré el gráfico que nos ofrece Cristina Carrasco en la revista digital Pikara  en el que plasma la división sexual del trabajo .1 y la simplificaré para menor complejidad.

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En la primera gráfica queda plasmada de forma muy sintetizada la división sexual del trabajo. En la segunda, se presenta de forma teórica, es decir,  desde una simplificación de la realidad, el tiempo que ocupan las mujeres y los hombres en cada uno de los ámbitos, en una economía tipo patriarcal. Como vemos, la mujer emplea una mayor parte de su tiempo al trabajo doméstico no remunerado y en menor medida al ámbito público remunerado, en contrariedad con los hombres.

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Ante la siguiente gráfica, nos encontramos con el caso de una economía en auge, es en este momento, cuando el mercado reclama más trabajadores, introduciendo a la mujer en el mercado laboral, absorbiendo mayor parte del tiempo femenino y con una mayor sobre carga de trabajo, ya que en esta situación, hay más número de mujeres que se encuentran doblemente activas. Esta apropiación del tiempo de la mujer –gráfica contigua- por parte del mercado desemboca en el objetivo de acumular nueva fuerza de trabajo, y al igual que en los demás fenómenos de acumulación por desposesión, responde a la dialéctica “exterior-interior” de aquel bien comunal, que en este fenómeno queda entendido como el del tiempo femenino. Sin embargo, cuando esta economía tipo se encuentra en crisis, tal y como constatan los datos reflejados en el artículo del País, la mujer se ve obligada de nuevo a abandonar el mercado laboral y retomar sus actividades domesticas no remuneradas, oscilando de nuevo la diagonal, esta vez hacia la izquierda.

Este “ejército de reserva de fuerza de trabajo”-ahora femenino- similar al que ya proponía Marx en el estudio de la primitiva acumulación, ha sido posible por el papel determinante que el Estado ha ido ocupando a lo largo del tiempo y de los ciclos económicos. Las políticas conciliadoras de la vida familiar y laboral, llevadas a cabo por los gobiernos, responden de nuevo a una ambivalencia a la que ya estamos acostumbrados por parte de esta institución.

De alguna manera, estas políticas contestan al incipiente empoderamiento de la mujer dentro de las instituciones y espacios políticos,  y los nacientes movimientos feministas de resistencia que cada vez, van tomando mayor forma y  fuerza –en los que nos detendremos más adelante-. Sin embargo, esta presión ejercida al Estado ha llevado consigo una respuesta, que se adhiere mucho más a las necesidades del mercado y de los empleadores que a las propias de la mujer. Estas políticas conciliadoras además, se han visto materializadas en leyes pretensoras del control reproductivo que contaba entre otras, con finalidades económicas; recuérdese por ejemplo, los intentos de las reformas a la ley de interrupción voluntaria del embarazo, cheque bebé, etc. Que influyen de forma directa en el mercado laboral.

Queda constatado por cierto, que estas fluctuaciones de la mujer en el mercado laboral y el ámbito doméstico, responden al arquetipo de la acumulación por desposesión que venimos estudiando. La última acepción que lo constata, son las nuevas oportunidades que se abren al mercado y sus inversores. Esta “expropiación del tiempo femenino”  origina dos vertientes de riqueza: En primer lugar, la ya comentada acumulación de fuerza de trabajo femenino, de la que se desposee en un primer momento y se desecha al antojo del mercado. En segundo lugar, la vacilación presentada en el ámbito laboral por el sector femenino, oculta un nuevo mercado en el ámbito privado, lo representaré de la siguiente forma:

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Recientemente, venimos presenciando la transferencia de servicios domésticos y de cuidados al mercado global, en economías en auge caracterizadas por crecientes incorporaciones femeninas al mercado laboral. Esto se debe, a que este traslado de fuerza de trabajo deja desatendido una parte del ámbito doméstico que los inversores no han dudado en aprovechar.

No debemos confundir estas nuevas formas de mercado, con el desmantelamiento de la economía invisibilizada, ya que este trabajo lo siguen llevando a cabo mujeres casi en la totalidad,  pero en su diferencia, esta nueva fuerza de trabajo femenino se genera a partir de mujeres que se encontraban fuera de la economía total del país, naturalmente, mujeres extranjeras, “el 66,4% de las extranjeras trabajan en este sector” asegura el informe de Hogares, cuidados y fronteras de la cruz roja. Asimismo, esto trabajos se caracterizan por su irregularidad y explotación de la fuerza de trabajo, “El 60% de los servicios domiciliarios de cuidado son subcontratados. Los salarios de estas trabajadoras están entre los 5£ y 6£ (la empresa percibe 8.10£ y 9.45£)” (Cruz Roja, 2004, p. 19).

El presente mercado de cuidados y trabajos domésticos, no hace más que reforzar la situación precaria de las mujeres, y los trabajos feminizados de segunda, que en épocas de crisis, cómodamente vuelve a situar en la retaguardia reservando esta fuerza de trabajo para el nuevo ciclo económico.

Ante esta especulación del mercado de trabajo femenino, son muchas las que alzan su voz y  plantan cara al sistema capitalista. Las corrientes feministas cada vez cuentan con más mujeres, desde intelectuales hasta amas de casa, engrosando su fuerza. Autoras como la ya citada Lina Gálvez, ven en este sector femenino devuelto al trabajo no remunerado en la crisis financiera, uno de los motores de estas corrientes, como por ejemplo los movimientos feministas suscitados en el 15M. Muchas mujeres han disfrutados de  su autonomía económica y no consideran volver a ser dependientes. La economía feminista ha sido capaz de introducirse en los debates financieros y su trabajo está dando como fruto, la visibilización del trabajo no remunerado, debilitando cada vez más, la división sexual del trabajo y el patriarcado que lo sostiene.

Considero que desde las ciencias sociales y sus universidades, debemos poner voz a estos movimientos, penetrando en las instituciones y sus investigaciones, atreviéndonos como Federici, a desvelar la otra parte de la historia en la que pocas/os se han fijado, en definitiva, reconstruyéndola, para que los cambios sociales a los que la sociedad se dirige, se tiñan de igualdad. Este, ha sido el objetivo que me ha llevado a realizar este trabajo,  desde mis limitaciones, ayudar a desentrañar estas formas de dominación patriarcal. Porque nuestra labor como sociólogos y sociólogas, no es sólo dar cuenta de lo actual, sino también, presentar a la sociedad la infinitud de formas de relacionarnos, y la feminista es posible.