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Blog de Ciencias Sociales y Sociología | Ssociólogos

¡Qué bien les va ese árbol al no dejarnos ver el bosque!

julio 25, 2018

Al margen de que todos los hechos acaecidos en el universo puedan encajarse o no en el código penal (que, lógicamente, no podrán), tales hechos existen y podrán merecer -en su caso- aplauso, indiferencia o crítica, e incluso sanción no penal de hallarse excluidos del catálogo de delitos. Tales hechos existen y no puede predicarse lo contrario. Y tales hechos serán o no correctos y deberán calificarse oportunamente.

Fuente: flickr.com

Es de ver que los políticos catalanes presos -o huidos de la justicia española- lo han hecho mal y eso ha de decirse, en lugar de mantener la negativa respecto a que hayan incurrido en determinado tipo penal –lo que puede resultar adecuado-, pero concluyendo que, en su virtud, no han hecho nada o nada  mal –lo que ya no resulta tan adecuado-.

Que los precitados políticos han cometido presuntamente (al hallarnos aún en fase de presunción de inocencia) algún delito y que, por tanto,  lo “han hecho mal”, conforma –siguiendo el título del presente artículo-  el “bosque”, mientras que, por su parte, el debate negando que ese delito presunto fuese el de rebelión conforma el “árbol”.

Y no mantengo que el tal debate carezca de sentido o resulte prescindible -yo mismo no termino de ver la violencia requerida para la existencia de ese tipo penal-, pero esa inexistencia no comporta, como parece predicarse, la de otros presuntos –y muy posibles- delitos (sean el de sedición, malversación, o como mínimo el de desobediencia).

Sin embargo, y desde las filas independentistas, se proclama hasta el hartazgo que esos políticos no han hecho nada de nada y menos nada mal hecho.

 

¿Dónde está, se dice, la rebelión que otros tribunales europeos no ven? No la hay y, consecuentemente, son inocentes (no ya presuntos) de “todo”. Y que, por tanto se les persigue por sus ideas convirtiéndolos en procesados e incluso presos políticos.

En definitiva, el árbol, que es real, pasa a ser utilizado –además- para ocultar el bosque, que no lo es menos. Y eso ya es tramposo.

¡Qué bien les va ese árbol a quienes lo están utilizando con ese fin!

No obstante, y no entrando en la trampa arbórea, la realidad es que esos dirigentes sí que han hecho y han hecho mal y por ende son políticos perseguidos o presos, que es bien distinto. Y que cuando se hace algo mal debe responderse por ello.

Otro tema será, en su caso, la calificación jurídico penal de esos hechos y su prueba o no en el oportuno juicio, que para eso sirve.

Y, asimismo, será otro tema  la aplicación adecuada o no de medidas cautelares a los imputados –no me gusta la nueva nomenclatura- y en concreto de la más gravosa de ellas, cual es la prisión preventiva o provisional. De esos temas no va este artículo y no porque sean menores que, en absoluto, lo son.

Mantengo que nuestros políticos independentistas lo han hecho mal pues, aún entendiendo del todo legítima la aspiración independentista, ésta se ha intentado materializar quebrando la legalidad vigente sin ni siquiera contar con la posible legitimidad para ello que otorgaría una mayoría significativa de votos ciudadanos.

Ello al margen de las dudosas motivaciones de esos dirigentes para esa empresa, sus falsedades, determinadas incoherencias políticamente cobardes, etc.

Desde esos entornos se viene promoviendo reiterada e interesadamente  la utilización de la técnica del árbol obstructor de la visión completa. Técnica, por lo demás, antigua y bastante pueril que, sin embargo y sorprendentemente, viene funcionando entre las bases independentistas que la consumen de forma absolutamente acrítica.

Así, ni negando el delito de rebelión ello  comporta necesariamente que no se haya cometido otro por el que, naturalmente deba responderse, ni por las inadmisibles cargas policiales, políticos presos, etc. debe dejar de cuestionarse la corrección del proceso independentista y el fiasco por el incumplimiento de las promesas y compromisos adquiridos por sus líderes.

Frente a la utilidad para los tramposos de turno de esos árboles que distraen la atención de lo esencial –y que tan bien les van-, reivindiquemos más bosque y menos árboles de esos.