
Tal como lo planteamos la semana pasada, la esclavización de la mente –por ende del comportamiento del ser humano– en el recién comenzado siglo XXI ya ha alcanzado niveles irreversibles, a consecuencia del control mental, que actúa sin misericordia sobre sus víctimas para evitar que estas se rebelen contra un orden social intrínsecamente inhumano y explotador.

Este doblegamiento humano se basa en la manipulación de la actividad cerebral humana, tanto psicológica y fisiológica. El factor psicológico-mental se relaciona con la interiorización –a menudo conflictiva– de la explotación, opresión y discriminación desde el orden social existente, así como de sus tradiciones, normas y valores, es decir, su ideología.
El doblegamiento fisiológico-mental lo imponen mediante manipulación tecnológica de las mentes de quienes no han logrado adaptarse psicológicamente al actual orden social imperante, y también a quienes rechazan y se rebelan contra la esclavitud en todas sus formas.
Paradójicamente, llama la atención que la abrumadora mayoría de quienes son víctimas de la esclavitud (y están obligados a vender su fuerza de trabajo y cuya existencia está precisamente enmarcada dentro de la determinación ajena), son los mismos que más decididamente defienden al sistema explotador y opresor del cual son víctimas.
Han interiorizado plenamente su condición dependiente. En otras palabras, su entorno económico, financiero, jurídico, político, social y moral está dominado por una cada vez más reducida clase social, propietaria de los medios de producción, destrucción y comunicación, y escondida detrás de un “intermediario anónimo”, que es el mercado.
La interiorización de la esclavitud objetiva y su reproducción constante en la psiquis de sus integrantes, que también afecta su comportamiento, es conditio sine qua non para su continuidad y funcionamiento sin obstáculos. Y en tiempos de crisis, como la que experimentamos hoy, las consecuencias son letales: competencia feroz, brutal reducción de puestos de trabajo y del gasto social, y el costo humano y financiero del militarismo, todo ello a expensas de los esclavos y del ejército de reserva de trabajadores a escala mundial.
El inhumano sistema depende cada vez más de un exitoso acondicionamiento mental-corporal, para que sus operarios piensen, actúen, sientan, crean y respondan de manera servil, más nunca crítico-negativa ante los abismos del mismo.