
Un análisis desde la pertinencia de pensarnos dentro de la tragedia
La ruptura individual del orden sistemático, permite al actor social contemplar los escenarios donde actúa, estar en primera fila observando como se desprenden las tachuelas que sostienen las coberturas de gamuza del suelo, y cómo aquellos que cumplen funciones y actos, se miran desconcertados buscando una respuesta, o especulando sobre la fuerza que determina el ritmo de la caída del telón y clausura de la obra.
En tiempos lineales, justamente, la sociedad se puede visualizar como una gran obra de teatro construida sobre andamios y tragedias, incluso el actor puede anticipar y reconocer qué papel ha estado jugando históricamente en su memoria personal, si uno protagónico o uno invisible en el cual no hay repercusiones en el imaginario social de su acto.

A propósito de la pandemia actual, provocada por una contingencia bacteriológica, aparece una oportunidad para identificar como la situación actual concebida como una tragedia es un espacio en el cual se construyen los nuevos referentes para normalizar la realidad social, o crear meta relatos que quedarán presentes en la memoria colectiva, no sólo de un país, sino del mundo entero, y claro de acuerdo a las particularidades culturales de los actores y su posición en la sociedad ¿Verdad?
No obstante, la tragedia también nos construye, y forma parte de nosotros, es un imperio lleno de posibilidades, amiga intima de la sobrevivencia, enemiga voraz de la comodidad. La tragedia no sólo es un momento histórico ambicionado por los cronistas de coyunturas sistémicas, también es una red de espejos, que enciende la luz en los lugares oscuros que no se visitan, y ante el tambaleo, y después de tantos días en casa, uno descubre lo que hay debajo de la cama, detrás del refrigerador, dentro de la parálisis, la curiosidad extraviada. La tragedia no sólo es un pretexto, la tragedia es un barco, que estamos construyendo, ¿a dónde nos llevará este barco? He aquí cada quien tiene su respuesta ¿Cómo queremos llegar a nuestro destino? He aquí una tarea para cada uno de nosotros (a). y si el barco se estrellara ¿Cuántas pandemias más necesitaremos para cambiar el timón? Aquí algunos puntos para la reflexión.
Pero… ¿Cómo pensarnos dentro de la tragedia?
El reconocimiento. Es importante reconocer si la preocupación de pensarse nace dentro de nuestros intereses, si no es así, hay que preguntarse ¿Por qué? ¿Qué me preocupa del futuro y repercute inmediatamente en mi entorno? Posteriormente hay que considerar que nuestros pensamientos son producto de prenociones de la realidad, que pueden considerarse como un conjunto de ideas sobre las cosas y los fenómenos con las cuales se califica la realidad sin hacer un análisis previo, es decir son las creencias que usamos porque nos identificamos ya sea del televisor, bueno eso ya es antaño, mejor dicho, de las redes sociales.
Recientemente también ha cobrado notoriedad un fenómeno que yo llamaría la intelectualización de la verdad, es decir la necesidad de saber que opina o piensa el intelectual de moda sobre un fenómeno del presente, ustedes saben bien, quienes están dentro de las principales listas de opinólogos. No demerito el trabajo de Zizek, y Chul Han, lo que intento articular, es que, ante la búsqueda de respuestas, los actores sociales no se preguntan cómo están percibiendo la desarticulación de la realidad desde sus propias experiencias, y en ese ir y venir de dudas, la curiosidad se queda enredada entre cientos de post avasallantes en el dispositivo digital. Es fácil recurrir a artículos que ya interpretan el mundo por nosotros, y bien, es genial, hay gente que hace análisis maravillosos, pero… ¿Cuándo se establece una reflexividad propia? ¿Hay un eco de nuestras lecturas en la forma que reproducimos la realidad? ¿Qué pasa en nuestro entorno inmediato?
Instante. Cada actor, es decir cada uno de nosotros, se encuentra en un escenario particular, y llamo escenario a un campo, a un contexto, en donde cada uno empieza cada día a producir su realidad social, bien, esto puede sonar confuso, no obstante es un proceso tan cotidiano que ya no le prestamos atención, debido al sentido común y a la automatización del tiempo, pero como quien se prepara cada día para salir a un show, o a un acto, así cada uno de nosotros, prepara sus palabras, para significar lo que se vivirá, así cada uno produce su instante, en un parpadeo.
De ahí que, en algunas ocasiones ante la incertidumbre, que incluso podría parecer normal en pleno siglo XXI, en algunos momentos no tengamos ni la menor idea de que está pasando, que sucederá o que pasará con nosotros mismos. Si, y repito como en una suerte de automatización confiamos en la hilaridad de la realidad como en una novela, o mejor dicho una obra de teatro, en donde estamos confiados que reconoceremos el fin por los actos de los intérpretes, que nos dirán cuando ya esté todo a punto de acabar, el fin inmediato.
Pero no, no sucede así, generalmente los procesos en los cuales se construyen la realidad son producto de factores sistemáticos, geopolíticos y simbólicos, que suceden sin que los notemos, convenciones y acuerdos en un imaginario ideológico que configura la realidad y edita las preocupaciones y ocupaciones de los actores, ¿las noticias de la pandemia es un ejemplo? Claro algunos actores tienen el privilegio de acceder a información menos manoseada y no todos (as) se enteran al mismo tiempo de las novedades “de las cuales hay que enterarse”.
Yo le llamaría a esto, la desigualdad para crear el instante, somos vulnerables de contar con las herramientas (noticias) para dar sentido a la contemplación y transformación del instante. En nuestro escenario particular cada uno de nosotros (as) es responsable de nombrar y darle un sentido a la obra que estamos presenciando ¿Realmente somos responsables? ¿Podemos hacer algo? Sin deseo de que nos sobrepase un sentimiento de impotencia, observar, en qué tipo de realidad estamos fabricando la nuestra.
La imaginación sociológica. Quizá en algunos (as) colegas haga eco este concepto, no obstante, para quienes no lo recuerden, no es mi asunto en este momento traer las nociones teóricas del concepto, en contraste, me interesa la categoría y lo que puede provocar, aún sin tener preparación teórica necesaria. Cuando hablo de la imaginación sociológica, en un primer momento, lo escribo en el sentido de provocación: ¿Podemos imaginar el mundo en el cual vivimos? ¿Es posible dibujar el conjunto de redes y relaciones que determina el mundo social? Cada uno de nosotros (as) puede responder esta pregunta o no ¿de qué depende?
Considero que de la imaginación sociológica que cada uno de nosotros (as) esté construyendo de acuerdo a los mundos de vida en los cuales se encuentre, ¿qué es esto? Bien, imaginar, sin muchos rodeos, desde mi perspectiva, es tener una idea de lo que pasa, la imaginación sociológica, en este sentido, no solamente es tener una idea de lo que pasa (suceso en el cual nos encontramos) es también tener una inquietud por comprobar las ideas que vienen a la mente, reconociendo e identificando la intención, como un condicionamiento de estar en el mundo. En otras palabras, habitar el presente, ¿Cómo? Comprobando las ideas que se forman de los sucesos que se experimentan.
Cuando hablo de la imaginación sociológica, no estoy intentando convencer a los bachilleres de estudiar sociología (aunque sí) me refiero más bien a la necesidad de que cada sujeto se construya a partir del reconocimiento de concebirse dentro de un mundo social, y desde ahí despojado de su narcisismo observe el suceso, es decir el presente, como un hecho histórico, dotado de oportunidades tanto para transformar la realidad, como para quedarse paralizado (a) deseando nunca salir de la habitación.
Movimiento. No quiero sonar pesimista, pero considero que la tragedia es una condición, o mejor dicho una implicación de existir ¿De qué forma asimilamos lo que sucede y usamos ello para interpretar la realidad en la cual estamos? La tragedia es el ir y venir de la sociedad, la tragedia es un movimiento, independiente a nuestras nociones, prejuicios, y ciencia, no obstante, ¿Cómo convivir con la tragedia sin acostúmbranos a ella? ¿Es acaso que su normalización tiene que ver con un mecanismo de defensa? ¿Por qué la tragedia nos expulsa de un mundo artificialmente construido, pero también nos repliega como una fuerza para estar atentos? y he aquí considero, el anclaje fundamental.
Nacer en un mundo, no precisamente podría ser considerado una tragedia, bien, no obstante, es imposible no aceptar que no nacemos en un mundo caótico, es verdad la naturaleza actúa independientemente a la voluntad humana, pero también la naturaleza social, de pronto pareciera conspirar en contra del hombre o a favor de. Pero si nos fijamos bien, es el hombre frente al espejo conspirando como atravesar el reflejo ¿No es acaso el espejo la tragedia? ¿Qué vemos en el espejo? ¿Qué hay en cada una de nuestras tragedias, en cada una de nuestras fisuras que forma parte de nosotros (as)? El tiempo, es la fuerza que nos repliega, como gotas suspendidas llevadas a voluntad por cambio de temperatura, esta temperatura la social, si bien, en algunos casos es simbólica, tiene el poder de confundirnos y extraviarnos en horizontes frágiles, ¿es acaso la tragedia un sitio cómodo que nos presenta el mundo para su reproducción? La vida está en movimiento, no es posible detenernos, mirar el tiempo, mirar la sociedad, ambos, no están acabados ¿Cuál es tu papel? ¿Tienes uno? Si ya se agotaron en la tienda de conveniencia, no te apresures, hay tiempo para inventarse (pero no mucho).
La parálisis. En algún momento habrás sentido que el mundo colapsa, se derrumba el precio del petróleo, los dirigentes pasan a un segundo plano, los cubrebocas son los protagonistas, las clases virtuales el medio para acceder al conocimiento, algunos grupos inconformes ante la cuarentena, ya no se escucha el cambio climático, la desigualdad social, ¿y en medio de todo eso te quedan ganas de moverte? ¿De caminar en calles intransitadas? Es evidente que la nostalgia de ser libres, a penas es un concepto, una farsa o una ilusión problematizada por el orden simbólico, ¿es posible crear libertar? ¿Cómo reproducir la sociedad en silencio? ¿Es el silencio la parálisis? Cada uno de nosotros tendrá respuestas diferentes, pero sin duda en lo que coincidiremos la mayoría, es en el deseo inmediato de la añoranza, y la añoranza se presenta como sonido discreto que recuerda las relaciones sociales, la utopía en el horizonte, pero, realmente sucede así ¿es la parálisis una medida de diferenciación social? Si bien las nuevas medidas del orden simbólico establecen mecanismos de legitimación y control del orden público y las prácticas individuales, es posible observar, más allá del cerco, un cerco privado, aunque con el auge de las redes sociales esta esfera de la vida social (la virtual) ya estaba amenazada.
Bien la idea que intento trasmitir en la confusión de ideas anteriores, es que en medio de la tragedia de pronto, el movimiento nos puede paralizar, y ello conlleva un proceso de asimilación de las conductas que se están estableciendo en el orden simbólico, en esferas intimas y privadas de la vida, no sólo estoy hablando de la codificación de la vida cotidiana, o mejor dicho la virtualización de un estar en el mundo, sino de las nuevas (o quizá no tan nuevas) prácticas represivas que se están estableciendo alrededor del planeta, amenazando no ese confuso concepto de libertad, sino una forma genuina de estar en el mundo y reproducirlo sin temor, paralizado, porque de pronto en la radio de tu localidad informan de nuevos casos de infectados de la pandemia, u otras pandemias ¿me estoy dando a entender? la parálisis de pronto se está estructurando como dispositivo, como un mecanismo de control social, y ante la consolidación de éste dispositivo (no tan nuevo) hay que estar atentos, despiertos, sin trasmitir temor, construyendo en lo inmediato, haciendo refugios para la subjetividad.
Concluiré mencionando que la tragedia nos obliga a pensarnos, a observar cómo nos construimos, en tiempos que para muchas generaciones jóvenes son situaciones históricas impredecibles, no obstante, considero un riesgo en las nuevas formas de interacción en tiempos de pandemia, las nuevas aplicaciones que distraen el estar en el mundo, ¿cuántas cosas nos estaremos perdiendo de la realidad, que ya no se repetirán o presentarán como fenómenos aislados al sentido común? Pensarnos en la tragedia, es nuevamente evocar la creatividad, la imaginación sociológica, y encontrar mecanismos para reinventar y reconstruir escenarios simbólicos en donde la vida como diversidad presenta condiciones y posibilidades. La vida, entonces no solamente es observar un hecho histórico, sino la sumatoria de resistencias de experiencias que transforman la muerte ¿y tú cómo imaginas el mundo después de la pandemia? ¿ya lo estás construyendo? En tiempos de tragedias, es imposible olvidar aquella sentencia de Bordieu, que, parafraseándola, quedaría así: “La vida como la sociología es un deporte de combate”.