
Estamos frente a una ciencia doblegada, a los pies y al servicio del poder económico. Hundieron y enlodaron al valor intrínseco de explicación valida y neutral de la realidad que tiene la ciencia, para beneficiarse perversamente amasando más fortuna.

En esta pandemia, la del Covid-19, las medidas para disminuir la velocidad del contagio, están centradas exclusivamente en las personas, como individuos o colectividades, sin embargo, queda sin tocar, aquellos aspectos de fondo relativos a la organización y estructuración de las zonas urbanas y rurales, así como de todo el comercio, industria, recreación, etc., que facilitan el contagio directo con los microorganismos y para el caso de la pandemia actual, con el Sars- Cov-2.
Debemos preguntarnos: ¿Y qué pasa con lo humano en esta pandemia?, ¿Cómo es tratado lo humano para que los efectos negativos sean menores?, o ¿Cómo afecta a lo humano las normas que conllevan a una nueva normalidad?
Estamos viviendo la época de la ciencia politizada, sesgada, inequitativa por los intereses grupales de quienes detentan el poder económico y político, y los investigadores se encuentran cumpliendo esos objetivos, a pesar de ello, y al mismo tiempo se vislumbra en el horizonte nuevos senderos para caminar diáfanamente por una humanidad respetuosa, generosa, que piensa en lo existente como realidades valiosas que están dentro y fuera de él.
La normalidad impuesta desde el poder del Estado y de las Instituciones de Salud y otras, con motivo de la pandemia del Covid-19 esta atiborrado de nubosidades, de incertidumbre, de desconfianza. Por todos lados se encuentra manifestaciones de descontento de la población ante las medidas restrictivas, y no es que no entiendan la importancia de esas medidas para frenar la velocidad del contagio y la posibilidad de muerte, sino que esas medidas homogenizadas son aplicadas más allá de lo útil y necesario, llenando los espacios sociales de control y vigilancia.
Por ese motivo, las normas establecidas para controlar la diseminación de la infección por el SARS-Cov-2 generan reflexiones de incredulidad y las reacciones a su aplicabilidad rebasan cualquier razonamiento, contribuyendo al desarrollo de espacios sociales para la resistencia a la aplicación de esas medidas.
No se escatima espacio de difusión masiva, indicando la necesidad de una nueva normalidad, en el que quedarse en casa, distanciarse de las demás personas, realizar el teletrabajo, o el tener más de 50 años le ubica como una persona de alto riesgo de contagio y muerte, razón suficiente para estigmatizar como invalido para realizar un trabajo remunerado fuera de casa. Todas las medidas colocadas en el escenario sanitarista, se presentan sustentadas en el bien de la humanidad, para evitar el contagio y la muerte, y en ese escenario parece como objetivo real conseguir una nueva normalidad, en la que la humanidad debería vivir de manera sumisa, con miedo extremo, sin capacidad de reflexión, aislada, subsumiéndose en una inhumanidad. Es a esa nueva normalidad que se gesta y levanta la resistencia por todas partes.
La presente reflexión a la nueva normalidad se centra en el nivel biológico-social que tiene un interés especial debido a que algunos países como en Inglaterra se encuentran en la tercera ola de la COVID-19, para colocar unas ideas controversiales acerca de la inmunidad y las medidas de prevención que los diferentes organismos Internacionales recomiendan y en los distintos países se colocan como norma a ser cumplida irrestrictamente.
Hay dos principios fundamentales a considerar en la posibilidad del contacto de los seres humanos con los microorganismos, y a partir de ello, la probabilidad de infectarse y desarrollar la enfermedad infectocontagiosa, que es parte de la praxis humana desarrollada a través de los tiempos para poder sobrevivir y convivir con esos microscópicos seres y compuestos químicos especiales, y se refieren al principio de permisividad y al principio de precaución que debería considerarse con la premura y contundencia para aplicar a la pandemia actual de la Covid-19.
El principio de permisividad explica la importancia del contacto con los microorganismos como una cuestión de vida para la humanidad. La especie humana si no conviviera de manera simbiótica y comensal con los millones de microrganismos en el interior del organismo y/o por contacto directo con ellas, ‘moriría’. Así de simple, moriría, no puede cumplir todos los procesos biológicos por sí sólo, muchísimos procesos que se presentan como propios del organismo humano, son ejecutados por los microorganismos que se encuentran en nuestro interior. Al desaparecer los microorganismos de nuestro cuerpo, nosotros no somos capaces de desarrollar esos procesos, el sistema orgánico fallaría y terminaría con la muerte.
Requerimos de la cooperación y participación activa de los millones de microorganismos. Y esta fuera de los deseos o permisos de cualquier persona, no se trata si una persona quiere o no, se trata de la necesidad imperiosa de que los millones de microorganismos estén dentro de nuestro organismo cumpliendo sus funciones que redundan en una vida saludable al mantener la homeostasis fisiológica de los humanos.
La información disponible da cuenta de cómo la alteración del microbioma afecta al organismo humano, esto es, la disminución de la flora normal de microrganismos en nuestro cuerpo y la relación existente entre la presencia de enfermedades como el cáncer colorrectal, diabetes mellitus tipo II, colon irritable, enfermedad inflamatoria intestinal, alergia y asma, o con algunas enfermedades del sistema nervioso central, entre otros.
Pero aún más, la capacidad inmunológica de cada persona se relaciona con el contacto efectivo que tenga una persona con los diversos microorganismos y con la frecuencia que lo haga. Para aclarar, la presencia de los microorganismos con nuestro organismo, en una primera vez, despierta el reconocimiento de si ese compuesto, elemento, o sistema vivo, es parte de su constitución o es extraño, cuando es reconocido como extraño a su constitución se inicia la reacción denominada antígeno-anticuerpo, con reacciones inmediatas de los glóbulos blancos, luego con las reacciones específicas con la producción de inmunoglobulinas, y finalmente por reacciones celulares y la creación de la memoria celular.
Pero este sistema inmune así creado requiere estar siempre y continuamente estimulado, requiere estar despierto en actividad, y eso se consigue con el contacto continuo y sistemático con esos microorganismos, de esta manera, los microorganismos tienen un rol importante en modular la cantidad y actividad de los distintos tipos de células del sistema inmune.
Por este razonamiento básico, y otros más específicos que existe a su alrededor, es imprescindible la aplicación del principio de permisividad, por ahora con las medidas implementadas, imposibilita este despertar inmunológico, disminuye la fuerza del cuerpo para estar en esa alerta continua.
Por otro lado, está el principio de precaución, relativo a evitar el ingreso desmesurado o de cepas agresivas que han potenciado la capacidad de enfermar o hacer daño al organismo humano. No es adecuado que las personas enfrentemos el riesgo de infectarnos y pensar salir sin ningún problema de aquella situación, por el contrario, una vez que entramos a la zona de peligro o riesgo de infección, y que esa exposición cumpla ciertos requisitos para que se transforme en una exposición suficiente, se constituye inequívocamente en una infección que puede llevar a la presencia de la enfermedad y en varios casos ser letal; entonces, la probabilidad de morir estará allí, a excepción de aquellas circunstancias en las que se pueda intervenir para cortar el curso evolutivo de la enfermedad con procesos médicos adecuados y eficientes.
Insistiré en la importancia del contacto con los microrganismos, por la relación directa con la vida saludable, pero a su vez por la producción de inmunidad, que es el proceso natural muy importante que nos vuelve capaces de vivir en una sociedad no aislada físicamente, sino en ese relacionamiento entre personas. Sin descuidar la precaución para impedir el ingreso en exceso de los microorganismos, situación en la cual el organismo no podría reaccionar favorablemente para impedir el curso de la enfermedad infecciosa.
Entonces nos encontramos frente a la Covid-19, en un dilema. Por un lado, la imperiosa necesidad de las medidas preventivas para evitar contagiar o contagiarse, muy conocidas en el mundo, y por otro lado la importancia de ponerse en contacto con los microorganismos para desarrollar o mantener o reforzar los procesos inmunológicos.
Sabemos que la mejor arma en contra del Sars-Cov-2 es la inmunidad, por ello la necesidad de las vacunas, y de vacunar a la mayoría de la población, con programas de largo aliento para sostener la inmunidad alcanzada en cada persona y comunidad. Pero parece que la vacuna, podría no ser la solución, por la capacidad mutagénica del virus, esto es por la capacidad de cambiar algunas de sus partes, que le mantiene como infectivo y patogénico, cambios sobre los cuales posiblemente la vacuna no tenga ningún efecto y pierda la eficacia requerida. Esta posibilidad no es ninguna novedad, así pasa por ejemplo con el virus de la influenza.
Entonces, ¿cuándo utilizar las vacunas?, las respuestas se encuentran difundidas en estos días más que antes. El principio genérico, se refiere a que debe vacunarse a todas las personas que no se han contagiado, o no tienen respuesta inmune.
Las normas para vacunar contra el Covid-19, tienen una direccionalidad, comenzando con los más vulnerables y con los de mayor exposición, en este grupo está el personal de salud, los trabajadores de la limpieza, el personal de la policía y del ejército, como también el personal que labora en los ancianitos, y obviamente a las personas de la tercera edad, como también a las personas en situaciones de vulnerabilidad biológica por otros trastornos que no impidan vacunarse, y los profesores –docentes- están peleando ser parte de este primer grupo porque deben regresar a las clases presenciales. Y después según las decisiones de los países estarán los demás grupos de personas que deben recibir las vacunas, esto es, según el riesgo de desarrollar la enfermedad grave o de morir.
Pero en este escenario, hay discusiones subidas de tono acerca de la definición de los grupos prioritarios y el orden en que deben ser vacunados, además en otro nivel de intereses se exponen controversias muy profundas, unas que parecen encontrarse en los espacios del complot, de lo absurdo, de falta de toda lógica científica, etc…, pero que un número indeterminado de personas creen que existe algo de verdad sobre esas explicaciones, como es el caso de la utilización de la pandemia para aplicar medidas de control y vigilancia poblacional drásticas, que se puedan mantener en el tiempo, y para ello la necesidad imperiosa de identificar a cada persona en todo momento y tiempo, siendo la vacunación un instrumento viable para colocar un chip de detección; pero, desde ese lado, los sonidos empiezan a hacer eco llegando a millones de personas quienes empiezan a dudar de la valides de las vacunas, y en el juego de los intereses, están las voces, los sonidos magnificados por los medios de difusión masiva desde los defensores, que dicen que la vacunación es lo mejor que hay al momento para actuar controlando la pandemia, y que debe hacerse todo lo que este a la mano, para que se vacunen todas las personas.
Sin desconocer, peor desvalorizar la importancia de la vacuna, como impulsor de la inmunidad de las personas. Está expuesta la duda, pero, hasta qué punto esa aseveración tiene algo de cierto, o es un espacio para generar controversias, que no hacen ningún bien a la humanidad. El tiempo lo dirá, que pasa con los vacunados frente a los no vacunados.
Pero las voces desde los llamados de algunos especialistas de la epidemiología y salud púbica, que no dejan espacio alguno para corear la importancia de vacunarse, obscurecen la propuesta cuando consideran en el análisis el principio de que cada persona es dueña de su vida y no puede ser obligada a vacunarse, en ese escenario cabe la posibilidad que un grupo importante de ellos no se vacune, dejando espacios para mantener el riego de nuevas olas epidémicas, por esa razón precisan que puede optarse por otros mecanismos, donde las diferentes instancias sociales pueden colocar como requisitos para acceder a sus servicios, tener el certificado de vacunación, y el argumento de estos ilustres es que desde esa estrategia no se viola el derecho a la autodeterminación de las personas, pero si quiere hacer uso de esos servicios deben cumplir con la vacunación. Esta idea que se suelta desde estos personajes, resulta que es un juego de palabras, alrededor de la misma imposición y obligatoriedad para vacunarse. Son unos mentirosos y juegan en el mismo campo de la manipulación.
Estos iluminados creen que las personas somos estúpidos como ellos, para creer en los juegos de palabras. Sin mentiras ni rodeos deben decir es obligatorio la vacunación para garantizar el control de la enfermedad, por lo que se aplicará a todas las personas, salvo a aquellas que por razones médicas no se deban vacunar.
Debe entenderse, que por la velocidad del contagio y la letalidad que tienen la enfermedad, no puede quedar a la discrecionalidad de las personas el vacunarse, sino que es obligatorio, como pasa con las vacunas triple (tétanos, tos ferina y difteria) o la pentavalente (tosferina, difteria, tétanos, poliomielitis, y enfermedades invasivas por Haemophilus infuenzae tipo b [Hib]), la antitubercolosa, el de la hepatitis B, influenza estacional, fiebre amarilla, etc…, aplicados en los países como los latinoamericanos, y la población reconoce la importancia de la vacunación, que es promovida desde la casa y en los distintos espacios sociales de la vida cotidiana, independientemente de si es o no obligatorio.
Este tipo de comportamientos, que deben ser pensados como procesos de concienciación, se muestran haciendo el juego a las disposiciones emanadas desde otras instancias institucionales, quienes, ante los ojos de la población, no tienen la credibilidad suficiente para ser rectoras de sugerencias y normas a ser cumplidas por la población.
Lo grave de esto, es que estos personajes iluminados, no abren sus bocas, no gesticulan nada con su cuerpo, cuando esta pandemia ha demostrado que el contagio acelerado está relacionado directamente con los modos de vida y estructura citadinos, de allí, lo imperioso y necesario de modificar el espacio urbano, para que dificulte el contagio con los microrganismos y otras substancias que se encuentran en el aíre o en el suelo. Pero los habladores inteligentes para unas cosas se transforman en mudos para indicar la necesidad de una nueva normalidad necesaria, pero no sólo dirigida a las personas como culpables de su propia suerte, sino actuando sobre la raíz de los problemas en el que se gesta las condiciones para el contagio.
Por ello, pensar en mejorar los procesos de distanciamiento físico en los sitios de aglomeración, es una prioridad para los arquitectos, diseñadores y salubristas, en la que, además, de manera efectiva se produzca la absorción de los gases y con ellos los de los microorganismos y otras substancias físicas y químicas, aplicando mecanismos para el intercambio con aire saludable apto para el consumo humano.
Súmese a lo anterior, la existencia de sitios de fácil acceso –al paso de las personas- de griferías con dotación de jabón gel para lavatorio de manos. Sin descuidar la organización diferente de la movilidad ciudadana, que garantice ese distanciamiento físico en las estaciones –paradas- de buses, trenes, colectivos, camiones, etc.
Y las personas no debemos olvidar el uso de mascarillas –barbijos- de manera adecuada, cuando nos encontremos cerca de otra persona o en sitios con probable concentración previa y durante nuestra estancia de microrganismos y del SAR-Cov-2 por la existencia de aerosoles, o gotitas de Flügge, o de aíre contaminado, son unas pocas medidas efectivas a no olvidar en esta nueva normalidad.
Cabe reflexionar, que la sociedad desde muchos años, únicamente se preocupó por enseñar y continúan enseñándonos a sobrevivir, pero no salir del agujero o del rincón en donde estamos anclados, petrificados… Nos enseñan a autocompadecernos y a cerrar los ojos e inmovilizarnos, cuando debemos desarrollar nuestras potencialidades con iniciativas e ingenio, y no solo hacer lo que digan los iluminados y la cuadrilla de seguidores que defienden e inundan los espacios con sus ecos.
La humanidad es tal en la medida de su capacidad de reinventarse, de crear y recrear situaciones diferentes y diversas ante la incertidumbre y lo impredecible. Hay que potenciar la voluntad humana para construir un nuevo mundo, una forma de vivir humana pensando en el cuidado de todos.
Insisto, desde este rincón de la sociología, en el que este Blog nos da apertura, que debe pensarse y actuar para reforzar lo humano con multiplicidad de acciones desde las diferentes culturas y forma de entender la realidad, y con adecuaciones efectivas para una nueva organización de las zonas urbanas y rurales, como de los centros comerciales, o de sitios en donde habría aglomeración de las personas, con la disposición de griferías y la dotación de jabón gel para lavado de manos, lavado nasal y gargarismos que se pueda hacer de manera efectiva sanitariamente, así como el distanciamiento social efectivo, y una organización de la movilidad ciudadana que considere el cuidado.
Pero gastamos en implementos completamente ineficaces, con pago a personal para que apliquen procesos muy ineficientes, como la toma de la temperatura, ponerse un poco de alcohol en las manos, roseado con ciertas substancias en la ropa al momento de ingreso a una institución, o el roseado al carro, que no tiene ningún valor, pero si es gasto de los fondos de los gobiernos locales o del bolsillo de los ciudadanos, con ganancias comerciales.