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Blog de Ciencias Sociales y Sociología | Ssociólogos

Cuando quien tilda a otro de negacionista es un afirmacionista

marzo 20, 2022

Entendiendo por “afirmacionista”, según los diccionarios al uso, a  quien muestra una postura que defiende con rotundidad la veracidad de determinados hechos, generalmente de interés público, que para otros no son necesariamente ciertos, deseo reivindicar aquí el empleo de tal adjetivo, frente a la desmesurada utilización de su antónimo (“negacionista”) que estamos padeciendo en la época presente tan marcada por el Covid.

Fuente: https://magazine.imaginaciontalento.com/la-obediencia-ciega-como-perversion/

A ello me ayuda y anima  una reciente publicación en facebook –que entiendo muy acertada por lo corrosiva- a cargo de Joséluis V. Doménech –Socioamores Políticas Y Otras Catástrofes-. Reza así:

“Afirmacionista: se dice de aquella persona que…

01- atiende con suma atención los mensajes trasladados desde los medios de comunicación y no se detiene, ni por diez instantes, a cuestionarlos.

02- se consagra a la voz mayoritaria y la defiende con denuedo.

03- no repara en señalar y/o menospreciar otras opiniones o consideraciones que no encajen con el discurso dominante”.

Debo indicar que, cuando  leí la mencionada publicación, no pude reprimir el impulso de aportarle una pequeña maldad -tal  como la siguiente- en forma de comentario a ese aporte. 

Ahí va la maldad: “Puede añadirse también a la definición que, cuando aquellos a los que –por no ser de los suyos- el afirmacionista denomina  negacionistas  le exponen las posibles contradicciones, etc. del discurso oficial, contestan: yo no me hago pajitas mentales como tú”. 

Y perdonen la expresión, pero me la han vertido ya en varias ocasiones. Doy mi palabra de honor, aunque no se estile ya (seguramente por agotamiento de existencias).

Propongo -por tanto- que, a quienes tildan de “negacionistas” a cualquier ser viviente dispuesto a cuestionar -lo más mínimo y aún de forma racional- algún aspecto del discurso oficial por ellos abrazado incondicionalmente (casi por obediencia debida a esa idea establecida como dominante), se les denomine –a su vez- “afirmacionistas” con similar vehemencia y de la misma forma peyorativa a la empleada por ellos frente a esos críticos. Me parece de estricta justicia retributiva.

Y resulta oportuno recordar que, en su caso, esa obediencia ciega/debida comporta la anulación de la identidad del ser libre, de tener criterio propio y de nuestra conciencia moral. En definitiva nos anula como pensantes.

Por supuesto lamento la utilización actual del término “negacionista”, y lo hago no tanto por inadecuado –pues quienes son calificados así, ciertamente tras sus análisis críticos pueden negar las informaciones que no superen el proceso cuestionador- sino por el sentido descalificador con que generalmente se lanza esa etiqueta. Ello no impide que existan quienes niegan cualquier cosa por evidente que sea –verdaderos negacionistas- y que se hallan alejados de los racionalmente críticos a los que antes aludía. De igual forma, quienes aceptan la información recibida tras analizarla y no de forma acrítica/conformista/obediente tampoco merecerían el calificativo de “afirmacionistas” en el sentido que le estamos dando.

Pero lo que aún lamento en mayor grado es que, quienes actuando como “afirmacionistas” en el sentido estricto y peyorativo antes expuesto, sin pensamiento autónomo, se crean –además- con derecho a despreciar –utilizando el  término “negacionistas” en su sentido despectivo-  a quienes sí lo poseen. El colmo. El mundo al revés.

Por ello, cuando quien tilda a otro de “negacionista”, resulta ser un “afirmacionista”, debe emplearse con él y sus manifestaciones aquiescentes/acríticas con el mensaje oficialista, ese término. Que el reproche sea verbalmente recíproco y neutralizante. 

En definitiva que, en los sentidos antes expuestos,  “afirmacionista” pase a ser más desvalorado que “negacionista”, pues es lo que corresponde.