
“Muchos años después, frente al pelotón de la Troika, Europa había de recordar aquella crisis remota que asoló todo un continente 30 años atrás”. Bien podría comenzar así una narración sobre la crisis de deuda externa en los países latinoamericanos y sus paralelismos con la actual situación europea. Una crónica que, con sus particularidades y matices, pretende anunciar la muerte de nuestros derechos sociales e incluso civiles.
La asfixia de los gastos financieros
De la lectura de un libro menos interesante que “Cien años de soledad” como son los presupuestos generales del Estado para el año 2013 podemos extraer muchas cuestiones merecedoras de un severo comentario. Pero quisiera hacer referencia a una en particular.
Según las cuentas anuales previstas por el gobierno, los gastos financieros del Estado para 2013 (lo que se prevé va a pagar por lo que le prestan) se elevan nada menos que a 38.589,55 millones de euros. Más de un 3% del PIB vamos a tener que destinar a pagar a unos “mercados” que están haciendo un negocio redondo a nuestra costa. Para hacerse una idea, el presupuesto en Educación para 2013 es de 2.561 millones de euros. ¿Responsables? El endeudamiento previsto del FROB (la manguera con la que el gobierno riega de dinero al sector bancario para su “reestructuración”) ascenderá a finales de2013, a60.528 millones de euros. Saquen sus conclusiones.
Este incremento en el coste de la deuda es un factor que contribuye a asfixiar nuestra economía y la de otros muchos países en Europa. Todas estas circunstancias guardan similitudes con la crisis que hace tres décadas enfangó la economía y la sociedad en Latinoamérica.
El dios del endeudamiento llora sobre Méjico
En efecto, el volumen de deuda contraída por diversos países del continente americano pasó en 1970 de unos 29.000 millones de dólares a ascender a 159.000 millones de dólares a finales de 1978. En 1982, poco antes de que Méjico se convirtiera en el primer país en declararse en quiebra, “la deuda viva total se había doblado” (Enseñanzas latinoamericanas para una crisis europea, Documentos de Economía de La Caixa, nº 25 febrero de 2012, página 6).
Las causas de esta situación fueron diversas, aunque destaca sobre todo el proceso de acumulación de capital provocado por las crisis del petróleo en los años 70. Los países exportadores disponían de un exceso de liquidez consecuencia del incremento en el precio del crudo. El resto de economías, incluyendo por supuesto las latinoamericanas, sufrían la situación inversa. Sus necesidades de financiación fueron satisfechas por los países productores a través de la banca internacional, en particular norteamericana, responsable de canalizar esos excedentes de dinero. Este trasvase se realizó en forma de créditos en condiciones financieras muy poco favorables para unos países que necesitaban capital para pagar sus necesidades de petróleo y seguir invirtiendo en su desarrollo. Nada mejor que un desequilibrio económico para seguir haciendo negocio.
De un colapso a otro y tiro porque me toca
Es necesario llamar la atención sobre el paralelismo existente entre aquella situación y la originada en Europa, donde los países del norte colocaron a través de las entidades de crédito sus excedentes de capital en los países del sur, ya sea adquiriendo deuda griega o dando crédito a los bancos españoles. Tanto en un caso como en otro hubo errores en la valoración de los riesgos y de las expectativas. Es cierto que en los años setenta las economías de los países latinoamericanos crecían de media en torno a un 5%. Y qué les voy a contar del chollo de la banca europea con el ladrillo español. Sin embargo, en el caso latinoamericano, los tipos de interés comenzaron a crecer desde 1978, contribuyendo a encarecer la deuda. Pese a todo siguieron concediéndose créditos hasta bien entrado 1982. En Europa por su parte, los bancos miraban a otro lado ante un negocio que iba adquiriendo paulatinamente dimensiones de burbuja nuclear, como advertían diversos informes incluidos los del propio Banco de España. Todo esto demuestra las contradicciones de un sistema abocado siempre al atasco. Mientras hay lucro hay vida. Poco importan las consecuencias económicas y sobre todo sociales. Sobre todo si nunca hay escarmiento.
El poderoso influjo de la desigualdad
Hay otro aspecto en ambas crisis que es menester destacar y que hace referencia a las diferencias de desarrollo entre países. Una desigualdad económica pero también política que evidencia el poder de unos estados con respeto a otros. Es la lógica del dominio sistémico o, en palabras de la profesora de derecho internacional de la Universidad de Murcia Rosana Garciandía, “el poder de los distintos Estados dentro de la comunidad internacional”. Según esta profesora “menores niveles de desarrollo institucional se materialicen en ciertas limitaciones en relación con la capacidad de negociación” (La deuda externa en la actualidad, Ed. Comares, 2012, páginas 31 y 3). Si este hecho resultaba de todo punto lamentable e injusto hace 30 años, ahora todavía lo es más en una presunta “Unión Europea” donde los mecanismos institucionales nos hablan de unos estados en pie de igualdad jurídica. Esto es la teoría, claro. En el fondo es evidente la relación de desequilibrio y dominio de unos países europeos sobre otros, fruto de unas estructuras económicas que han mantenido sus posiciones y cuyo propósito es perpetuarse a base de imposiciones de naturaleza colonial.
¡Salvemos la banca!
Otro aspecto a destacar en ambas crisis hace referencia a la cuestión bancaria. En la crisis latinoamericana la preocupación inicial de los responsable norteamericanos de política económica era la de garantizar la solvencia de sus grandes bancos, acreedores de los países sobre endeudados. “Siendo la solvencia bancaria un objetivo prioritario, aquí la cuestión fundamental era a qué ritmo la banca norteamericana podía afrontar las pérdidas derivadas del impago de sus créditos con América Latina” (Enseñanzas latinoamericanas para una crisis europea, Documentos de Economía de La Caixa, nº 25 febrero de 2012, página 23) Y para ello no se dudó ni un ápice modificar la regulación bancaria sobre provisiones, capital, etc. Lo que hiciera falta. Justo el mismo camino emprendido a este lado del océano 30 años después. No les voy a aburrir a ustedes con toda la retahíla de medidas adoptadas en Europa sobre solvencia bancaria y recursos propios. Queda clara la identidad de objetivos y mecanismos empleados para causar el menor daño posible a una banca irresponsable que se comporta como un niño al que se le dan todos los caprichos. Para que luego hablen de riesgo moral.
“Ajustes estructurales”, recortes en tiempos de cólera
Pero sin duda alguna, la sensación de estar viviendo lo mismo que décadas atrás se aprecia con toda crudeza en las políticas económicas impuestas por los “Estados dominadores” y su banca sobre los países deudores. Sí, me estoy refiriendo a los “ajustes estructurales”, es decir las “medidas de desregulación, privatización y liberalización económica que se exigían como condición para conseguir ayuda” (La deuda externa en la actualidad, Ed. Comares, 2012, página 38).
La consecuencia fue el agravamiento de la situación social en los países latinoamericanos por la aplicación de estas políticas. Es más, la recuperación económica posterior a la crisis no supuso una recuperación de los indicadores sociales ya que éstos mostraban quince años después del inicio de la crisis unos niveles peores incluso a los que se registraban a principios de los ochenta.
La injusticia de la austeridad
No es el hecho cierto de que este tipo de políticas sean contraproducentes para estimular el crecimiento económico, sino que además se aplican de manera injusta. Tanto en el caso latinoamericano como en el europeo el peso de estas reformas lo sobrellevaron en gran medida los asalariados. “El reparto de la austeridad que el ajuste exige, se hace con la misma desigualdad que caracteriza en aquellos países el reparto de la riqueza. El ajuste cargó su peso desproporcionadamente sobre las mayorías populares, que ven reducidas las posibilidades de empleo, su poder adquisitivo, y las modestas medidas redistributivas que había implementado el estado” (Juan José Natera Rivas “Distribución social de la crisis económica en América latina y nuevas tendencias tras la recuperación” Revista Baética: Estudios de arte, geografía e historia, 1997, nº 19 página 242).
Con la excusa de la crisis, a recuperar privilegios
Pero además de su injusto reparto social, las políticas brutales de ajuste se hicieron con vocación de permanencia. “Estas políticas, tendentes a una “flexibilización laboral” (en realidad a la precarización y desprotección absoluta de los trabajadores) habían sido implementadas por los gobiernos militares, pero continúan aplicándose aún hoy pese a la adopción en muchos casos de regímenes democráticos” (“Distribución social de la crisis económica en América latina y nuevas tendencias tras la recuperación” página 241). La enseñanza es clara. Se aprovechó el shock de la crisis para dar el golpe de estado económico que interesa a una minoría. El objetivo era, y sigue siendo, dejar los derechos sociales como los llanos de Comala. Y si es posible sin que pueda volver la hierba a crecer. Para que vayamos tomando nota.
¿Sirvió de algo tanto recorte económico, tanto sufrimiento social?
A mediados de los noventa, cuando el volumen de deuda había sido reconducido a niveles “sostenibles” algunos países registraron crecimientos notables… en lo económico. Pero estos signos de recuperación centrados exclusivamente en magnitudes macroeconómicas “no pueden serlo de un verdadero crecimiento equitativo, cuando otros indicadores, como cobertura (y calidad) de los servicios de salud, acceso a la vivienda, escolarización, etc. no pueden considerarse como a la altura de las nuevas circunstancias económicas.” (“Distribución social de la crisis económica en América latina y nuevas tendencias tras la recuperación” página 242). En un primer balance de la crisis latinoamericana desde una perspectiva social (que en el fondo es la única que interesa), puede decirse que la recuperación económica no tuvo reflejo en mejoras en la situación social, que mantuvo y aún profundizó las desigualdades ya existentes.
Se evidencia así que toda crisis y sus mecanismos de resolución son ante todo un reposicionamiento de los grandes poderes económicos en aras de mantener a toda costa su status. La crisis guarda un oscuro objeto de deseo. “El espíritu que alimenta gran parte de las políticas de ajuste aplicadas en América latina para tratar de superar la crisis es reclamar la vuelta a las facilidades y precisiones propias de la “inacción” del Estado liberal” (“Distribución social de la crisis económica en América latina y nuevas tendencias tras la recuperación” página 245) Lo que ocurrió entonces, y está sucediendo ahora, es una reestructuración en el seno de la economía capitalista y una aniquilación del papel del Estado en cuanto agente redistribuidor de riqueza a través de la aplicación de políticas sociales.
La “deuda odiosa”, modelo para armar
Una enseñanza final que merece la pena destacar en estas apresuradas notas es la de las luchas civiles organizadas en diversos países latinoamericanos para combatir y erradicar la denominada “deuda odiosa”. Una reivindicación que diferentes países europeos, España incluida, comienzan a asumir ahora como herramienta de lucha social: “No debemos, no pagamos”. La experiencia de los países latinoamericanos en este sentido debe servirnos como ejemplo. El comentario y análisis de esta interesante propuesta lo dejaremos para la siguiente ocasión. Si la autoridad lo permite.
Fuente: www.cronicadearagon.es