
Los hipnosedantes ocupan ahora el tercer lugar de las drogas, detrás del alcohol y el tabaco. Nuestra sociedad está cobrando también un duro precio a la vida por el aumento de los suicidios que igualan a los de los desahucios.
La gente común desde los 15 hasta los 70 consume más somníferos y tranquilizantes en tiempos de crisis. Los hipnosedantes se han convertido en la tercera droga más utilizada en el país, mientras descienden alcohol, tabaco y cannabis. El abuso de somníferos e hipnosedantes en España se ha disparado en los últimos años.
Los tranquilizantes y somníferos que representaban menos del 5% del consumo en 2005 subieron al 11, 4% en 2011 y un 2- 3-4% aproximadamente más en 2012 y pasan a convertirse en la tercera droga más habitual tras el alcohol y el tabaco. Este auge coincide con los años de la actual crisis económica, una relación que los expertos no descartan, aunque no lo pueden confirmar de forma absoluta. Sin embargo, no hay bien que por mal no venga y el descenso en el consumo de tabaco, alcohol, cannabis o cocaína y el resto de drogas, ha sido bien recibido. Pero ¡vaya un consuelo!!. Y los hipnosedantes están por subir a las nubes.
Así lo pone de manifiesto la última Encuesta sobre Alcohol y Drogas de la población entre 15 y 64 años, elaborada por el Ministerio de Sanidad y presentada hace un tiempo. Las declaraciones que puedan seguir, es lógico y lícito que cada cuál las tome como quiera, porque el interrogante de todos es: ¿Cómo y quien nos ha llevado a esta situación en la que nadie cree en nada y menos en la política de partidos, etc…
“No descarto que exista una influencia de la crisis en el consumo de hipnosedantes”, explicó el delegado del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas, Francisco Balbín. El uso de este tipo de fármacos tiene especial incidencia entre las mujeres -a diferencia del resto de sustancias-, cuyo porcentaje de consumo duplica a los hombres (15, 3% frente a 7, 6%, respectivamente). Esta diferencia es mayor cuanta más edad hasta alcanzar el máximo de un 27% de consumo en mujeres entre 55 y 64 años.
La situación se cobra un duro precio también en vidas. En las historias clínicas destaca el efecto de la crisis económica
Las patologías psicológicas se multiplican debido a la ansiedad de muchas personas que están al borde de un abismo del que nadie parece querer rescatarlas, afirman los médicos.
“Cada día intentan suicidarse en España un total de 243 personas ingiriendo fármacos de lo más diverso”, indica uno de los informes citados en el Congreso Nacional de Laboratorio Clínico que se lleva a cabo en la ciudad de Barcelona.
De acuerdo con el jefe de la Unidad de Toxicología del Hospital Universitario de Son Espases, Palma de Mallorca, Bernandino Barceló, “la crisis económica se ha unido como un factor más en las ideas suicidas”.
Sin embargo, el doctor Barceló es libre para considerar que las personas que ingieren fármacos para quitarse la vida probablemente tienen ya algún trastorno psíquico que se agrava con los problemas económicos con un conflicto familiar o sentimental. Y eso no es del todo cierto porque-y recientemente-gente mayor sin tendencias suicidas anteriores se ha arrojado por el balcón al quedarse en la puñetera calle…
“En las historias clínicas se observa significativamente el efecto de la crisis económica en las personas potencialmente suicidas y cuando se habla con ellas tras recuperarlas, se observa un conjunto de causas desencadenantes”, según los especialistas. Eso tiene más lógica. Pero también lo es que no hubiera habido ninguna necesidad de recuperarlas si las condiciones no fueran las actuales.
El Dr. Barceló señaló que cada día ingresan 542 personas (197.830 personas al año) a los servicios de urgencia de los diferentes hospitales españoles por diversas intoxicaciones que no llegan al suicidio aunque tampoco todas lo intentaron. Es un dato de referencia.
En el 60% de las intoxicaciones diarias (325 personas) está presente el alcohol, y el 45% (243 personas) son por la ingestión, con intenciones suicidas, de psicofármacos, fundamentalmente benzodiacepinas: antidepresivos, ansiolíticos y relajantes musculares.
Estos productos se adquieren en las farmacias, casi todos mediante receta médica, y muchas personas se automedican. “Esto supone un peligro para la salud”, consideró Balbín, quien insistió en la importancia del papel del profesional sanitario para decidir su toma. En cualquier caso, el delegado del Gobierno aseguró que la tendencia creciente de los tranquilizantes es general en los países europeos y también en mayor o menor crisis.
El inicio de acceso al alcohol se sitúa en los 16, 7 años, el más bajo solo por detrás del tabaco (16, 5 años). La falta de sensación de riesgo en el consumo de alcohol se traslada a las intoxicaciones etílicas. De hecho, el 41, 3% de los hombres entre 15 y 34 años se ha emborrachado durante el último año, una cifra que disminuye al 23, 5% en mujeres. Ahora carecemos de referencias en cuanto al alcohol como ansiolítico en proporción con años pasados.
El consumo de cannabis ha descendido un punto porcentual respecto a 2009 hasta el 9, 6%, y es la cuarta droga más consumida. Los jóvenes entre 15 y 24 años son quienes más consumen esta sustancia (14, 7%). También desciende el consumo de la cocaína cuatro décimas hasta el 2, 2% -España sigue liderando el ránking de esta sustancia- o de otras drogas como el éxtasis o las anfetaminas. Respecto a las drogas emergentes, que por primera vez se incluyen en el estudio, las más consumidas son las denominadas setas mágicas (3, 5% en hombres y 1, 2% en mujeres), mientras que el resto, ketamina o metanfetamina, apenas superan el 1% o menos.
“Cada vez hay menos dinero para comprar drogas. Eso también ha generado un cambio en su consumo”
Eso lo comenta José Luis Rabadán, uno de los responsables de la Unión Española de Asociaciones y Entidades de Atención al Drogodependiente (Unad) y añadiendo dos cosas, una el cambio hacia sustancias más baratas y la otra a razones relacionadas con la crisis.
Pero el aumento del uso de tranquilizantes y somníferos, recalca el especialista en Salud Pública Rafael Borrás, no supone un nuevo patrón de consumo de abuso. “Estamos ante un fenómeno reactivo, no ante un cambio de apetencia”, dice este experto, responsable durante años del Observatorio de Medicamentos de Abuso del Colegio de Farmacéuticos de Barcelona. “Es un patrón armónico que se da en situaciones de crisis, como la actual. Han aumentado las presiones estresantes externas que recibe el individuo, y eso se traduce en el binomio depresión-ansiedad”, indicó en la encuesta Edades 2011.
Los hipnosedantes rompen el patrón del resto de las drogas, y su uso es mayor en jóvenes y en hombres. Y en eso el paro y la falta de un futuro no habrá quien lo niegue. El consumo de somníferos y tranquilizantes se dispara a partir de los 35 años, y es la única sustancia en la que el porcentaje de consumidoras es mayor —el 15, 3% de mujeres la han tomado en el último año, frente al 7, 6% de los hombres—. Algo que se explica, según Antonio Cano, presidente de la Sociedad Española de Ansiedad y Estrés (SEAS), porque la prevalencia de la ansiedad y la depresión es superior en las mujeres. “Duplican a los hombres en estos trastornos emocionales”, dice. Además, ellas piden consejo médico más habitualmente.
Los orfidales y los lexatines son legales y de uso teóricamente controlado (receta médica). ¿Se puede hablar entonces de abuso? Algunos expertos creen que sí. Coinciden en que se está dando cierta inercia terapéutica al prescribirlos. “La gente tiene cada vez más dificultades para pagar la hipoteca, para acabar el mes o encontrar trabajo. Eso genera una ansiedad tremenda, y el principal tratamiento para esos problemas psicosociales es tristemente de tipo farmacológico. Pero esto no se resuelve con medicamentos”, comenta.
Estos fármacos, además, no son inocuos. Su uso continuado, explica Luis Bononato, del Proyecto Hombre, genera mucha dependencia. Un riesgo que la mayoría de la sociedad aún no percibe, según explica el Dr Rabadán. “Son sustancias que están socialmente muy aceptadas. Nadie pasa apuros por decir en su entorno que toma pastillas para dormir, por ejemplo. Muchas veces no se consideran una droga y no se les da importancia; pero la tienen, y producen el síndrome de abstinencia”, apunta. Lourdes (nombre supuesto) lo sufrió. Llevaba cinco años tomando somníferos con prescripción médica cuando se quedó embarazada. “Lo dejé de golpe y lo pasé fatal. Sufrí mucho. Tuve insomnio, ataques de ansiedad…”, cuenta. Al final, el médico optó por volver a recetarle otro fármaco; éste compatible con su embarazo y en bajas dosis. Sobrevivió. Y hay mil jóvenes que no se llaman Lourdes.
Babín cree que las cifras españolas de estas sustancias son importantes. Sin embargo, como contrapunto-¿consuelo?- pone el ejemplo de su uso en Estados Unidos, donde la población que consume hipnosedantes es el doble que en España. Pero aunque la radiografía de Sanidad no lo muestra, España está a la cabeza de los países de la Unión Europea en uso de somníferos y tranquilizantes: se consumen 51, 9 dosis diarias de ansiolíticos (relajantes) por cada 1.000 habitantes; frente a las 24, 1 dosis de la media de 18 países; y 26, 8 dosis diarias de hipnóticos y sedantes (para dormir) por cada 1.000 habitantes frente a las 24, 9 dosis de media de la UE. Datos preocupantes, según el presidente de la SEAS, que indica que las cifras no han cesado de aumentar en los últimos 10 años.
¿Incertidumbre del futuro?.. No…No hay ninguno donde elegir más que para los Bárcenas o Urdangarin. Lo de Rajoy es demencial
Para el coordinador del área dependencias de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (Semergen), José Ángel Arbesú, el consumo se ha incrementado debido a diferentes consecuencias de la crisis económica como el desempleo, la visión del futuro, la preocupación por la posible pérdida de trabajo o la sobrecarga laboral. Se trata de trastornos adaptativos como estados de ansiedad y depresión que presentan síntomas como insomnio, palpitaciones, desasosiego, mareos o dolor, que “merman su funcionalidad diaria y por tanto la calidad de vida”.
Para la psiquiatra Enriqueta Ochoa del Hospital Ramón y Cajal de Madrid el creciente uso de los somníferos “de forma legal”, con receta médica, son para tratar síntomas como la ansiedad, la irritabilidad o por problemas de adaptación a distintas circunstancias de la vida.
En la psiquiatrización de la vida cotidiana cualquier ansiedad la convierte la Sanidad en “pastillazo”
En este sentido, esta experta explica que en los últimos años se observa en las consultas lo que los psiquiatras denominan una “psiquiatrización de la vida cotidiana”. Tratan síntomas que hace años se consideraban normales y que en los últimos tiempos provocan una mayor demanda de fármacos para mitigarlos”, señala Ochoa.
La doctora Ochoa indica que este tipo de fármacos “pueden ser muy útiles si se toman durante un tiempo generalmente corto para controlar síntomas que pueden ocasionar mucho sufrimiento”, pero advierte de que no son la solución a esos problemas y admite que “un número importante de personas abusan de los psicofármacos como forma de controlar la ansiedad o trastornos”.
En el mismo sentido se manifiesta el psicólogo Ricardo Ros, quien asegura que en los últimos cinco años el número de envases de tranquilizantes vendidos ha pasado de 23 a 35 millones y sostiene que desde hace tiempo “muchas cosas normales se tratan como enfermedades”.
Ros, autor del libro ‘Stop a la ansiedad’, considera que la industria farmacéutica “trata de que cualquier cosa se convierta en trastorno mental para dar el pastillazo”. Ros, no obstante, ella apunta a que la ansiedad se produce por falta de adaptación al medio aunque debería decir al cambio a peor “y eso una pastilla no lo resuelve”, pero -lamenta- a la Sanidad Pública le resulta “más fácil” administrar fármacos que tratarlo a través de los psicólogos.
También Arbesú insiste en que estos fármacos deben de tomarse durante el menor tiempo posible, “si es posible de forma puntual” ya que tomados durante algunos meses generan dependencia y la necesidad de tomar dosis cada vez más altas para conseguir el mismo efecto.
La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) ha revelado que el 39% de los españoles ha tomado durante 2012 medicamentos contra la ansiedad
Es una reveladora encuesta de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) y uno de los datos que se extrapolan de este foro realizado entre más de 2.000 españoles entre 18 y 74 años sobre su experiencia con los medicamentos para tratar la ansiedad. Se trata de un estudio que se ha realizado en Bélgica, Italia, Portugal y Brasil simultáneamente.
En España-como decimos a lo largo de este reportaje- un elevado porcentaje -el 39%-de la población toma este tipo de medicamentos de forma prolongada: cuatro de cada diez personas han recurrido en alguna ocasión a fármacos para tratar la ansiedad, un porcentaje que en el caso de las mujeres llega al 50%. Causa impacto en la OCU que la decisión de tomar estos medicamentos parta principalmente del médico de familia (en un 57% de los casos) en lugar del especialista, y que seis de cada diez pacientes digan no haber sido informados por el médico del riesgo de dependencia en que incurrían al tomar ansiolíticos.
El perfil del usuario habitual de estos medicamentos es el de una mujer mayor de 34 años, con un nivel de estudios bajo-medio y que se encuentra en situación económica difícil o de desempleo. Las razones que se argumentan para tomar estos medicamentos son en un 32% de los casos por la dificultad en conciliar el sueño; en un 30% por problemas laborales-económicas; en un 29% lo hacen por sucesos traumáticos y un 17% por diversas causas. Y los consumidores habituales no acostumbran a superar las dosis recomendadas: un 43% de los pacientes toman estos fármacos por debajo de la dosis prescrita, aunque lo más corriente es tomar lo aconsejado, tanto entre quienes toman ansiolíticos o inductores del sueño (50%), como los que usan antidepresivos (67%).
Sólo un 36% de los encuestados declararon que el especialista les señaló los posibles efectos adversos, cuando estos medicamentos, advierte la OCU, “pueden provocar pérdidas de memoria y somnolencia diurna mientras se toman”. “Mayores pueden ser incluso los problemas al abandonar la medicación”, según señala la organización de consumidores, que apunta a que el 38 % tuvo dificultades para dormir tras dejar de tomar ansiolíticos y a un 37 % les aumentó la ansiedad. Mientras, de los que habían tomado antidepresivos, el 26% tuvo problemas de ansiedad al dejar de tomarlos y el 22 experimentó mayor irritabilidad.
Los datos más preocupantes, según la encuesta, son los problemas de dependencia que generan ya que un tercio de los usuarios consultados reconoció que si no tienen su medicación a mano sienten nerviosismo. De las respuestas de los entrevistados se desprende que un 23% de los consumidores de ansiolíticos se ajustan a un perfil de dependiente, un riesgo que se incrementa hasta un 32% en aquellos que llevan tomando este tipo de medicación más de un año.
La OCU aconseja que las personas que tengan problemas para dormir o que estén nerviosos o decaídos prueben con cambios en el estilo de vida, hagan ejercicio, coman de forma más saludable y comenten su situación con alguien de confianza, antes de recurrir a los fármacos. Recomienda también aprender a tomarse las adversidades de otra manera porque hay situaciones traumáticas en las que es normal sentirse mal, probar en determinados casos con la psicoterapia y, en todo caso, si el médico le receta algún fármaco, preguntar sobre sus posibles efectos adversos. La organización de usuarios ha remitido los datos del estudio a la Agencia Española de los Medicamentos y Productos Sanitarios.
Fuente: Dias por la web en Globedia.com