¿Qué es esa ‘cosa’ llamada sociología? Para mi una ciencia, un arte, un oficio, una profesión, una pasión, una forma de vida, una mirada praxiológica que permite ‘desfamiliarizar lo familiar y familiarizar lo desconocido’ (Bauman) o, en otras palabras, que hace posible el ejercicio de ‘la imaginación sociológica’ (Mills).
En 1979, recién llegada a la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, las gentes del territorio español, así, ‘las gentes’ en general, lo desconocían. No era demasiado extraño: de hecho, parece plausible pensar que para que las potencialidades de la sociología sean reconocidas se necesita una sociedad enfrentada dialécticamente con el Estado, una sociedad moderna, tolerante con la diversidad, no autoritaria y no dogmática, con unas ‘amplias clases medias’ productivas capaces de reflexionar sobre su propia historia y su futuro. En caso contrario, la sociología siempre resulta demasiado incómoda, incluso en su vertiente más descriptiva, académica y plana.
En realidad, en aquel momento, ni yo misma sabía si era o no una ciencia, si tenía alguna salida profesional, si podría vivir ejerciéndola o si la disfrutaría descubriendo nuevos territorios del conocimiento o del activismo político. Tampoco sabía si terminaría aquella licenciatura. Hice un pacto conmigo misma: aquel primer curso sería un tiempo en que la sociología y yo nos pondríamos a prueba, mutuamente, mediríamos nuestras respectivas intenciones y deseos, y valoraríamos si podríamos llevar a buen término un feed-back vitalmente enriquecedor.
Al cabo de un mes ya me habían seducido la sociología, la facultad, muchos de sus profesores y un buen número de mis compañer@s estudiantes. Conferencias, asambleas interminables y llenas de propuestas, el ‘casi’ final de la huelga de PNN y sus reivindicaciones de estabilidad laboral, el inicio de nuevas huelgas por la autonomía universitaria y mayores cotas de democratización, cine-fórums, tertulias en el bar entre profesorado y estudiantes, rondas de cañas y cafés apasionados, lecturas -muchas- que implicaban un reto intelectual y analítico…
Además, en aquellas aulas tan grandes y poco funcionales que nos ‘habían prestado’ junto al Palacio de la Moncloa, hubo dos momentos en los que sentí vívidamente que aquello era lo mío:
– en una clase de Joaquín Arango sobre la transición demográfica española en el Antiguo Régimen (jamás había oído un discurso tan elaborado y claro, en el que se entremezclaban datos, hipótesis y futuras líneas de investigación, y -al mismo tiempo- enunciado con la pasión de quien disfruta desvelando lo que ya ha descubierto);
– y en una clase de Fermín Bouza sobre el libro de T. S. Khun ‘La estructura de las revoluciones científicas’ (pura epistemología, puro desvelamiento de los debates en torno a la verdad en la ciencia, las relaciones de dominación y su articulación con las concepciones del mundo imperantes; con unas palabras dichas en un tono tan pausado, tan abierto a cualquier interrogante, a cualquier crítica, que resultaba imposible no escucharle con todos los sentidos).
Después vinieron muchos otros momentos de desvelamiento de lo oculto en la realidad social que estábamos construyendo: con Mª Jesús Miranda, Mª Ángeles Durán, Ángel de Lucas, Víctor Pérez Díaz, Luis Martín Santos, Andrés Bilbao, Carlos Moya, Miguel Ángel Ruíz de Azúa, José María Maravall, Juan Trías… No hablaré ahora de algunas de las cosas que me dejaron con la boca abierta -literalmente- y con el corazón lleno de entusiasmo. Lo dejo para otras entradas en este blog. Pero si queréis conocer un poco aquel contexto formativo y apasionante, os dejo el siguiente link, donde encontraréis un texto muy clarificador de Julia Varela y Fernando Álvarez-Uría:
http://www.ucm.es/info/eurotheo/sociologia/spain/trafico.htm
Así que decidí quedarme. Decidí estudiar sociología y ciencias políticas; decidí especializarme en sociología industrial, es decir, en estructura y cambio social, en clases sociales, relaciones de dominación y procesos de legitimación modernos, en análisis del discurso… Y empezó a perseguirme la ‘maldita pregunta’: ‘sociología… ¿qué es eso?… ¿para qué sirve?… ah, psicología, ¡qué bien!… ¿de qué va?… ¿eso es como la filosofía?…’ Agotador, sencillamente agotador. Amig@s, vecin@s, familiares… tod@s formulando aquella ‘maldita pregunta’ de la que no siempre supe salir mínimamente airosa. Al final adopté una respuesta estándar: ‘La sociología sirve para conocer la sociedad mediante encuestas y me voy a dedicar a elaborarlas y analizar sus resultados’. No era toda la verdad, ni la mitad, ni una cuarta parte de ella, pero cuando lo decía con convicción esta respuesta resultaba ser muy eficaz y el ‘tema’ solía quedar zanjado.
Tres décadas después, a finales de noviembre de 2012, se me ocurrió explorar en mi página de Face Book -’Sociological Diversia’- hasta qué punto habían cambiado las cosas al respecto y planteé lo que llamé ‘la pregunta del mes’. Era la siguiente: “Cuando les comunicas a familiares, conocid@s, amig@s que has estudiado o estás estudiando sociología ¿cuál es la pregunta que suelen hacerte?” La pregunta estaba categorizada, pero se podían añadir nuevos items de repuesta (las más ‘divertidas’ -’Eso es para captar socios ¿no?’, ‘Yo me llamo Ralph’, ‘Es eso del Zelipe González ¿no?’- no son mías), podía responder cualquier persona y era de respuesta múltiple. Los resultados fueron los siguientes:
Como véis en más de tres décadas -al menos entre quienes han respondido- pocas cosas han cambiado. Estos resultados no son más que una exploración entre amig@s sociológ@s que han querido responder (N ≈ 103). Por tanto, no se ajustan a los criterios de validez ni de fiabilidad muestral. Pero me llevan a reflexionar sobre el hecho de que es muy posible que la sociedad española haya cambiado muy poco: la hipótesis de que la sociología sólo puede ser ampliamente conocida -y reconocida- en una sociedad enfrentada dialécticamente con el Estado, en una sociedad moderna, tolerante con la diversidad, no autoritaria y no dogmática, con unas ‘amplias clases medias’ productivas capaces de reflexionar sobre su propia historia y su futuro, creo que sigue siendo un hipótesis plausible. Sería una interesante investigación. Tal vez dentro de poco me ponga a ello.
Artículo de Fátima Perelló, visto en su blog sociologicaldiversia.wordpress.com