La teoría del equilibrio perfecto aplicada a lo social, económico y cultural, forma parte de las utopías más dañinas que hoy sustentan las teorías políticas mundiales.
Con la excusa de que existe un desequilibrio, y que dicho desequilibrio está mal, en cualquiera de estas áreas, se justifica la intervención estatal.
Este diseño del equilibrio perfecto, supone que el Estado “conoce” todos y cada uno de los posibles fines de la gente, supone saber de los propósitos de los múltiples agentes que componen la realidad social y económica, a fin de poder dar una solución que equilibre la balanza.
Y eso es mucho suponer …
Jamás nadie podrá nunca saber toda la información de un sistema tan complejo como es la sociedad ni hay manera alguna de verificarlo. Así que, los políticos cogen sus variables estadísticas y con esa simplificación piensan que están en disposición de dar soluciones.
Y las dan: dan subvenciones por aquí, subvenciones por allá, regulan restricciones por aquí y regulan privilegios por allá … Esto se conoce como “ingeniería social”. Sin saber si tal o cual intervención en lo socioeconómico está realmente arreglando o empeorando subsecuentemente las cosas.
Esta es la política económica que está más de moda en las últimas décadas.
Y los resultados no pueden ser más desastrosos, a todas luces.
En el fondo, esta manera de ver las sociedades desde la teoría del equilibrio perfecto, no difiere mucho, por no decir nada, de la visión autoritaria de un dictador cualquiera.
Según la visión de un dictador al que no le gusta las “inestabilidades” del sistema, lo que hace es proponer un orden distinto y personal, su “equilibrio perfecto”, es decir, su visión personal y ególatra de la sociedad. — Que le desequilibra la libertad de expresión de la gente, pues la prohíbe y sigue con su orden social, que le interesa una determinada empresa de un sector, pues la favorece por ley exclusiva sin que pueda tener competencia alguna, y así sucesivamente.
De todas formas, la arrogante idea de que puedes intervenir en la sociedad “para ayudarla” a equilibrarse supone una información tan desorbitada, que nadie tiene ni puede tener, y de consecuencias tan imprevisibles como peligrosas.
En una economía de mercado libre, sin intervención estatal, los agentes que componen el tejido socioeconomíco de la sociedad van situándose en sus interacciones conforme a las leyes del orden espontáneo. Ninguno de los agentes tiene esa imposible información de todo el sistema, pero sus fines y propósitos (la información que tienen) les permite interactuar con otros agentes (proveedores, intermediarios, etc) que son los más cercanos a él, haciendo posible que estas cooperaciones redunden en un orden natural, y esto da lugar a un orden asimétrico, y no como algunos quieren que sea, como algo plano, romo y estático, y sin vida más allá de sus estadísticas.
El orden espontáneo es algo natural, en una bandada de palomas, ninguna de ellas ‘sabe’ los movimientos del conjunto total de todas ellas, pero en su vuelo sólo tiene que sincronizarse (interacciones) con sus laterales y la que tiene enfrente, y así lo hacen todas, de manera que el conjunto de vuelo es el ‘perfecto’ sin que nadie dirija a nadie, no es necesario ningún director de esa orquesta, aparte de que sería catastrófico para la bandada de palomas si lo hubiere. Esa es la maravilla del Orden Espontáneo.
Artículo de Pedro Donaire, en bitnavegantes.com
– Imagen de una visión del ‘equilibrio perfecto’ y del orden espontáneo.
– Vídeo sobre el orden espontáneo.