¿Hay verdades absolutas o sólo realidades basadas en percepciones? ¿Es real o es representación lo que nos transmiten los medios de comunicación? ¿Puede una mentira explicar una verdad?
El género del “falso documental”, como su nombre indica, se trata de una ficción que tiene como objetivo ofrecer una realidad verosímil. Dicho de otro modo, este relato persigue la apariencia de ser verdadero. A raíz del programa especial, dirigido por el periodista Jordi Évole (“Salvados”), bajo el título “Operación Palace” (La Sexta, 23/02/2014) sobre el golpe de Estado fallido del 23F, algunos expertos se preguntan:
- ¿Es ético dramatizar en falso o banalizar sobre un tema de Estado?
- ¿Dónde está la frontera entre la verdad y la mentira?
- ¿Formatos de este tipo y sus contenidos se pueden considerar periodísticos?
El propio Évole se justifica ante algunas de las críticas que le han llovido, diciendo que “al menos nosotros hemos dicho que era mentira”. Al contrario de lo que pasa cada día en los telediarios donde se escuchan “noticias deliberadamente falsas y no pasa nada”. Para otros analistas, es la demostración perfecta de cómo nos manipulan diariamente. Se trata de una llamada de atención sobre la vulnerabilidad de la sociedad hacia los medios de comunicación y su capacidad para manipular. Por tanto, en este sentido, el experimento de Évole y su equipo es ilustrador de lo que llaman propaganda informativa. Como ejemplo es acertado. Como algunos afirman, “fue un ejercicio de estilo y nostalgia que recuerda lo obvio: que la televisión es un discurso construido y que manipular las imágenes es relativamente fácil”. Esto lo explican a la perfección Noam Chomsky en “La propaganda y la opinión pública” (Crítica, 2002) y con Ignacio Ramonet en el libro conjunto “Como nos venden la moto” (Icaria, 1995).
“Operación Palace ” está inspirado, tal como nos explican sus artífices, en el reportaje “Operación Luna” (otro documental de ficción) producido por la cadena francesa ARTE. Otro ejemplo de formato similar fue la emisión Bye Bye Belgium (2006) en el telediario de la televisión pública belga (RTBF). Se trataba de un informativo falso (si bien era presentado por su “conductor/periodista” habitual), en el que se anunciaba la independencia de Flandes y la abdicación del Rey. En aquella ocasión, también participaron con sus valoraciones periodistas, analistas y políticos, que “se representaban a sí mismos”. Este episodio se podría exportar a otros lugares, como en Cataluña con el tema de la independencia. Hay quien considera que esto no responde a las funciones del periodismo. En realidad, se aproxima más a una técnica periodística al servicio de la ficción.
¿Se imaginan mañana despertar con la noticia en TV3 que ya somos un Estado independiente y que se ha proclamado la III República española? El humor es un buen antídoto contra los dogmatismos y, ciertamente, la Transición española (o mejor dicho la “Cultura de Transición”, según el estudioso Guillermo Martínez) se había vuelto un relato sacralizado. Los temas de Estado son intocables y la verdad sobre estos acontecimientos históricos, en casi todos los contextos, están sujetos al maquillaje. Como bien dicen los historiadores, la Historia es una disciplina entendida como una “herramienta de uso social”, no siempre al servicio del pueblo. La Historia en mayúsculas es escrita por los vencedores, los poderosos o los líderes.
El deconstruccionismo, nacido del post-estructuralismo, pone sobre la mesa el relativismo y el revisionismo interpretativos sobre la realidad y la historia. La también periodista, Milagros Pérez Oliva, alerta de la necesidad de vigilar con el “relativismo” cuando desde algunos medios se afirma que la “verdad no existe”, sino que “hay muchas verdades como interpretaciones de la realidad” y que todas ellas están en pie de igualdad. Pues según ella, este planteamiento es una gran trampa. Sostiene que la verdad en periodismo existe; al menos, la verdad de los hechos, la verdad factual: lo que es cierto es comprobable.
Si bien el documental de Évole es falso, otro producto audiovisual similar, pero supuestamente verídico, como el especial “Ochéntame otra vez” (TVE, 6/03/2014) sobre la noche electoral de 1982 puede despertar escepticismos y dudas sobre la realidad. En él se rememora la victoria electoral del PSOE. Un testimonio crucial de aquella velada fue Alfonso Guerra, vicesecretario general del partido, quién explica de qué modo se dieron a conocer los resultados electorales. Según su relato, él había perfeccionado un sistema desde el equipo electoral que permitía con pocos votos adivinar cómo iba a terminar la noche electoral. Procesado un porcentaje significativo de los votos, Guerra ya disponía del triunfo socialista. En el momento de verter los datos, le llamó el Ministro del Interior, Juan José Rosón (UCD, 1980-1982). Guerra de inmediato pensó que el Ministro –en el gobierno en funciones de Leopoldo Calvo Sotelo- con los “datos verdaderos” le iba a felicitar, pero inesperadamente éste le pregunto: “¿Tú tienes los datos?” Guerra extrañado le respondió: “Yo tengo los míos que son pocos, que los manejo con un ordenador mediante un modelo matemático de proyección”. De nuevo el Ministro le comenta que “ellos no tienen nada”: “Se nos ha caído el modelo informático”. A las doce menos cuarto, pocos eran todavía los datos oficiales de los que se disponían. Más bien ninguno, “ni un solo dato en el panel” del Palacio de Congresos de Madrid. El reportero desplazado allí de TVE informaba que la única “explicación que puedo dar es que no hay explicación”. Ante esta inusual situación, Guerra se prestó a dar él mismo los resultados públicamente. Ofreció una rueda de prensa en el Hotel Palace (coincidencias con la verdad-mentira en relación con el especial de Évole), centro electoral del PSOE donde estaban reunidos los principales líderes del partido y sus militantes.
Al oír las palabras de Alfonso Guerra, pensé que todo era muy extraño, pues hoy en día dudaríamos de la fiabilidad de esos resultados e incluso alguien podría insinuar “juego sucio”. En ese sentido, el periodista de la época Lalo Azcona recuerda -en ese mismo reportaje de entrevistas- que Guerra era “el brujo de la tribu socialista, quién hacía las pócimas, el que hacía el gran puchero –sin decir que hiciera trampa- era el que cocinaba todo aquello”. Después de escucharle, alguien podría empezar a hacer preguntas tales como: ¿Por qué se cayeron los datos?, ¿Por qué el líder de la oposición sale a leer los resultados elaborados por su partido (“made in Guerra”), pero con carácter oficial ante la opinión pública? Si consultamos la hemeroteca, leemos en la portada de La Vanguardia (“Felipe gana”, 29/10/1982) lo siguiente: “El Partido Socialista Obrero Español (PSOE) ha obtenido la mayoría absoluta en las elecciones legislativas celebradas ayer, según informó oficialmente a las 00.23 horas de hoy el subsecretario del Interior, José Ignacio Izarra del Corral. Este anuncio fue hecho de acuerdo con los datos obtenidos de un porcentaje decisivo y cuando quedaban por adjudicar 15 escaños, pendientes de los últimos cómputos”. Según fuentes de ABC en “Extraordinario índice de participación: el 75,67 por 100 del electorado” (29/10/1982), “[…] A una pregunta referida a que el PSOE anunció una rueda de prensa para dar a conocer algunos datos sobre los resultados, el ministro dijo que varios partidos iban a hacer estimaciones, por medio de muestreo, sobre dichos resultados, pero que la obligación del Ministerio del Interior era dar datos concretos. El Ministerio sólo proporcionará datos verificados correspondientes a segmentos significativos”, declaró el Ministro Juan José Rosón. En todo caso, hecha una breve investigación sobre aquello que se publicó durante esas jornadas, podemos concluir que poco se insistió en saber realmente que sucedió. De hecho, en la memoria de los españoles y en su imaginario colectivo se recuerda especialmente –como es lógico- la euforia y celebración en las calles por el triunfo del cambio que representaba el PSOE, sin poner en cuestión detalles “menores”, tales como la intervención de Guerra en ausencia de datos oficiales.
Por otro lado, ¿quién nos dice que la verdad subjetiva no es mentira? Siguiendo a Jean Baudrillard y según otros investigadores que así lo recogen “(…) vivimos en una era de la simulación y la hiper-realidad. La realidad se infiltra por la ficción. Lo real es sustituido por un simulacro hiper-real que acabará siendo más real que la realidad misma. El original se convierte en una copia, una reproducción. La simulación precede la realidad”. Para ilustrar esto busquemos un buen ejemplo: el testigo falso de Enric Marco. Fingió durante treinta años haber sido preso en un campo de concentración nazi e, incluso, presidió la Amical de Mauthausen Cautivó a historiadores y periodistas, algunos de ellos sin contrastar las fuentes se dejaron seducir por un engaño muy verosímil. Marco es un gran comunicador y una vez descubierto en su mentira se justificó, aunque parezca paradójico, a través de una verdad: “de esta manera la gente me escuchaba más y el trabajo divulgativo era más eficaz” (El Mundo, 12/05/2005). Sobre esta historia se han hecho dos documentales que recomiendo: Ich bin Enric Marco (2009), de Santiago Fillol y Lucas Verma y La gran ilusión (2009) de Mikel Mas Bilbao. En Francia, en 1993 Jean -Claude Romand asesinó su familia ante el temor de que su secreto dejara de serlo. Durante quince años había hecho creer a todos sus parientes y amigos que era cardiólogo y que trabajaba en la OMS. Más recientemente, también hemos asistido atónitos a las últimas declaraciones del ex ciclista Lance Amstrong. Después de años de negar las acusaciones, reconocía ante las cámaras, en una entrevista concedida a la popular periodista estadounidense Oprah Winfrey, que “es humanamente imposible ganar siete Tour de Francia sin doparse”.
Cambiando de tercio y ya a modo de conclusión, me pregunto qué hay de verdad y de mentira en las noticias que nos llegan de Ucrania y Crimea. En los medios se nos presenta el conflicto entre dos bandos: los “pro -europeos” o “pro – occidentales”, que desde nuestra óptica y situación geopolítica representamos “los buenos”, frente a los “pro -Rusia” que personifican “la corrupción y la vulneración de los derechos humanos del régimen de Putin”. Las imágenes televisadas sólo capturan las movilizaciones y los enfrentamientos entre manifestantes y policía en Kiev. Pero, poco más sabemos, salvo estas simplificaciones que promueven el desconcierto y la desinformación.
Enlaces:
http://sociedad.elpais.com/sociedad/2014/02/24/actualidad/1393274943_808656.html
http://www.rtve.es/alacarta/videos/ochentame-otra-vez/ochentame-otra-vez-noche-del-cambio/2432650/
Baudrillard, Jean (1999). “De la seducción”. Barcelona: Altaya.
Gamero, Vanesa y Milena en “Tiempo y tecnología en la psicología de la comunicación, materiales UOC. © Fundación para la Universidad Abierta de Cataluña. PID_00159774.
Martínez, Guillermo (2012). “CT o la cultura de la Transición”. Barcelona: Debolsillo.
Pérez Oliva, Milagros. “Adiós, y Mucha suerte” (El País, 26 de febrero de 2012) [Enlace retirado]