Empecemos por definir lo que entendía Simmel hace casi un siglo por ‘tragedia de la cultura’, en pocas palabras sería algo así como una situación en la que una creación de los humanos en sociedad adquiere su dinámica propia independiente de la voluntad de las personas que la crearon y como consecuencia de esto empieza a coartar las vidas de quienes están relacionados a esa creación cultural.
El fútbol fue en un inicio una creación propia de algunos sectores en la sociedad británica que después se expandió hacia todo el globo. Aquí se puede apreciar una separación de la creación cultural (el futbol) y la sociedad que lo creo, ya que el futbol evoluciono sin tomar en cuenta la idiosincrasia británica de finales del siglo XIX que lo creo; por lo que en el medio siglo posterior a su difusión ya se podía hablar de estilos de fútbol distintos distintos en diversas partes del mundo. Pero hasta aquí no hay problema.
El problema empieza después, aproximadamente a mediados de los años 80 del siglo pasado. El futbol se mecanizo cada vez más a partir de ese entonces. Recordemos algunas cosas del futbol en la época previa: Garrincha, el ya olvidado ídolo brasileño de Suecia ’58, tenía que colgarse del tren que pasaba por su pueblo todos los días para ir a los entrenamientos de su club –el maquinista, que era muy hincha le hacia el favor de bajar la velocidad para que pueda subir-; Sócrates -otro ídolo brasileño- rechazo todas las ofertas de Europa porque quería acabar su carrera de medicina en Brasil; un goleador uruguayo de Boca a mediados del siglo pasado, acepto jugar por este equipo siempre y cuando pueda ir solo los fines de semana a Argentina ya que el resto de la semana trabajaba como electricista en Uruguay. Era una época en la que el futbol no era profesional, en la que no se pagaban sueldos escandalosos, en la que los jugadores no eran estrellas con los humos subidos y tenían una ocupación aparte del juego, en fin muchos de ellos personas que llegaron a la excelencia con historias dignas de ser contadas. Esta época se caracterizaba por un tipo de juego no tan práctico, en donde los jugadores no solo intenten ganar a toda costa, sino también demostrar sus habilidades en el juego, las tácticas no eran muy rígidas y los jugadores tenían mucha libertad para hacer sus regates y demás técnicas en el campo.
La situación cambio desde mediados de los años ’80, el futbol empezó a ser cada vez más rentable, los contratos millonarios empezaron a aparecer -uno de los primeros había sido el de Pele con el Cosmos a finales de los ’70-, y ya no había lugar para que el futbolista se dedicase a otra cosa que no sea jugar (favorable económicamente, ¿pero en otros aspectos de la vida?). El futbol empezaba a abarcar casi toda la vida de los dedicados a ese deporte, empieza la tragedia de la cultura. Y esto se produjo justamente debido a un factor que Simmel considera uno de los principales distorsionadores de las creaciones de la cultura, el dinero.
Volvamos a Simmel. Para él la tragedia de la cultura consiste en el control de la cultura individual (la capacidad creativa de los individuos para producir, absorber y controlar los elementos creados por la humanidad), por la cultura objetiva (aquellas cosas materiales o inmateriales que las personas producen); es decir la tragedia de la cultura es una alienación de la cultura objetiva respecto a la cultura subjetiva que trae como resultado el control de la primera sobre su creadora que es la segunda. En lo que respecta al dinero, Simmel lo consideraba como un ejemplo de la tragedia de la cultura y el medio que expandía esa influencia hacia otros campos; ese es el papel que juega en este caso.
Volviendo al futbol, sucedió que la cultura subjetiva (las técnicas que demostraban los jugadores en el campo de juego) termino siendo controlada por la cultura objetiva (la evolución del futbol hacia un sistema de estrategias destinadas a obtener victorias de manera práctica), cada vez las estrategias se han vuelto más rígidas y los jugadores se han especializado, no solo en dedicarse enteramente a futbolistas, sino únicamente a una posición especifica dentro del campo, subordinados a las órdenes de los entrenadores y a los resultados que se exigen de estos. Ejemplos de esto abundan, basta ver un partido cualquiera en el que un equipo X este perdiendo, por más que no esté jugando bien, los jugadores no van a tener la creatividad de rearmarse como equipo en el campo de juego desobedeciendo así las indicaciones del entrenador. Eso sucedió la temporada pasada con el Barcelona que teniendo al mismo equipo que se había vuelto casi invencible con Guardiola, no podía ganar partidos con Vilanova solo porque este no usaba la misma táctica que el anterior. La dinámica del juego constriñe a los jugadores a seguir indicaciones del entrenador sin discernir si esta en lo correcto y por ende sin capacidad de hacer un pequeño acto de ‘rebelión’ en el partido para ganarlo.
Por otro lado, siempre se dice que en mente sana, cuerpo sano; pero en el caso del deportista profesional su gran entrenamiento físico generalmente no va de la mano con una formación igual en áreas intelectuales o académicas, por lo que la mayoría de ellos al final de sus carreras son personas comunes sin nada más que saber que el juego del que ya no forman parte, no es raro por eso ver a muchos convertirse en un personaje de farándula antes y después del retiro, en vez de dedicarse a actividades productivas que sus fortunas les pueden permitir; salvo honrosas excepciones claro está. Esta es la parte en la que más gravemente la tragedia de la cultura unida al interés monetario afectan a los individuos, en la medida en que los obligan a especializarse únicamente en un aspecto de su vida descuidando el resto, y esto no es cuestión únicamente del futbol, sino también del resto de actividades humanas donde la división del trabajo (que en el pensamiento de Simmel también es un efecto de la tragedia de la cultura) ha arraigado fuertemente.
Y la tendencia sigue aunque siempre va a haber un toque de creatividad humana en el juego, al menos eso espero.
Artículo de Socioideas.com
El futbol, la ritualización de la lucha de los seres humanos en defenza de su territorio, ningún deporte ha representado tan simbolicamente la defenza de los territorios. Y siempre tras los territorios están los empresarios, según el valor que signifique cada contienda sube el costo de las transacciones que impulsan este ritual. Para los aficionados es su mito, para los empresarios su negocio, como fueron negocios las cruzadas y la guerra de Irak. Los individuos que juegan, aún los más virtuosos, son objetos porque en este juego no existen sujetos. Son objetos de la cultura como el futboel es objeto simbólico de la guerra.
Hay algo del fútbol, antropológicamente hablando, que lo hace un culto poderoso. Existen dos formas sociales que no siendo originalmente modernas, se establecieron en la modernidad con una cultura diversa: El catolicismo Romano y El fútbol. Al menos en occidente son las más reconocidas y su atracción pasa sin lugar a dudas porque lo ritualístico no es en base a una racionalidad moderna.
El rugby también tiene este sentido de recrear la guerra….
Ahora bien, aunque en la actualidad sea un objeto de la mercantilización y probablemente de la especulación y negociación de la economía global, la gracia que tiene es que se juega en base a un elemento ilimitado que gobierna la improbabilidad: El Balón.
La incertidumbre de la esfera, es la base de la disputa, y la atracción pasa, para quienes juegan como para los espectadores, justamente por recrear algo originario del ser humano occidental.
Algo particular habrá en el fútbol que lo hace, incluso en los escenarios más viciados por la gana de lucrarse, un ámbito lleno de sentido y sentimiento y creo que de ahí hay algo de su poder creador; esto no es nuevo, siempre lo ha sido, de ahí su gusto popular, pero creo que para bien o para mal el solo hecho de sentirse parte de un equipo de fútbol ya desprende, tanto para jugadores como aficionados, la necesidad de buscar una auto- referenciación que lo distinga del resto y esto va desde la forma de gambetear, celebrar un gol o de adoptar un estilo de juego acomodado a un interés táctico, hablando ya de un cuadro. Pues no es igual hablar de un estilo de tocar el balón 40 veces para llegar al gol como hace el Barcelona, a uno en el que sólo hacían falta 3 toques como el Arsenal de Henry. ¿Y si era tan efectivo porque cuesta cada vez más continuar con lo mismo? y si solo esos estilos ganadores como la mayoría de las cosas se aplacan con el tiempo y se vuelve previsibles? Habrá la necesidad de mover fichas como un cuadro de ajedrez con el fin de obtener de nuevo el factor sorpresa que devuelva la victoria. No creo que en el fútbol todo se vaya formulando de manera tan rígida, porque siempre es susceptible de que algún “salvador” llegué o pase alguno de esos “milagros” cuando todo parecía definido. Que la mercantilización del espectáculo ha modificado aquellos intereses primarios que buscaban el solo hecho de practicar un deporte de eso no hay duda, pero es la misma esencia del fútbol la que lo saca de ser un entretenimiento baladí y homogenizado a llegar a nuevas significaciones, incluso cuando parece que una bolsita con el signo pesos puede albergar dentro de sí jugadores y equipos completos, siempre habrán pequeñas excepciones, en donde un sentimiento irracional de un aficionado o de un jugador amateur aun no se ven absorbidas por un objeto de racionalidad pura como el dinero,