Marsella, la tercera ciudad más importante de Francia, desconocida por amplios sectores de la opinión pública y, por eso, poco turística ha sido eternamente estereotipada. Para el sociólogo y jefe del Observatorio Regional de la Delincuencia y los Contextos Sociales (ORDCS) Laurent Mucchielli, es una equivocación entender Marsella (dentro del departamento Provenza-Alpes-Costa Azul) como una anomalía francesa. Se trata sólo de la ampliación de un fenómeno. Esto se explica fundamentalmente por la cobertura mediática de la violencia, que tiene un efecto enorme sobre la vida de las personas.

Mucchielli, en su ensayo “La frénésie sécuritaire. El retorno del orden y el nuevo control social” (Ed. La Découverte, 2013), analiza las verdades y mentiras de la delincuencia en Marsella. Desde una perspectiva histórica, el estudio compara la tasa de criminalidad de las cinco ciudades más grandes francesas. Los resultados desmienten la reputación de Marsella como una ciudad uniformemente violenta. La situación de Niza, Toulouse, Marsella y París está muy contrastada, en función del tipo de delito. Marsella va muy por delante en robos y scooters acte que París. Pero el hurto en las personas es superior en París y Niza. Y en Marsella se detecta menos destrucción en coches y mobiliario que en Lyon. Por ejemplo, si comparamos la violencia o los actos de venganza (“ajuste de cuentas”) entre bandas, percibimos, según el experto, que en los últimos treinta años, en la región de Bouches-du -Rhône ha habido un aumento considerable – especialmente entre 2007 y 2012. Pero, esto no sale en la televisión.
Mucchielli explica que, a comienzos del siglo XX, se produjo un cambio en la delincuencia marsellesa: “el paso del uso del cuchillo al de la pistola, ya que los criminales siempre están buscando las armas más eficaces”. En el caso de los “bandidos” French Connection, éstos tenían ametralladoras o fusiles automáticos (concentración de Kalashnikov). Por otra parte, la droga (cannabis) se ha convertido en una economía de supervivencia. La zona de producción principal se encuentra en el valle del Rif en Marruecos, que hace de Marsella un lugar estratégico. Este sistema está implantado en todas partes de Francia, pero está más arraigado en Marsella. Sin menospreciar, por tanto, la gravedad de algunos hechos ocurridos en Marsella, Mucchielli cree también necesario evitar el abuso de representaciones negativas de la ciudad que empeoran su imagen. Considera que Marsella se ve sobreexpuesta a su crimen.
En los últimos años se han actualizado los viejos estereotipos sobre la ciudad, presentando Marsella como un territorio exótico, particularmente violento. Incluso la capitalidad cultural 2013 pasó desapercibida dentro y fuera de Francia. Por razones estrictamente políticas, durante el verano de 2010, el entonces presidente de la República Nicolas Sarkozy, priorizó el tema de la seguridad experimentando con Marsella. Según la tesis de este sociólogo, Marsella fue tomada por las autoridades políticas “como un territorio en el que desarrollar una escena formal de seguridad, con constantes visitas de Ministros y la presencia mediática de los comisarios de policía”.

Por su parte, los medios de comunicación han creado una especie de alerta permanente. Todo sucede en Marsella. Se magnifica. En otras palabras, todo lo que pasa alrededor de Marsella es probable que sirva para alimentar una historia de representaciones simbólicas. Así pues, se produce un proceso de deformación donde parece que en Marsella sólo pasen “cosas delirantes”. Asimismo, también se refuerza un proceso paralelo de fabricación de la carrera delictiva. Las representaciones con los jóvenes delincuentes se autocumplen, tal como expone la llamada teoría del etiquetaje. Los actores locales juegan un doble juego, se quejan de los parisinos “malvados”, que ofrecen una imagen negativa de su ciudad, pero a menudo son ellos mismos los que activan las alertas. En todo caso, esta mala reputación de la ciudad perjudica claramente su desarrollo económico, empeorando la situación de pobreza que viven algunos barrios, donde la falta de trabajo es un auténtico problema. Marsella se ve afectada por las crecientes disparidades sociales.
A diferencia de aquello más común o habitual, la pobreza en Marsella se concentra en los barrios del norte, y los más ricos en el sur. Los informes muestran que las diferencias sociales en Marsella se agravan (no han dejado de crecer desde 1990) con la presencia de algunas bolsas de pobreza extrema Y confirman que la violencia en la ciudad no es toda física, sino estructural. La amenaza a la cohesión del tejido social es la principal consecuencia. A fuerza de estar lejos unos de otros, los territorios pueden romperse, alerta Mucchielli. Marsella se ha convertido también para la OCDE en “una de las ciudades más desiguales de Francia”, lo que podría causar “considerables desafíos para el crecimiento sostenible del territorio”. En Marsella, la división o disparidad “norte – sur” de la ciudad se ha convertido en una amenaza: los barrios marcados por las dificultades sociales (cada vez más numerosas) se sitúan al norte. Mientras tanto, en el sur, los más favorecidos también están creciendo.
Según estos estudios y tomando como indicador el nivel de vida, se observa como en el barrio Lilas -Olivier 77% de la población vive por debajo del umbral de la pobreza frente a Estrangin (en el centro de la ciudad), donde sólo lo hace el 5 %. A Kalliste, territorio al norte de la ciudad, extremadamente degradado, el ingreso medio por unidad de consumo fue de 296 euros por mes en 2009, contra 3.374 euros en el mismo año en Cadenelle, la zona más rica de Marsella. Y la situación empeora. La brecha entre el ingreso medio de los barrios más pobres y los de los más ricos (llamados “las islas azules de la prosperidad”) aumentó de 2.500 y 3.000 euros entre los años 2000 y 2008.
En cuanto al indicador de desempleo, los diferenciales son aún más altos. La tasa de paro supera el 30% en las zonas urbanas del norte, frente al 13,3% del sur. En el distrito XIV supera el 50%, y alcanza el 60% en algunas áreas. Además, existe una clara discriminación entre aquellos hogares donde al menos uno de sus miembros es de origen inmigrante y aquellas familias en que los padres no lo son. Las primeras son las más afectadas por el subempleo. Los barrios más empobrecidos ofrecen el escenario ideal para mantener una gran reserva de mano de obra para explotar y, en el peor de los casos, dar cabida a la economía sumergida. En definitiva, todo ello crea un caldo de cultivo en el que dominan algunas actividades ilícitas como el tráfico de drogas. Es el rostro de la supervivencia económica.
Los problemas educativos explican en parte la subocupación. La tasa de los no graduados entre los jóvenes de más de 15 años que han abandonado la escuela es alto en Marsella (media de 24 %), con un 39% para todos los distritos del norte. Una vez más, las diferencias regionales empeoran con el tiempo. Si tomamos la comparación entre Cadenelle y Kalliste, el barrio más rico y el barrio más pobre, la brecha que los separa en relación a la tasa de graduación es del 46 % en la actualidad. Si bien Marsella es la única gran metrópoli francesa que nunca ha experimentado disturbios colectivos graves, esto no significa que no haya señales de advertencia sobre posibles revueltas. El menor índice de disturbios se explica, en parte, gracias a unas redes sociales fuertes, arraigadas en una identidad local. El tejido asociativo también es sólido, aunque se ve amenazado, tal como antes se ha indicado.
Cuando se le pregunta al alcalde de Marsella, Jean – Claude Gaudin (UMP), por la brecha entre los barrios del norte y del sur, opta por la negación. Responsabiliza de la pobreza la concentración de población en determinados barrios del norte (conjunto de bloques de pisos verticales, ciudades dormitorio del extrarradio, construidos en los años 60 y 70). Excluye de su discurso la presencia de un problema de carácter estructural, de degradación social (exclusión residencial con deficiente transporte público) que sufren estas zonas. La creciente desigualdad, eventualmente, alimenta la ira, haciendo tambalear la cohesión social. Marsella “debe luchar contra sus desigualdades”. Este es uno de sus principales retos, concluye Mucchielli.
Por su parte, el sociólogo francés Jean Pierre Garnier habla de “reconquista urbana” del centro de la ciudad a raíz de la celebración de la capital europea 2013. A su entender, esta gigantesca operación (conocida bajo el nombre de “Euroméditerranée”) de rehabilitación no es más que” un arma habitual de destrucción masiva ” contra la presencia popular en áreas urbanas centrales. Según él:
“Esta reconquista implica una limpieza socio-étnica, una política de tabula rasa a expensas de los hábitos y usos de la población existente. Se trata de sacar a los pobres, inmigrantes sin papeles, gitanos y otros «indeseables». Esta población, amenazada, expulsada o incitada a irse por el alza de los alquileres y la falta de mantenimiento en los edificios de viviendas, abandonada por los poderes públicos, se ve forzada a desplazarse a la periferia lejana. Los edificios vacíos, cuando no son destruidos, son comprados al (bajo) precio del mercado y restaurados para nuevos inquilinos o propietarios. Liberar el terreno para operaciones rentables y habitantes solventes: ésa es la estrategia. Para justificar esta política, se estigmatiza y se criminaliza a los habitantes de los barrios populares a través de una propaganda mediática y politiquera centrada en la inseguridad”.
Marsella ’13 ha dado lugar a una estrecha asociación entre los poderes públicos y las empresas privadas. Por lo tanto, ya no hay marcha atrás en la era de la mercantilización de las grandes metrópolis, como en el caso de Barcelona, Madrid, Valencia o Sevilla. Para Garnier,
“Se trataba de fabricar una nueva imagen urbana de Marsella, «post-industrial, limpia y creativa», a través de una estrategia de marketing y de branding. Los museos recién edificados funcionan como escaparates o logotipos donde la cultura es embalsamada y descontextualizada. El propósito es activar la afluencia de neo-marselleses y turistas. El destino de Marsella –como el de otras grandes ciudades europeas– es, en efecto, volverse una marca registrada, en particular una de «destino turístico», como se dice en las agencias de viajes. Por no hablar de sus habitantes que, en un medio urbano devenido ajeno a sus tradiciones, se verán empujados a pasearse y comportarse como turistas en su propia ciudad”.
Artículo de la columnista del Blog Ssociólogos Sílvia Cabezas
Fuentes consultadas:
«Marseille, un territoire pour une mise en scène sécuritaire», Libération (2.01.2014)
http://www.liberation.fr/societe/2014/01/01/un-territoire-pour-une-mise-en-scene-securitaire_970123
«La fracture nord-sud, une menace pour toute la ville», Libération (2.01.2014)
«Marseille : le signal d’alarme des règlements de comptes», Libération (2.01.2014)
«Marsella 2013: el urbanismo como arma de destrucción masiva», Jean Pierre Garnier (10.01.2014).
http://www.geocritiq.com/2014/01/marsella-2013-el-urbanismo-como-arma-de-destruccion-masiva/