
Hace ya algunos años -en realidad demasiados- y durante mi época de estudiante en el instituto, un magnífico profesor me espetó textualmente lo siguiente –ante una pregunta que le efectué-: Sr. tiene Vd. la lógica allí donde las abejas tienen el pincho. Lapidario, teniendo en cuenta que el trasero es la zona en cuestión. Lapidario y educado, ya que en aquélla época el tuteo era inadmisible –bidireccionalmente- entre educador y educando.
Debo reconocer lo justo de aquel comentario, aunque por vergüenza no voy a desvelar aquí cuál fue mi pregunta, que se aproximaría a algo como lo que sigue: dado que en una máquina de picar carne se coloca un pedazo de ésta por un lado y aparece ya picada por el otro, si pusiésemos picadillo en ese otro ¿saldría la vaca por el primero?
Esa frase me ha acompañado desde entonces y asimismo he tenido la ocasión de utilizarla unas pocas veces.
Hoy la deseo rememorar habida cuenta del “prisma” que, en demasiados casos, se nos presenta –interesadamente- como el conveniente para observar determinadas cuestiones, a pesar de que ello atenta contra la verdadera lógica o simplemente contra la ética (aunque en este último supuesto se disfrace de una pseudológica funcional/economicista, etc. lo que aún resulta más grave).

Seguidamente pasaré a exponer, a modo de simple ejemplo, algunos de tales supuestos.
Así, y en el terreno jurídico (o sea mi terreno), cuántas veces para rebatir las manifestaciones exculpatorias del acusado (por lo demás plenamente legítimas, a la luz de su derecho constitucional a no declarase culpable) éstas son tachadas por el acusador –sin que necesariamente existan otros aspectos de contundencia para cuestionarlas- de irrelevantes por aquello de: “¿qué va hacer un culpable sino negar su participación en los hechos por los que se le exigen responsabilidades penales?” lo cual, no exento de cierta lógica, permitirá a su defensor decir aquello otro de: “que si bien es cierto normalmente –pues siempre existen honrosas excepciones- que un culpable negará su participación en el delito que se le imputa, no es menos cierto que un inocente también lo hará –y aún en mayor grado”, por lo que la lógica de la primera afirmación no es tanta a la vista de la segunda. Vamos que, en definitiva, seguimos con la misma incertidumbre tras aquella expresión del acusador que sí resulta bastante irrelevante en ella misma, de no existir mayores apoyaturas. Tal expresión, por tanto, carece de esa lógica aplastante con la que se nos vende.
Algo similar sucede -aunque ya en tono más jocoso- con la expresión “El saber no ocupa lugar” que cabe neutralizarse con la lapidaria de que “el no saber ocupa aún menos”.
Cambiando de terreno, también es censurable la lógica que intentan transmitirnos relativa al reciente impuesto con el que se gravan las bebidas azucaradas so pretexto de que así se disuade –en realidad muy poco- al ciudadano de su -al parecer- nocivo consumo al potenciar éste la obesidad.
Aquí ya se percibe un error fundamental cual es el no retirar del mercado aquellos productos nocivos para la salud, si realmente lo son. No basta con disuadir al consumidor, deben prohibirse Y que conste que no deseo ahora entrar en si tales prohibiciones atentan a las libertades del sujeto o no. Lo que mantengo es que si el Estado se preocupa por nuestra salud, debe tomar la medida más efectiva y no una tan hipócrita para tranquilizar su conciencia, mantener el negocio y aumentar las recaudaciones.
Con la falsa lógica economicista y contraria a la verdadera ética de nuestro sistema capitalista nos explicarán que, como mínimo, con ese gravamen podrán cubrirse mejor los gastos ocasionados por las enfermedades derivadas de aquél consumo nocivo. Visión de contable, de ingresos y gastos y, eso sí, permitiendo que se haga negocio con un “veneno”; poco ético.
Pero es que, incluso aceptando la anteriormente citada lógica economicista, lo más lógico (y valga la redundancia) sería gravar al fabricante/comerciante de esa nociva bebida (el “malo”) pues el tal “veneno” es, además, el generador de sus beneficios. Un buen gravamen –no repercutible en el precio de venta- a ese fabricante resultaría mas disuasorio y justo. Pero esa fantástica lógica capitalista debe permitir que los beneficios del “envenenador” se mantengan lo mas intactos posibles, y que el Estado recaude a costa de los de siempre. Perfecto.
En una línea similar tenemos la lógica absurda practicada por las empresas de trabajo temporal (ETT). A saber: como la empresa de trabajo temporal debe tener un margen de beneficios con su producto (trabajadores que cede a sus empresas clientes) y dado, asimismo, que tales clientes desean obtener ventajas en sus contrataciones con las ETT respecto a las ofrecidas por su plantilla de trabajadores, el precio a pagar a las ETT es menor que el abonado a uno de sus propios trabajadores. Ergo, dada la rebaja por parte de la empresa cliente y la rebaja por el margen de beneficio de la ETT, el trabajador cedido sufre dos mordidas en su salario respecto a los empleados de propia plantilla por realizar el mismo trabajo que aquéllos y con mayores cambios de destino (hoy aquí, mañana allí).
Aquí el pincho de la abeja se queda corto y debiera ser el del abejorro, si lo tiene.
Por el contrario, lo lógico desde el punto de vista económico y ético se fundamenta en que las ventajas han de pagarse. En base a ello, si la empresa cliente desea disfrutar de algunas de esas ventajas (no compromiso contractual/indemnizatorio, flexibilidad, posibilidad de cambio, etc. con la mano de obra y no necesariamente económicas) debe pagar un plus por ello y así la ETT facturará por mayor importe que el del salario de un trabajador de plantilla y ese justo diferencial constituirá su margen de beneficio respecto al salario que abonará a sus propios trabajadores y gastos. Con ello el salario de éstos resultará ser el mismo que los de plantilla de cualquier empresa cliente. Y eso es, sin duda alguna, lo más correcto.
Variando nuevamente de terreno pasemos al del famoso voto útil en las elecciones de cualquier tipo. Así se defiende como lógico y natural que si a una elección se presentan como candidaturas la A, la B y la C, aquellos votantes que, por ejemplo, comulgan con C pero son conscientes de que esa opción carece de posibilidades de victoria pasen a votar (para que su voto no se “desperdicie”) a aquél que impida el triunfo al menos deseado entre A y B; de esta forma su voto tendrá una cierta utilidad para ellos. Debe indicarse que las elecciones a doble vuelta ofrecen ya algún tipo de respuesta a esa situación, de forma que la primera vez se vota al realmente deseado y en la segunda se busca esa utilidad antes citada.
Pero se da también el supuesto de aquellos votantes que no comulguen ni con A, ni con B, ni con C. Se predica entonces que voten a aquél que pueda frenar al menos querido.
Sin embargo, con la práctica anterior no se contribuye, a mi entender, al logro de una mejor calidad democrática en la medida en que se contamina el resultado realmente deseado por aquellos votantes convencidos con cada una de las candidaturas en pugna.
Se desnivelan los equilibrios configurados por el ejercicio de voluntades en apoyo directo a los diversos candidatos/as. Y se desnivelan pues con la tal praxis (votando a quien no se desea con el único fin de huir de quien todavía se desea menos) se producen extraños maridajes entre convicción y utilidad que devalúan la materialización de las verdaderas preferencias netas.
¿No resultaría, quizás, más ética en este caso la abstención? Así tanto A como B como C obtendrían los apoyos reales de sus verdaderos seguidores. Gracias a la mencionada abstención de los disconformes con todas las candidaturas se lograría esa resultante más auténtica y “pura”/descontaminada, al margen de los simples utilitarismos y loas a lo funcional. Lo anterior, sin perjuicio -como es natural-, de que quienes se abstuvieron intentasen promocionar con posterioridad nuevas candidaturas ajustadas a sus convicciones.
Y así podríamos continuar hasta la extenuación que no pretendo. Por ello concluyo tras esos breves ejemplos que creo muestran el censurable fenómeno denunciado al inicio de este texto.
En todo caso pienso que, además de rebelarnos frente a esos interesados prismas presentados como los lógicos sin serlo, debiéramos vocearles a sus divulgadores lo del pincho de las abejas!!