
Durante años, la mujer se ha limitado a tener un papel secundario, una función casi de comparsa en la industria del entretenimiento: literatura, cine, videojuegos, entre otras, han sido disciplinas en las que ha estado presente pero, en la mayoría de los casos, como complemento al protagonista, condicionada por los quehaceres masculinos. La Universidad de Carolina del Sur ha hecho un estudio sobre 900 películas estrenadas entre 2007 y 2016 del que se pueden extraer interesantes conclusiones. Por ejemplo, que, aunque en Estados Unidos el 50,8 por ciento de la población son mujeres, sólo el 31,4% de ellas tienen alguna línea de diálogo en las películas analizadas. El estudio, firmado por doctores Smith, Choueiti y Pieper, arroja también otra conclusión importante: sólo un tercio de las películas tiene el mismo número de personajes femeninos que masculinos. En la literatura, observamos otro fenómeno que diversas plataformas llevan mostrando durante años: el de la inexactitud de la autoría femenina. En algunos casos se ha podido demostrar que habían sido mujeres cercanas a los hombres a los que se atribuye la autoría las verdaderas escritoras de determinados títulos, un tema que trata la película recientemente presentada en el Festival de San Sebastián y protagonizada por Glenn Close. También se habla de una posible ocultación de las autoras reales a través de la fórmula del anónimo, en una época en la que no estaba bien visto que las mujeres se dedicaran a la escritura.
A pesar de la situación, comienzan a darse síntomas de avance en la representación femenina en este y otros ámbitos que también concentran una gran atención mediática. Es el caso del mundo del póker. Desde hace unos años, las mujeres han pasado a ocupar su espacio en las mesas de juego, un terreno en el que han logrado grandes triunfos. También en el ámbito de la literatura. Y del cine. Y de la mayoría de los ámbitos que conforman la industria del entretenimiento en el mundo actual. No en vano, las productoras y la industria en general han comenzado a tener en cuenta que, estudio tras estudio, las principales consumidoras de ocio son mujeres (y las que suelen tomar las decisiones sobre su consumo en el ámbito del hogar), por lo que ofrecer productos que enfoquen la realidad en su perspectiva parece tener más sentido comercial que ahondar sólo en la psique masculina. Las deportistas también han alzado su voz para defender un tratamiento informativo más igualitario en los medios, de forma que se dedique el mismo espacio cuando triunfan ellas que cuando lo hacen ellos.

Otro de los caballos de batalla en la industria del entretenimiento son los salarios. Año tras año, cuando se publica la desigualdad salarial entre actores y actrices, no son pocas las intérpretes que reivindican en sus comparecencias públicas un trato igualitario por parte de las productoras. La industria, por su parte, ha intentado explicar este hecho a través de la recaudación de cada tipo de película. En este sentido, la mayoría de los “blockbusters” más potentes son filmes protagonizados por superhéroes o personajes masculinos adscritos a títulos de ciencia ficción. Este argumento podrá desaparecer en breve si se repite el éxito de películas como “Wonder Woman”, la película de superhéroes más taquillera protagonizada por una mujer, Gal Gadot, cinta dirigida por otra mujer, Patty Jenkins, y con otros personajes femeninos potentes, como el que interpreta Robin Wright. En este sentido, el estudio antes citado señala que de las cien películas con más recaudación en 2016, sólo 34 tenían a una mujer como protagonista. Entre las diez más taquilleras, sólo aparece, sin embargo, el personaje de Felicity Jones en la saga de Star Wars, en segundo puesto, eso sí. Los avances son, con todo, patentes y encaminados a colocar la voz de la mujer en el sitio que le corresponde.