
APROXIMACIONES A LA PROBLEMÁTICA DE LA PRECARIEDAD LABORAL DESDE LAS CIENCIAS SOCIALES (Desde el Análisis estructural hasta el Manejo Cotidiano)
(PARTE I)
Desde los comienzos de la gran revolución industrial, el trabajo, actividad humana por excelencia, ha sido objeto de significativas variaciones. En comparación con las formas de trabajo de las sociedades precapitalistas, se diferencian por un superior dominio de la naturaleza. Gracias al desarrollo de nuevas técnicas, los grupos humanos pueden extraer más riquezas del medio natural. Como consecuencia de esto, otra diferenciación que surge es la concerniente a la capacidad de la fuerza productiva social, esta aumenta y se enriquece. Otra variación es el establecimiento de una mayor y más sistematizada división social del trabajo, la especificidad de las tareas aumenta en función del aumento de la productividad.

No fue casual que los resultados de este proceso de desarrollo del trabajo como actividad social venía se manifestaran en una época en donde se criticaron los dogmas de la fe y se propaga la convivencia de la investigación científica independiente (Quintero, 1963). Muchos de los avances en las distintas ramas del conocimiento, sobre todo el de las ciencias naturales, mostraban sus frutos en la actividad productiva.
La revolución industrial significaba por ende el comienzo de una participación masiva de la humanidad en el proceso histórico. Sus principales voceros caracterizaban la época por la liberación del hombre de la servidumbre al convertirse en obrero asalariado. Pero la verdad es que los trabajadores al “emanciparse” se ven obligados a convertirse en “vendedores de sí mismos” (Quintero, 1963)
En los comienzos de esta nueva forma de organizar la sociedad, a los obreros asalariados se les tenía prohibido cualquier forma de organización incluso era considerado como un crimen y los salarios que recibían eran generalmente bajos. Desde los inicios de la era de la industrialización hasta nuestros días, el tema de las relaciones laborales tiene un notable lugar en la agenda de las discusiones sobre las distintas problemáticas en el seno del actual orden económico.
Los obreros capitulan.
La historia del movimiento sindical está llena de hechos que demuestran esta tormentosa relación entre el trabajo, personificado en el trabajador asalariado y el orden económico, personificado por los grandes empresarios. Ha sido una pugna donde cada una de las partes ha tenido sus altas y bajas. En la historia contemporánea, la época de la posguerra hasta finales de los años 70 del pasado siglo, fueron años marcados por grandes avances en materia de legislación laboral. El llamado Estado de bienestar dio a los obreros mayores derechos como la seguridad social y la reducción de las jornadas de trabajo.
Necesario es resaltar otro hecho de un notable impacto en el mundo del trabajo que comienza su hasta ahora indetenible dinámica en el contexto del Bienestar. Nos referimos a la creciente automatización del trabajo. Luego de la Segunda Guerra Mundial, el discurso del instaurado orden mundial prometía un mundo de progreso donde ya no habría trabas para que la humanidad alcanzase la prosperidad pura mediante el indetenible desarrollo científico-tecnológico (comunicación, información y robótica) que se vislumbraba. Líderes políticos, economistas reconocidos y técnicos anunciaban la pronta llegada de un nuevo mundo industrial caracterizado por la producción automatizada y una abundancia material sin precedentes. Esta dinámica de la automatización irrumpe en una amplia variedad de puestos de trabajo.
El reconocido economista estadounidense Jeremy Rifkin1 analiza el impacto de este fenómeno en la sociedad en su obra “El fin del trabajo”. Las maquinas inteligentes están sustituyendo, poco a poco, a los seres humanos en todo tipo de tareas, forzando a millones de trabajadores de producción y de administración a formar parte del mundo de los desempleados, o peor aún, a vivir en la miseria. (Rifkin, 1994)
Los trabajadores se muestran escépticos ante las promesas de esta dinámica, cada semana más y más empleados se enteran de su despido inminente. En diferentes fábricas y oficinas, a lo largo y ancho del mundo, la gente espera con miedo, a que este no sea su día. (Rifkin, 1994)
¿Cómo reaccionaron los trabajadores ante esta realidad? En “El fin del trabajo”, en un subtitulo llamado “La capitulación de la clase trabajadora”, Rifkin relata como la dirigencia sindical asimilo la automatización. A pesar de que la reacción pública fue escandalosa, a la hora de las negociaciones con el empresariado se mostraron más que conciliadores en las convenciones colectivas. En el caso estadounidense, el movimiento laboral actuó inútilmente acerca del uso de la automatización y termino por unirse a los empresarios en detrimento de sus propios principios. (Rifkin, 1994)
En esta era de la automatización, los grandes perdedores son los trabajadores que observan como estos procesos se devoran los empleos. A mayor automatización, mayor desempleo y por lo tanto van aumentando las condiciones para un duro proceso de precarización. Resulta alarmante como desde un comienzo, la actuación del movimiento laboral fue nula, esto es elemental señalarlo para explicar el shock causado por el proceso de automatización en el corto plazo. Si estos procesos de alto impacto social no son regulados y manejados con la cautela que es menester, estos son los resultados.
Luego, a partir de los años 80 comienza la época de la estrategia neoliberal, marcada por medidas como la desregularización y flexibilización laboral, medidas que en su máxima expresión llegaban a establecer relaciones obrero-patronales como las que existieron en los primeros años de la revolución industrial, es decir, una relación donde el arreglo contractual no está sometido a supervisión alguna por el Estado. Los efectos que causaron estos dos grandes momentos viven en las configuraciones de la economía mundial. Hay países inclinados a un modelo de bienestar y otros donde domina la estrategia neoliberal. En nuestros días los conflictos laborales perduran, el movimiento sindical es una de las principales organizaciones en cuanto a su estado activo.
La gravedad del conflicto varía según el contexto en el que se desenvuelve (Estado de bienestar o Estrategia neoliberal). Pero existen otros fenómenos que también se manifiestan como causantes de conflictos en el campo de la actividad trabajo. Por un lado, el crecimiento de la población mundial hace crecer la demanda de trabajo causando múltiples fenómenos como el crecimiento de la economía informal como alternativa a la desocupación de viviendas, aumento del desempleo, abaratamiento de la mano de obra, migraciones laborales. Un hecho a resaltar es el dinámico y sostenido crecimiento de la economía informal y del sector de servicios. Observemos algunos datos:
En América Latina la población total para el año 2016 es de 625 millones con 044 mil con una tasa de crecimiento de 1,0 anual. Representan la población económicamente activa 294 millones con 294 mil, con una tasa de participación del 64,0. La tasa de desempleo para América Latina en 2016 es de 7,4. En Venezuela para ese mismo año la población total fue de 30 millones con 936 mil, con una tasa de crecimiento de 1,2 siendo la población económicamente activa 14 millones con 051 mil con una tasa de 64,8. La tasa de desempleo fue de 7,0.
Estos datos2 son fiel acompañante de todo análisis que se realiza de la situación en América Latina. El diagnostico que hace más eco sobre esta situación es el que califica problemas como el desempleo o el poco crecimiento industrial como problemas estructurales del sistema económico-social. Pero en función de colaborar con una posible resolución del problema, es necesario develar algunos otros elementos que son consecuencias de estos problemas. Cuanto más develemos posibles consecuencias, más coherente y efectivas serán las medidas a tomar.
La aplicación de las medidas diseñadas por la estrategia neoliberal ha sido de gran impacto para el sistema económico-social. Sus efectos son notorios en las esferas política, económica, social y cultural. Las llamadas medidas de shock causaron grandes impactos en la sociedad venezolana. Los hechos del 27 de febrero de 1989 en la ciudad de Caracas3 nos sirven de indicador del reflujo social que pueden causar dichas medidas. A partir de esta respuesta, los actores que impulsaron la estrategia neoliberal (capital financiero y exportador) junto con los Estados-Nación que la aplicaron, enfatizaban en su discurso justificador, el carácter coyuntural de las medidas.
La precariedad laboral y la subjetividad.
En el área laboral, estas medidas de “carácter coyuntural”, han logrado sedimentar algunos de sus efectos. La flexibilización laboral, la desregularización y la precarización hicieron su espacio en la lógica de las relaciones laborales. Pero hay otro efecto, olímpicamente ignorado por los “relatos de vanguardia”, el causado en la subjetividad de los trabajadores. Como lo plantea el investigador argentino Osvaldo Battistini, Fenómenos como la precarización del trabajo fueron incorporados a la subjetividad de los trabajadores:
“La nueva realidad del empleo, las transformaciones de los esquemas productivos y de la gestión de los recursos humanos, el debilitamiento de las organizaciones sindicales y la generación de nuevos espacios de representación de intereses fueron elementos que incidieron en las subjetividades de los trabajadores” (Battistini, 2009: 121)
Esto no quiere decir que la asimilación del trabajo precario por la subjetividad de los trabajadores sea un fenómeno exclusivo de la estrategia neoliberal. Ya para 1970, años del desarrollismo de la CEPAL y el Keynesianismo, se notaba la existencia de los llamados “Trabajadores periféricos” carentes de seguridad social y principales sufrientes de las variaciones del mercado laboral.
En Venezuela, históricamente, estos trabajadores periféricos han representado la mayor parte de la población ocupada. Siguiendo la propuesta analítica de Battistini y del sociólogo Francés Robert Castel, los estudios de la precariedad laboral en Venezuela4 la presentan como una desviación de lo que debe conformarse como normal y mayoritario. Señala Castel que el discurso del bienestar en sus años dorados, mantenía en la subjetividad de los trabajadores elementos que los impulsaban a resguardar sus derechos como preciadas conquistas sociales, a pesar de que muchos de ellos soportaban irregularidades laborales. Sin embargo, con el advenimiento de la estrategia neoliberal, desaparece el discurso del bienestar y por consiguiente desaparece ese soporte que proveía en las subjetividades. La carga es asignada al individuo, él debe hacerse cargo.
Castel (2005) en su análisis sobre este proceso señala que a partir de los años 80 comienza la pulverización del Estado social, comprendiendo el término pulverización como una fragilización de la definición de las tareas del Estado de reducir los riesgos sociales protegiendo a la población, es decir dar la batalla contra la inseguridad social. Las convenciones y garantías colectivas, el derecho al trabajo y la protección social eran tareas asumidas por el Estado como instancia de lo colectivo. (Castel, 2005)
En los primeros años de estas transformaciones, las sociedades fueron muy sensibles a sus signos y sus expresiones, en particular al desarrollo de un empleo masivo, como a un proceso de precarización de las relaciones de trabajo, que siguen siendo fenómenos dramáticos. Recién ahora comenzamos a comprender esas transformaciones que atraviesan las sociedades actuales desde hace 20 años. (Castel, 2005)
Para afrontar estos nuevos tiempos, los trabajadores deben lograr una re-individualización en la manera de asumir las tareas laborales. La movilidad, la estabilidad y el involucramiento personal de los trabajadores, exigen esta re-individualización. Por eso se repite en todos los tonos que hay que ser flexible, abierto al cambio y no permanecer sujeto a las antiguas formas colectivas de organización del trabajo. (Castel, 2005)
Desafiliados.
Nos encontramos entonces ante una movilidad generalizada del mundo laboral. Existe una gran tendencia a la recomposición del mundo del trabajo partir de la búsqueda de la competitividad máxima que caracteriza a la fase actual de expansión del capitalismo a través de lo que se llama la mundialización, bajo el dominio del capital financiero internacional. La desestabilización del estatuto del empleo tal como había sido construido bajo el capitalismo industrial, da origen a un proceso de nuevo ascenso de la inseguridad social con consecuencias como el desempleo masivo, la precarización laboral, y la presencia, también creciente y muy asombrosa en un país como Francia, de trabajadores pobres. (Castel, 2005)
En la caracterización que hace Castel sobre el actual orden económico y sobre la fragilización del Estado social como promotor de la seguridad social, se encuentran presentes estas preocupaciones. Para el sociólogo francés, la seguridad social protege al individuo en el lugar que ocupa en la división social del trabajo y su participación en la sociedad. Sin este resguardo se hace difícil la presencia de un piso para que el individuo pueda construir un “sí mismo”5, un individuo propietario de su existencia. Quien no cuenta con los soportes para la construcción de su individualidad, para construir estrategias de acción como actor, se encuentra desafiliado6. (Castel y Haroche, 2003)
Poseer la condición desafiliado significa que las instancias que permiten construirse como individuo fueron socavadas, es comenzar un recorrido hacia una zona de vulnerabilidad, es decir una zona que mezcla la precariedad del trabajo y la fragilidad de los soportes de proximidad. La desafiliación conlleva a diversos y accidentados recorridos de vulnerabilidades. (Castel, 2005)
En función de esta necesidad del individuo, Castel utiliza el término “soporte” en un sentido de posibilidades objetivas. Es hablar de recursos o de “capitales” como lo diría Bourdieu, es disponer de reservas sociales, económicas, culturales entre otras. Son las instancias por medio de las cuales se apoyan los individuos para desarrollar estrategias individuales. (Castel y Haroche, 2003: 19)