
El sistema de Educación Superior ha mostrado una expansión histórica de su matrícula educativa desde 1960. En las últimas cinco décadas se ha mantenido el incremento de la matrícula a un ritmo acelerado, diversificándose las instituciones, expandiendo la planta académica, y cambiando el panorama de las instituciones, en una frase: un cambio completo en el sistema de Educación Superior. La pertinencia de remontar este trabajo a los años sesenta, radica principalmente en el eje analítico y comparativo de las diferentes fases del crecimiento y masificación de la Educación Superior en México, dando cuenta de los elementos que formaron al sistema educativo que tenemos hoy en día. En este ensayo, se hará énfasis en la enseñanza de la licenciatura, desplazando a un segundo término al postgrado y a la investigación científica. Para mi análisis, seguiré la propuesta de periodización de Rollin Kent, la cual se guía por los cambios en las orientaciones económicas y políticas del Estado, y no sigue necesariamente los cambios de administración en el gobierno mexicano; sin embargo, la ajustaré con fines prácticos, a periodos decenales. En términos de semejanza morfológica, se puede enunciar que existen tres tipos alternos de estructura en los establecimientos que componen cada sector del sistema: Las Universidades Públicas, las Universidades Privadas y los Institutos Tecnológicos. Según algunos autores, las Universidades Públicas constituyen el núcleo esencial y fundador del sistema de Educación Superior en México. El desenvolvimiento de las políticas públicas hacia la ES ha sido heterogéneo, ya que no implica lo mismo la UNAM, la UAM, y el IPN, y el resto de las Universidades públicas del país, con respecto a su relación con el Estado. El sector privado se divide en dos: el de las Universidades Privadas consolidadas y las Universidades Privadas aisladas; estas últimas ofrecen sólo dos o tres carreras de licenciatura en áreas sumamente restringidas como el Derecho, la Contabilidad y la Administración. Aunado a eso, poseen una organización endeble y una planta académica poco profesionalizada, por lo cual ocupan un sitio muy inferior en la escala de prestigios.
LA DÉCADA DE 1960.
En términos generales, esta década se caracterizó por un arduo aprendizaje gubernamental ante la primera gran ola de expansión educativa en México según Rollin Kent (Kent 1993).
En 1960 la matrícula nacional estaba conformada por 80,643 alumnos según Rollin Kent (1993). Se contaba con 52 instituciones de ES, de las cuales 28 (54%) pertenecían al sector de Universidades Públicas. Estás últimas albergaban 63,708 alumnos, lo cual representaba 79% de la matrícula nacional del nivel de Educación Superior.
En cuestión geográfica, la Educación Superior estaba altamente centralizada, ya que cerca del 70% de la matrícula se concentraba en el Distrito Federal.
En términos cualitativos, el Distrito Federal ofertaba 60 de las 234 licenciaturas a nivel nacional. El ofrecimiento de carreras se encontraba poco diversificado, y respondía a la idea hegemónica de profesionalización de corte tradicional: 7 de cada 10 carreras pertenecían a la Ingeniería, el Derecho y la Medicina.
El sistema de Educación Superior se vio atravesado en esta década por el crecimiento demográfico de posguerra, de este modo surge una oleada de demanda por parte del sector juvenil que egresa de la Educación Media Superior, lo cual se refleja en un fuerte contingente tocando las puertas de la Educación Superior mexicana. En el contexto internacional, germinó una ideología que posiciono a la educación como un valor supremo, ya que se le consideraba un motor de desarrollo económico.
En la década de los sesenta no existió regulación alguna con respecto al acceso a la ES, como ha hecho notar Rollin Kent (1993), el sistema no generó políticas estatales contundentes para hacer efectivo y eficiente el proceso de selección del primer ingreso, por lo que la oferta educativa se desenvolvió de manera libre, respondiendo únicamente a las necesidades de la demanda y al egreso de la Educación Media Superior.
En la segunda mitad de la década, la tasa de crecimiento de la matrícula se vio disminuida por las políticas restrictivas en torno al financiamiento de la Educación Superior. Estas políticas eran el reflejo de un Díaz Ordaz, que visualizaba a los universitarios como un problema ideológico y político.
LA DÉCADA DE 1970.
Esta década se distingue particularmente porque fue la que presentó el mayor crecimiento en la fase de expansión del sistema educativo de nivel Superior en México. Sin embargo, este crecimiento mostró débiles intentos de planificación universitaria.
Es importante destacar que dentro del contexto internacional, la educación creció de manera acelerada, debido a que se le consideró un “motor de empuje” relevante para el crecimiento de las diversas economías al igual que en la década anterior.
En 1970 la población era de casi 50 millones de habitantes, de los cuales doscientos mil correspondía a alumnos que se preparaban en la Educación Superior del país.
Durante la administración de Luis Echeverría, la población escolar incrementó como consecuencia de la expansión del sistema de Educación Básica, impactado directamente por la ejecución del Plan de Once Años.
Se vio un aumento proporcional en la tasa de crecimiento sexenal con respecto a la administración previa. Con estas políticas educativas, la Educación Superior dio un cambio en su rumbo, mismo que se vio reflejado en el incremento de la demanda estudiantil, dentro del mercado educativo. Olac Fuentes (1986) menciona que el gobierno a cargo realizó proyecciones precisas sobre estas cifras de crecimiento e impulsó una política para acrecentar la absorción de la demanda que se ampliaba.
Para 1976, con López Portillo se continúa con la misma línea, ya que consideraba que la expansión del sistema escolar constituía la primera responsabilidad del Estado. Con esto se preservó una relación adecuada entre el Estado y el ala intelectual mexicana.
Durante esos gobiernos se fortalecieron las burocracias profesionales en las Universidades, desplazando a las antiguas formas de administración; y dando paso a nuevos aparatos administrativos. Las principales líneas de acción durante el período fueron la democratización de las formas de gobierno, la importancia social de los estudios universitarios y la justicia laboral para el personal universitario.
LA DÉCADA DE 1980.
Las principales particularidades de la década de los ochenta, son la restricción del gasto público en el sector educativo, y los graves y profundos problemas a los que se enfrentaron los egresados del sistema de Educación Superior dentro del mercado laboral, frente a una crisis económica y a un estancamiento productivo nacional.
En 1982 se genera una fuerte crisis económica en México, y el presidente en turno Miguel de la Madrid restringe el gasto público en todos los sectores, afectando directamente a la Educación Superior, ya que la colocó en un sitio inferior dentro de la agenda nacional de políticas públicas; brindando la mayor atención a los problemas de política económica.
“…Entre 1982 y 1983 los aportes financieros del estado al sector pierden alrededor de 25% de su valor real y tres años más tarde los subsidios a la educación superior llegan a su punto mínimo alcanzando un 65% de los recursos asignados a principios de la década…” (Kent, 1993: 381).
Este recorte presupuestal afectó directa y considerablemente las condiciones de estudio, los servicios académicos y el salario de los profesores e investigadores.
Los aumentos salariales de los académicos quedaron supeditados al panorama de la política económica y a la reducción del déficit público; aunado a esto no se hacía gran eco por medio de los sindicatos, ya que se requería estar concentrado a nivel nacional para ejercer presión sobre el gobierno federal, pues la legislación de 1980 desdibujó la organización sindical universitaria nacional.
Por otra parte, como respuesta al contexto, se devaluó la importancia social de los estudios universitarios, degradando la valoración de los diplomas universitarios, ya que estos no ofrecían colocación ocupacional en el mercado.
En la década de los ochenta se transforma visiblemente el crecimiento de las Universidades comparando con las décadas previas, debido a la modificación de la demanda estudiantil y al reducido financiamiento.
Las Universidades públicas fueron la plataforma más sólida e importante, ya que comprendían 65% del estudiantado total.
A continuación la gráfica 1, la cual hace referencia a la forma en que se creció la matrícula en la Educación Superior en México entre los años de 1960 a 1989.
Gráfica 1 Crecimiento de la matrícula de Educación Superior en México (1960 – 1989)

LA DÉCADA DE 1990.
El hecho contundente de esta década, es el proceso modernizador por el que pugnó el Estado Mexicano. A partir de esta década las diversas economías se ven inmersas en el proceso de la globalización y en las políticas neoliberales.
Esto marcó un parte aguas en las políticas públicas de México, cambiando los programas y las vías de conducción de los gobiernos; y repercutiendo directamente en la educación.
“…Desde su campaña presidencial, Carlos Salinas de Gortari subrayó la necesidad de impulsar la calidad de la educación superior como fundamento de su transformación…” (Rodríguez, 2000: 105).
Durante el sexenio de Carlos Salinas la coyuntura modernizadora se manifestó en el sector educativo; dotándolo de alta prioridad para el gobierno.
“…La década de los noventa escenificó el planteamiento y aplicación de un nuevo repertorio de instrumentos concebidos, originalmente, como líneas de acción para lograr el mejoramiento cualitativo de la educación superior…” (Rodríguez, 2000: 104).
La puesta en marcha que proponía el gobierno federal, implicaba cambios estructurales al interior de las instituciones de Educación Superior.
En el discurso de la política sectorial de los dos sexenios de la década de los noventa, se hace énfasis en el financiamiento diversificado, en la evaluación y acreditación, en la rendición de cuentas y transparencia, en el fortalecimiento de las infraestructuras y en el aseguramiento de la calidad y vinculación.
En la Educación Superior se desarrollaron políticas para las Universidades y los institutos tecnológicos, y para el sistema de postgrado e investigación científica.
Un primer factor fue el notable crecimiento en el gasto público. Para 1993 el gasto representaba más de lo invertido por la federación en 1980, sin embargo, es preciso dejar en claro que la recuperación financiera de las Universidades públicas se desarrolló a luz de nuevos esquemas de asignación.
Se asignaron fondos con base en el número de académicos contratados por cada institución, y se generó una mayor competitividad mediante un programa de estímulos a la productividad académica, el cual asignaba ingresos adicionales a aquellos que demostraran aumentos en la productividad de sus labores de docencia e investigación, esto era medido a través de indicadores de desempeño individual.
En enero de 1995, se presentó el Programa de Desarrollo Educativo (PDE) 1995-2000. En este programa educativo se enfatizaron los retos educativos propios del sexenio, entre los que destacan la equidad, la permanencia y la calidad.
En lo referente a la calidad, se mencionó el mejoramiento de planes y programas de estudio, la provisión de equipos de cómputo, así como el acondicionamiento de bibliotecas, talleres y laboratorios.
Dentro de este programa se retomó la importancia de atender a la demanda estudiantil, ampliar la cobertura del sistema educativo nacional, vincular con el mercado laboral.
Se generó una creciente diferenciación de ingresos académicos tanto entre instituciones como entre individuos. En lo respectivo a las asignaciones financieras a las instituciones públicas, se ajustó un procedimiento selectivo de apoyo a proyectos específicos de cada institución.
A esta medida se le denominó FOMES, y se destinó para la modernización institucional, atañendo principalmente a la infraestructura universitaria. En esta década, la cantidad de profesores universitarios pasó de 129,092 a 192,406; lo cual era equivalente a un crecimiento de 49% en un lapso de diez años, según Roberto Rodríguez (2000).
La matrícula en las Universidades públicas se estancó; sin embargo los demás sectores no lo hicieron. Los institutos tecnológicos (públicos) crecieron un 18% y el conjunto de las instituciones privadas aumentó su matrícula un 27% entre 1900 y 1993. Menciona Rollin Kent que la población de los institutos tecnológicos se acercaba al 20% del total y el de las instituciones privadas al 25%.
Las Universidades no tenían claro el rumbo de la educación, no contaban con el capital humano, social y económico necesario para llevar a cabo sus tareas, y estaban muy alejadas de lo que hoy conocemos con la planificación universitaria, menciona Jaime Castrejon en su libro La Educación Superior en México (1976).
LA DÉCADA DE 2000.
En términos generales, esta década se caracterizó por dar continuidad a las pautas que la década de los noventa presentó, orientándose en los valores propios de la globalización, expresados por la eficiencia, la eficacia y la calidad.
La cobertura educativa aumentó en la administración de Vicente Fox a un ritmo anual de 0.7 puntos.
En contraste, en el primer trienio de la administración de Felipe Calderón se adicionaron en promedio 1.1 puntos porcentuales por año, y más tarde, en el trienio siguiente, sumó alrededor de 2 puntos en promedio por años, es decir, una dinámica casi tres veces mayor que la registrada en la administración Foxista; en comparación, el segundo gobierno panista mostró mejores resultados en términos de cobertura en lo que refiere al sistema de Educación Superior.
La situación de la Educación Superior volvió a crecer a lo largo de esta década, recalcando el hecho de que más del 72% del incremento de la matrícula se haya realizado por medio de instituciones públicas.
Este crecimiento por parte del sector público, descansó principalmente en los subsistemas de Universidades Públicas Estatales y Federales, mismas que en conjunto crearon y solidificaron una serie de nuevas oportunidades educativas desde la segunda mitad de la década.
La creciente matrícula pública fue alentada por la creación de 140 nuevas instituciones de Educación Superior, de las cuales 122 pertenecían al sistema tecnológico y 18 a otros sistemas educativos.
En lo que respecta a la planta académica, se continúo con el sistema de incentivos para propiciar la habilitación de profesores de tiempo completo. La plantilla académica de las diversas instituciones de Educación Superior del país se fortaleció de manera considerable, ya que esta ascendió a cerca de 369 mil profesores, de los cuales, 89 mil son profesores de tiempo completo (PTC).
El Sistema Nacional de Investigadores (SNI) se conformó por 18,500 académicos de alto rendimiento, y alrededor de 21,590 profesores cuentan con el perfil PROMEP.
Por otra parte la modernidad acarreó contundentemente que se reafirmara la constitución del mercado del Sistema de Educación Superior. Este proceso afianzó el crecimiento de la demanda en las Universidades y afectó directamente las presiones existentes en las finanzas públicas para el gasto destinado a las instituciones de Educación Superior de carácter público.
Dentro del contexto internacional la situación se tornó complicada para los diferentes gobiernos, en especial en los países en vías de desarrollo, debido a los problemas en las finanzas públicas.
“…La expansión ocurriría principalmente en el mundo desarrollado, con bajos índices de crecimiento en los países en vías de desarrollo…” (Meyer, 2006: 18).
Como respuesta inmediata del Estado, se cedió un lugar importante a la Educación Superior privada en México, debido a que el Estado tenía una demanda constante y creciente de jóvenes, solicitando un espacio educativo en la Educación Superior
En gran medida y a partir de esta década, el crecimiento de la matrícula de Educación Superior en México, formó parte de una balanza, en la cual el contrapeso se ubicó en la Educación Superior privada, para poder coadyuvar y brindar educación al sector estudiantil
Por otra parte, durante el transcurso de esta década, se terminó de consolidar la idea de una sociedad más abierta hacia el exterior y hacia la globalización que la década precedente planteaba, tornando por ende, en un sistema más competitivo; mismo que está envuelto en redes globales de comunicación y expansión del conocimiento, avanzando o dirigiéndose hacia la flexibilización e inestabilidad en el campo laboral, según Waldman (2000).
A continuación la gráfica 2, la cual hace referencia a la forma en que se movió el crecimiento de la tasa anual de la Educación Superior en México entre los años de 1990 a 2010.
Gráfica 2 Tasa Anual de Crecimiento de la Educación Superior en México (1990 – 2006).

*Se omiten los datos correspondientes a los años 2011 y 2012; debido a que no se cuenta con la información pertinente al respecto.
LA SITUACIÓN ACTUAL DEL SISTEMA DE EDUCACIÓN SUPERIOR.
En el contexto actual el crecimiento de la Educación Superior es un fenómeno importante, en el año 2011 la matrícula universitaria se situó en 3 millones 274 mil alumnos.
Las instituciones privadas de enseñanza Superior representan uno de los sectores de crecimiento más rápidos y notables en los últimos años en México.
El tránsito hacia la “masificación” y hacia la “universalización” de la Educación Superior, así como la expansión de la matrícula nacional, han sido los logros más plausibles de la enseñanza Superior en México hoy en día.
Sin lugar a dudas como ya se ha mostrado, son múltiples los factores que sirvieron para que esto fuera una realidad destacable en México en el presente, lo cual conlleva otro logro destacable, en este rubro me refiero a las mejores expectativas a futuro de los egresados.
Las expectativas laborales que experimentan aquellos quienes poseen las credenciales universitarias son mucho más altas, prosperas y favorables dentro del mercado laboral actual, en comparación con aquellos que no las poseen por no haber logrado obtener una estadía dentro de las instituciones de Educación Superior.
Es por ello que hoy en día se tiene como objetivo nodal en los diferentes gobiernos que el acceso a la Educación Superior sea más amplio, para poder obtener mejores condiciones laborales en el futuro.
“…Las habilidades, la creatividad y la investigación que la Educación Superior permite desarrollar son un factor de gran relevancia para la creación de empleos y prosperidad. Las universidades y las instituciones de Educación Superior desempeñan un papel fundamental en el logro de mejores oportunidades y la promoción de la justicia social…” (Clark, 2013: 98).
Por lo anterior, dentro del contexto internacional el sistema de Educación Superior es sumamente valioso hoy en día, ya que también promueven valores fundamentales en la sociedad.
En cuanto a los retos que la modernización pone en términos educativos son múltiples y complejos, es por ello que las Instituciones de Educación Superior deben planificar con mayor precisión sus estrategias para poder alcanzar las diversas metas.
Entre los principales desafíos de la Educación Superior, se encuentra el tema de la calidad. Hoy en día no se habla en términos cuantitativos del sistema educativo como anteriormente solía hacerse; por el contrario, la esencia del debate radica en cuestiones cualitativas, específicamente en la calidad. Diversas instancias, naciones, instituciones y dependencias mencionan la calidad como un eje fundamental; sin embargo, ¿Qué implica realmente la calidad? ¿En base a que se compara la calidad? ¿Cómo se puede medir eficientemente? ¿Qué posee calidad y que no posee calidad en el sistema de Educación Superior? ¿Cuánta calidad se necesita para ser eficiente en el contexto de la globalización?
Las incógnitas son de diverso orden, y es por ello que la calidad se torna compleja, en cuanto a una definición práctica, sin embargo, el reto radica en lograr que esta calidad sea parte del sistema de Educación Superior en México.
Otro reto destacable en la Educación Superior mexicana actual, es el complicado tema de las oportunidades sociales y educativas, pues este constituye un complejo desafío tanto para las instituciones de Educación Superior como para las propias políticas educativas dentro de la globalización.
Resulta importante focalizar la atención en aquellos grupos sociales desprotegidos y alejados de la “dicha” de la Educación Superior, pero ¿Cómo hacer para que las políticas educativas sean eficientes y consistentes y no se desvirtúen en políticas de índole compensatorio? ¿Cuáles son las mejores estrategias para aplicar las iniciativas en un país tan desigual como lo es México?
Aunado al tema de las oportunidades sociales y educativas, se encuentra el tema de la equidad sobre la mesa de las políticas educativas; como otro eje a trabajar desde la postura de los tomadores de decisiones, el cual no es una problemática exclusiva en México, sino que radica en diferentes latitudes en la actualidad.
Cuando menciono el concepto equidad, me refiero a los distintos grupos vulnerables que históricamente han sido desdibujados y desvalorizados; y que por esta inercia se han encontrado alejados de los beneficios que ofrece el Sistema Educativo.
El propósito fundamental de este trabajo ha sido describir el marco contextual e histórico en el que se ha desarrollado la Educación Superior en México durante los últimos 50 años.
El crecimiento, expansión y adecuación del sistema educativo de Educación Superior ha tenido como eje principal las expectativas y objetivos particulares de cada institución educativa, sin embargo, es preciso mencionar que su crecimiento es un asunto complejo que implica aristas diversas como la economía, la política, la sociedad y la cultura; en este sentido, es multifactorial.
El proceso de masificación en México ha presentado diversas implicaciones en cuanto a la calidad y valor de los certificados.
La masificación en Educación Superior se ha entendido como la expansión numérica del sector educativo, aquella expansión en la cual las instituciones de Educación Superior dejaron de ser consideradas de élite, para proliferar en los diversos estratos sociales de México.
La masificación tuvo como resultado favorable una ampliación en la cobertura social de las universidades en términos de oportunidades para la juventud mexicana, sin embargo, también mostró repercusiones considerable en cuanto a la calidad educativa y a la eficiencia; ya que estos dos rubros pasaron a un segundo plano.
Otra repercusión de la masificación y de la ampliación del acceso estudiantil, fue la desvalorización de los certificados en el mercado laboral durante las épocas de crisis económica en México.
En el presente trabajo muestro en primer lugar, el desarrollo que ha tenido el sistema a través de las diferentes administraciones de gobierno, desde la década de los sesentas.
En segundo lugar desde una visión crítica, planteo el papel de algunas instituciones como la ANUIES y de los diversos programas paralelos a la Educación Superior, los cuales han coadyuvado al sistema.
En tercer y último lugar, se reviso el tema de los retos actuales a los que se enfrentan las instituciones de Educación Superior del país, bajo el contexto de la globalización.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS.
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