La historia y la verdad han sido históricamente cuestionadas y ligadas en función de la corriente historiográfica que acometiese este debate que difícilmente se podrá resolver con una respuesta común. La principal representación de la acción humana a nivel temporal sería el discurso, que en boca de Aróstegui, es la organización jerarquizada por la que se transmite una explicación o interpretación de las cosas. (Aróstegui,2007). Para entender la influencia que ha tenido la verdad y el discurso en el desarrollo de la Historiografía es fundamental, realizar un viaje en la Historia sobre la evolución del pensamiento.
La tradición occidental desde Heródoto determinó que la manera más eficiente de transmitir el relato histórico que recogían la secuencia temporal de los acontecimientos, era la narración. Esta decisión provocó que la historiografía se relacionase y se entendiese como una forma diferente del entendimiento de la literatura. Esta forma de contar la historia se mantuvo hasta el siglo XVIII, cuando Voltaire decide revisar la manera en la que se cuenta la historia.
Es en este momento donde nace el naturalismo cientifista, que defiende la necesidad de articular el discurso histórico en base a hechos agrupados en hipótesis y sometidos a la lógica argumentativa, considerando a la naturaleza como el principio único de todo aquello que es real.
En el siglo XIX, la producción historiográfica aumenta, con el debate entre el positivismo y la tendencia hermenéutica historicista. El positivismo aceptó el modelo de la descripción científica del mundo físico para elaborar una ciencia de lo social, al interpretar la sociedad como un todo orgánico que progresa constantemente, con autores como Simon o Stuart Mill. En contraposición nace el historicismo, que con el objetivo de llegar a la objetividad y la verdad en el campo historiográfico, hablaba de reunir un número suficiente de hechos apoyados en documentos seguros a partir de los cuales se organizarían y se dejaría interpretar el relato histórico sin reflexión teórica alguna. Los principales exponentes de esta corriente historiográfica serían Ranke y Benedetto Croce, inspirador de intelectuales tan variados como Gramsci o Giovanni Gentile. (Meinecke,1943)
El siglo XX, la época dorada de la historiografía, dirigida por la superioridad de la Escuela de los Annales, negó junto a otras corrientes como el Cuantitativismo, marxismo o el funcionalismo, la vinculación y asociación histórica de la Historia con la narración. A partir de 1968 y como cuestionamiento del sistema, surgen corrientes estructuralistas y posestructuralistas, que vuelven a volcar sus esfuerzos en el estudio del texto historiográfico. Una de estas corrientes es el posmodernismo, según la cual el conocimiento histórico es únicamente lenguaje. Lleva implícito un rechazo a la teoría y una amenaza al entendimiento de la labor historiográfica, vaticinando el fin de la historia como disciplina académica. Para estas corrientes la única diferencia entre un texto historiográfico y la ficción es que la historiografía encierra un contenido de verdad.
Como hemos podido observar en esta recopilación histórica, no ha existido un método que haya podido desarrollar un concepto de Historia verdadera y totalmente objetiva, en base a la concepción que se ha desarrollado históricamente de ciencia. Probablemente en un mundo actual, donde la posverdad es la reina de la información y del conocimiento en muchos casos, este debate es demasiado ambicioso para las Ciencias Sociales actuales, pero desde una humilde perspectiva se tratará de analizar los conceptos de Verdad y objetividad.
Tomando a Paul Ricoeur como uno de los historiadores más influyentes, adoptáremos su concepto de la subjetividad para entender el futuro de la Historia. Ricoeur, determina que la subjetividad está formada por dos tipos como son la buena y la mala. La parte buena, se refiere al papel que juega el sujeto en el desarrollo del conocimiento, valorándose fundamental para aportar su perspectiva de la realidad, y en segunda parte la mala, que son las deformaciones del conocimiento debido a factores como el interés, la parcialidad, basados en el egoísmo del ser humano. La objetividad de esta manera surge como la diferencia entre la subjetividad buena y la subjetividad mala. (Ricoeur,1969)
Entendiendo el concepto de objetividad, y asumiendo que la llegada a la verdad es de un cariz ambicioso, debemos entender la verdad y el conocimiento según el perspectivismo de Gasset y la visión de Henri Pirenne. Pirenne entiende la verdad, como un proceso donde el historiador selecciona los hechos y las fuentes que determina más influyentes para el desarrollo de la historia, y que están influenciadas por el contexto, el estrato social y la ética entre otros aspectos del autor. El conocimiento entonces es un movimiento social e infinito, donde se construye a través de la cantidad de documentos y conclusiones extraídas por los historiadores que nos permite conocer diferentes perspectivas de un mismo acontecimiento histórico, y ahí está la labor del lector que con su juicio crítico debe determinar cuál es la perspectiva que más se identifica con sus pensamientos. (Pirenne,1935)
Para finalizar con esta disertación, desarrollaremos el concepto de relatividad objetiva, que defiende J.H. Randall. Randall determina que la objetividad, es ser objetivo para algo o alguien que en ningún momento puede ser objetivo y lo explica con varios puntos. En primer lugar, la selección de datos y fuentes ya va a estar influenciada por unos factores sociohistóricos, que pese a que pueda parecer negativo, constituye la garantía de la objetividad. Para que la objetividad esté presente y sea un fundamento del trabajo del historiador, debe plantear la elección de temas y fuentes como un deber social.
Aquí es donde nace el concepto de relativismo objetivo, que choca con el concepto de la verdad relativa. Este concepto, alienado por el concepto teleológico de la ciencia, se considera a la historia como una verdad, parcial e incompleta y en consecuencia relativa con el conocimiento ideal que proporciona un saber total.(Schaff,1971). En conclusión y tomando la teoría de Pirenne, determina que la llegada a distintas conclusiones no es un fracaso ni una mentira, sino una consecuencia de la diferencia de inquietudes y conocimientos que incitan a los historiadores a elegir unas fuentes y no otras, pero no por eso la Historiografía es un conocimiento menor ni falaz. Es por esto que el debate de objetividad, verdad e historia probablemente sea inerte ya que el conocimiento de los historiadores parte de fuentes y documentos, que son hechos históricos producidos.
En conclusión, las ciencias sociales tienen que aspirar a reconocer que su conocimiento es distinto al de las ciencias naturales, y todo esfuerzo por compararlas en metodología y objetivos se ha visto fracasado. Continuar en el eterno debate moral, acerca de que tipo de ciencia es superior, es absurdo por parte de ambas, ya que el conocimiento está determinado a reglas, objetivos y sistemas de referencia distintos. El objetivo de las ciencias sociales es afirmar y reconocer que el conocimiento es distinto y trabajar en que el conocimiento sea adquirido de forma competente.
Bibliografía
Aróstegui Sánchez, Julio (2007): “Memorias, historias y confrontaciones. Los conceptos y el debate”, en Josefina C E TA B T LLO (dir.), Memorias Históricas de España (Siglo XX)
Meinecke, Friedrich (1943): El historicismo y su génesis, México, Fondo de Cultura Económica
Pirenne, H. (2008). Mahoma y Carlomagno. Madrid, España: Alianza Editorial.
Ricoeur, P. (1974). The conflict of interpretations:Essays in hermeneutics. Evanston, United States: Northwestern University Press.
Schaff, A. (1983). Historia y verdad Ensayo sobre la objetividad del conocimiento histórico. Barcelona, España: Editorial Grijalbo