En los últimos años, varios especialistas han señalado la importancia de la “educación emocional”, así como la formación del carácter y la personalidad de los niños, así como la estabilidad psicológica. La Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que «la salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades».
El bienestar de la persona, su adecuado manejo emocional, el control de su carácter, la ecuanimidad y serenidad, sin perder el espíritu crítico y de aprendizaje vivencial, son la base del bienestar social que actualmente está severamente afectado.
En su libro Inteligencia emocional, Daniel Goleman (1995) define la inteligencia emocional como “la capacidad de reconocer nuestros propios sentimientos y los de los demás, de motivarnos y de manejar adecuadamente las relaciones con los demás”. Asimismo, “resiliencia” implica la capacidad para la autorreflexión e identificación de las propias emociones con la finalidad de regularlas de forma apropiada. En ese sentido, opina que la inteligencia emocional es más importante que el coeficiente intelectual del individuo.
Si las emociones son clave en la vida, definitivamente en el Perú no estamos tomando en cuenta esta premisa, debido a que -según lo plantea Goleman-, “el cerebro emocional responde a un acontecimiento más rápido que el cerebro racional”.
Es necesario que el Estado peruano y la sociedad se preocupen en desarrollar estrategias para la formación de la “inteligencia emocional” de las personas sin distinción alguna, con la finalidad de que los individuos desarrollen “resiliencia”, es decir adaptación a situaciones adversas o frustrantes, para que logren un equilibrio emocional y sean personas que puedan aportar al desarrollo de la sociedad.