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Blog de Ciencias Sociales y Sociología | Ssociólogos

El trabajo de cuidados | Reseña del libro de Borderías, Carrasco y Torns

febrero 12, 2015

Encontré hace un tiempo este libro tan interesante. Ya he concluido mi tesis doctoral pero, como investigadora social, me animé a su lectura y quedé encantada del alcance de este tema como objeto de investigación.

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Como digo, el trabajo de cuidados cada vez se observa más, y me resulta curioso que se siga haciendo desde perspectivas feministas. Así es como empezó a estudiarse y, hasta ahora, no ha sido abordado desde ninguna otra perspectiva. El pensamiento feminista le dio una visibilidad que no tenía y además criticó que el marxismo nunca hubiera entrado en su estudio. Estas autoras feministas le dieron su lugar, afirmando que sin el tiempo que dedicaban las mujeres a estas labores de forma gratuita el sistema capitalista no se sostendría. Hay autoras (Borderías, 2009)[1] que incluso piensan que al movimiento obrero le interesaba considerar las tareas del hogar como femeninas pues se deshacían de competencia laboral.

Este libro es de gran ayuda para entender la situación actual del trabajo doméstico no remunerado o como lo llaman las autoras, ‘de cuidados’. Es una recopilación de publicaciones anteriores y al no haber un cuerpo teórico claro sobre este tema, el libro es una buena herramienta para un conocimiento profundo de la literatura existente. Sin embargo, lo que realmente me ha llamado la atención son las reflexiones que se hacen sobre este concepto desde diversos puntos de vista.

En primer lugar voy a aclarar porque lo llaman ‘trabajo de cuidados’. No existe un acuerdo entre los científicos sociales de cómo se debe llamar a este tipo de trabajos, desde mi punto de vista la elección del término ‘cuidados’ revela lo que las autoras quieren trasmitir. Pues denota un esmero para logar el bienestar y el funcionamiento de algo. No son las únicas que lo utilizan pero sin duda refleja su posición respecto a este tema.

Me ha resultado también interesante leer como explican que la forma en que se estructura y organiza el trabajo doméstico hoy en día es fruto de las particularidades del sistema capitalista y de la irrupción de este en la humanidad. Bien, pues si es así, resulta que la división sexual del trabajo no es universal en el espacio y en el tiempo y por tanto pierde valor la naturalización del trabajo femenino de cuidados. Y entiendo que el trabajo de cuidados es una construcción social que ha sufrido una desvalorización mercantil y una vinculación a lo femenino.

Hablan con mucha exactitud del ‘impacto de la industrialización’ (19), la familia deja de ser productiva para tener otra función: la de cuidar a los ‘ganadores de pan’ que pasan a depender totalmente del trabajo doméstico, pues ellos solo llevan el dinero con el que se comparará el sustento y los demás servicios.  Esta situación necesitaba de un sostén ideológico y se llegó a la naturalización femenina de los cuidados. Produciéndose un cambio en el modelo de división del trabajo y en la identidad de género (21).

Hablan además de un conflicto antiguo que ha resurgido en la actualidad: si las amas de casa deben o no tener un salario. Por un lado las que están a favor de esta opción dicen que sería un trabajo más valorado socialmente y las mujeres serían más independientes. Por otro lado, sin embargo, nos encontramos con pensadoras que opinan que esto significaría un encierro para las mujeres a las que, en muchos casos, les resultaría muy difícil salir el ámbito del hogar. Es un tema complejo, sin embargo, no me cabe duda que darle valor monetario le daría más valor social. Creo que una solución podría ser que no fueran solo las mujeres las amas de casa remuneradas y que el varón asumiera esta corresponsabilidad, que por cierto es un concepto muy moderno pues en épocas anteriores lo que se intentaba era que la mujer saliera de casa para incorporarse al mercado laboral. Que el varón realizara trabajos domésticos no remunerados ni se contemplaba (24).

Estas autoras aportan, además, unos datos que me parecen curiosísimos. Con la industrialización las horas de trabajo doméstico aumentaron debido a este cambio cultural de los cuidados (sobre todo de los más pequeños de la familia). A partir de ese momento gracias a los adelantos tecnológicos se podía, por ejemplo, lavar la ropa con más frecuencia y mayor eficacia. Esto contrasta con la sensación de comodidad que dan los electrodomésticos.

Inciden en la poca importancia que tiene el estudio del trabajo doméstico,  aparte de la Sociología y en su vertiente feminista no hay disciplinas que se dediquen de manera seria a este asunto. Además afirman con apoyo de otros autores (29) que la comunidad científica rechazó su estudio. Afirman que a la Sociología le cuesta integrarla en su cuerpo teórico y la ciencia económica simplemente lo margina, teniéndose que constituir la ‘Economía Feminista’ para poder estudiarlo.

Al igual que el marxismo fue muy criticado por su estar ‘ciego al género’ en la actualidad se critica al Estado de Bienestar por esta misma razón. Las autoras piden de manera clara y directa que el cuidado cotidiano de las personas sea una responsabilidad del Estado del Bienestar, es decir se institucionalice, e introducen un término que ya va siendo muy conocido, el ‘social care’ (42). Su crítica les lleva a asegurar que los actuales Estados de Bienestar se resisten a esto pues este empleo en el sector de cuidados queda en manos de mujeres inmigrantes con pésimas condiciones laborales. Otra vez nos encontramos con que el sistema económico está por encima de lo social.

Las autoras reflejan la presión que viven las mujeres al encontrarse en medio de dos mundos artificialmente separados: el hogar y lo laboral. El sistema capitalista necesita de esta falsa diferenciación para proseguir con su funcionamiento, pues sin el trabajo de cuidados sin remuneración no podría llevarse a cabo el trabajo de mercado (51). Una de las ideas que aportan para visibilizar esta dependencia es el medición los trabajos de cuidados. Algunas autoras piden un cálculo económico, valorándolo monetariamente de forma macroeconómica (por ejemplo en Cuentas Satélite de Producción Doméstica). Piensan que es la mejor manera de demostrar su valor, hablando el mismo idioma que el capitalismo.

Los primeros intentos de medir el trabajo doméstico no remunerado se dieron a principios del siglo XX. Solo conozco dos formas de medición, a través del tiempo que se invierte con las Encuestas de Uso del Tiempo y calculando su precio en el mercado laboral con las Cuentas Satélite de Producción Doméstica. Pero quiero resaltar que existen otras dimensiones que no son fáciles de captar en ninguna de las dos formas apuntadas (aunque me consta que se están haciendo esfuerzos por desarrollar la metodología adecuada). Me refiero a si, por ejemplo, se ha realizado en las condiciones adecuadas en cuanto a sosiego, materiales, percepción de satisfacción, si se está sobre cargado de ese trabajo… En este sentido me identifico con la definición que hacen las autoras de ‘tiempo vivido’ (64) queriendo ir más allá de un simple recuento de minutos o de coste monetario.

En conclusión, este tipo de trabajos me parece tan importante para la humanidad que creo que debería ser estudiado en todas sus dimensiones por varias disciplinas académicas. Además quiero aportar una reflexión que me surgió al estar realizando mi tesis: una parte importante del trabajo de cuidado es el que se hace a personas que no son dependientes si no a adultos dentro de la familia que quedan ‘exentos’ de estos trabajos.

Quiero acabar con la última reflexión de las autoras que dicen que la enorme complejidad de este asunto ha hecho necesario la publicación de este libro y que el debate sigue abierto.

[1] “El papel de las instituciones en la segmentación sexual del mercado de trabajo en España (1836-1936)”, Revista de Trabajo, Nueva Época, ano 4, 6: 15-36.

Bibliografía

Carrasco, C.; Borderías, C.; Torns, T. (eds) (2011): El trabajo de cuidados. Historia, teoría y políticas. Los libros de la Catarata. Madrid.

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