
¿Qué posibilidad hay de que los valores sean información cuántica? Comencemos por decir que tradicionalmente la física y la axiología –excepto por la investigación de Harmant (1959) que busca acercarse a la matemática– pertenecen a espacios diametralmente opuestos. La física se enmarca en las ciencias naturales, la axiología en las ciencias sociales. Intento pensar que los valores tienen relación con los procesos de la cuántica porque un valor no es nada más que pura información, contenido que se comparte a través de redes que se construyen en el mundo de la vida cotidiana.
Pero antes de tratar siquiera intentar responder a la extraña pregunta inicial debemos tentativamente entender qué son los valores. Hernández (2017a), dice que tradicionalmente son considerados por las corrientes objetivista y subjetivista como características contenidas en los objetos o como particularidades que otorga quien hace la valoración. Otros dicen que son ideas que comparten características objetivas y también subjetivas.
El valor
Los valores sin acompañante no son nada, para que tengan sentido hay que contextualizarlos en un sistema cognitivo que comúnmente es compartido entre un grupo de individuos. ¿Dónde se encuentran los valores, con qué se comen, se pueden ver, tocar, comprar? La historia nos enseña que los valores se clasifican tradicionalmente en dos espacios el económico y el filosófico. Este mismo esquema se refleja en las dos corrientes axiológicas más difundidas, la objetivista y la subjetivista. Los objetivistas –Scheler (1928/2000), Marx (1867/2010), Durkheim (1986), por citar a algunos– dicen que los valores se encuentran principalmente en la materialidad de las cosas. En el lado opuesto, los subjetivistas –Meignon (2006), Kant (2002), Rusell (1970) entre otros– aseguran que esto es imposible, que los objetos no tienen ningún valor porque la persona es quien les confiere esta propiedad. Luego, hay quienes piensan –por ejemplo Frondizi (2010)– que lo más adecuado es considerar ambas posturas, pensar que tienen ciertas particularidades naturales (materiales) y al mismo tiempo otras otorgadas (inmateriales).
Precisamente en estas corrientes descansa el origen de la cuestión planteada al inicio. Pensar que los valores son ideas que guardan vínculos con la física descarta la existencia del paradigma objetivista y prioriza el unísono subjetivista. La persona se convierte en generadora de información con la posibilidad de modificarla según su percepción. En esta línea, los valores son originalmente unidades de información que se modifican –desarrollan– en el contexto de la vida cotidiana.
La física y los valores
Desde Einstein (1954) hasta Vedral (2010) los que se dedican al estudio de la física coinciden en que los hechos más sencillos son binarios, es de noche o de día, se está en un sitio o se está en otro. Según los físicos este tipo de hechos contienen un bit de información una unidad que puede ser 1 o 0. Creemos que lo más habitual es considerar que la información tiene esta categorización si es de procedencia digital. Nos cuesta creer que el resto, información biológica, síquica o física pueda organizarse de esta forma especialmente cuando los hechos son síquicos. Nuestro objeto, los valores, reside en los pensamientos síquicos. En su etapa básica no son nada, deben unirse a un contexto que les de sentido y les permita construir una idea, cuando esto sucede esa idea hospeda un bit de información que da opción a estar en contra o a favor –si/no, on/off–.

En la figura 1, se observa el pensamiento binario del que hablamos –para el caso se trata del tema aborto– contiene dos posibilidades una positiva y otra negativa. En el ejemplo, vemos que cada resolución contiene un grupo de valores, de igual forma ésta se justifica a través de uno o varios argumentos que comúnmente se convierten en acciones. Estas acciones se realizan con el soporte de los valores iniciales. Toda acción proyecta en su realización los valores del pensamiento binario inicial.
El mundo cotidiano se organiza desde la interacción. Este proceso sucede en distintos entornos en los que participan un grupo de la misma especie y un sistema cognitivo compartido por los integrantes. La relación entre los participantes del grupo crea redes de información, este tejido invisible permite el intercambio de mensajes que contienen principalmente valores. La superposición, característica de la física cuántica, es una particularidad que también está presente en los valores: subjetivamente un valor está siempre en superposición con otros, en la sique del individuo. Además la percepción de un valor X está en superposición con otras percepciones –del mismo valor X– en el contexto intersubjetivo. Lo que altera y subjetiviza la percepción es heterogéneo, puede tener su origen en la historia de vida, la política, el contexto histórico, la cultura, entre muchas otras causas. La variedad que se concentra en los espacios intersubjetivos nos hace pensar que el pensamiento binario se constituye por miles de percepciones valóricas.
Se presentan riesgos y dudas cuando se intentan relacionar los valores con el ámbito de la física. Puede resultar incoherente decir que pensamientos binarios que se originan en la mente son semejantes a los hechos binarios de la física. Sin embargo la posibilidad de conectar los valores con la física proviene de observarlos como información mental pura. Esto confiere total protagonismo a la sique del individuo y provoca un fenómeno extraordinario que nos permite observar que la información no es estática, esta en constante evolución y cobra vida a través de las acciones que realizamos. La mente tiene la capacidad de construir y deconstruir al mismo tiempo, cuando esto sucede la información síquica es menos efímera.
Los valores son el eje de la conducta humana, el eje de la vida. Más que pensarlos como cualidades de objetos fundamentadas en opiniones –algunas podrán ser más coherentes y otras más irracionales– debemos reflexionarlos casi como la voluntad de nuestros actos, como la esencia de nuestro carácter, como la parte central de nuestras decisiones. No como esas causas que nos enseñan en asignaturas de civismo, o como cuestiones morales y éticas. Sí, también es verdad que pueden serlo, pero lejos de ser esos asuntos que encantan a las buenas costumbres o, a instituciones clásicas como la familia, la política y la religión, los valores merecen ser vistos como la macroestructura interior y exterior del ser humano, es decir como aquello que nos predispone a hacer algo y como las motivaciones externas que estimulan la acción.
Suscribir lo anterior no representa que los valores estén escritos en el código genético. La biología se ha encargado de situar a la genética en investigaciones de vanguardia. Watson (2007) o, a Wilson (2014) investigan la preponderancia de los genes en la estructura del ser humano y las consecuencias sociales que según ellos tienen éstos inevitablemente en la vida cotidiana. Algunos coincidirán con ellos y otros pensarán que los genes no determinan conductas y aptitudes, esto dice Fuentes (2013) quien asegura que no existe una definición genética de lo que conocemos como raza, sostiene que en el contexto biológico es imposible diferenciar a genes que pertenecen a personas que tradicionalmente clasificaríamos en distintas razas, no hay categorización en todo el espectro humano que permita la agrupación racial. Según Fuentes, la raza es una realidad social que no está respaldada por la biología. En consecuencia las desigualdades económicas, políticas y sociales tienen su origen en estos mismos términos.
Es chocante creer que nuestra conducta, preferencias, deseos y logros están de alguna forma prescritos, pensamos que es fácil incomodarse con la idea de que nuestro futuro está dicho porque esto nos resta control y autonomía, por eso nos negamos a considerar esa posibilidad. En los tiempos actuales aceptar las teorías de Wilson o Watson, es casi como ir contra los avances tecnológicos y la apertura de pensamiento. Acoger sus ideas sería aceptar las condiciones que el contexto nos da sin querer cambiar nada. Admitir la existencia de barreras biológicas que nos predisponen contradice el discurso de las películas de Hollywood, de instituciones políticas y de muchas marcas y productos, tendríamos que olvidarnos y dejar de lado el tan popular Yes we can, de Obama, o el Just do it, de Nike. Aceptar que somos lo que somos y que no podemos cambiarlo no sólo es ir en contra de nuestra naturaleza de supervivencia, es un gran obstáculo para los sistemas económicos capitalistas democráticos.
Sin duda hay valores primarios que acompañan necesidades básicas y que probablemente se adscriben a nuestro código genético, estos son los que tienen que ver con: alimento, cobijo y reproducción. Pero la mayoría de nosotros vivimos en mundos modernos, espacios donde las necesidades básicas se satisfacen de forma civilizada, en estos ambientes el dinero es el mediador por excelencia, valor final para muchos, justificación de todo. El mundo social que habitamos es un espacio de interacción y de intercambio. En estos ambientes los pensamientos binarios, acompañados de valores, circulan y se organizan a través de redes que forman estructuras de información.
Los pensamientos binarios y sus valores están contenidos en todas las acciones que hacemos, son los argumentos, los intereses, las excusas y los porqués de la conducta humana, inscritos en cada cosa que se hace por insignificante que parezca, concatenados aleatoriamente, presentes en cada acción.
Cada día los valores se viven a través de cada decisión. Tu día y el mío se construyen por decenas de resoluciones, una semana tal vez por cientos y un año quizá por miles. El caso es que constantemente vivimos los valores. En la madurez de nuestra vida, si echamos la vista atrás podremos observar nuestras decisiones y comprender por qué estamos donde estamos y qué hemos hecho para llegar hasta allí. Nuestra vida se guía por valores y el camino de nuestras acciones deja rastro de ellos.
Sobre la adhesión de valores en las personas
Un valor como idea se fortalece y se debilita en función de su popularidad. Muchos han hablado sobre esto Dupreel (1939), Villoro (2006), Perelman (2006), Durkheim (1986), entre otros. La explicación de Dupreel nos parece la más extendida y sencilla. Aborda cuestiones como consistencia, inconsistencia y precariedad del valor. Según este autor un valor puede ser consistente, inconsistente y tal vez hasta precario, todo al mismo tiempo. En esta línea el contexto, la subjetividad y la intersubjetividad son los grandes espacios por los que transitan los valores y los que le confieren su estado. Os suena familiar aquella frase que dice: la unión hace la fuerza. A priori, podríamos o deberíamos considerarla uno de los principios del valor.
Un valor cobra fuerza y mayor sentido cuando más personas lo comparten, pero esto no es tan simple. La complejidad descansa en el hecho de que todos tenemos una manera de observar los sucesos distinta, esta percepción subjetiva complica y al mismo tiempo enriquece el significado de los valores. Hernández (2017b) introduce una propuesta que trata de explicar cómo trabaja el proceso de adhesión de valores de los mensajes masivos a los usuarios finales, expone su planteamiento a través de un constructo al que llama Eje de Conversión Axiológica (ECA). Nos dice que todo comienza con las partes retóricas del discurso, justamente con la primera de ellas, la intellectio, es en esta donde quien hace el discurso debe considerar los contenidos cognitivos que comparte con el auditorio –el público al que dirige el mensaje– entre estos argumentos sitúa a los valores como los más importantes porque son el origen del mensaje y se localizan en su estructura profunda. Asegura que la persona es el centro de todo el proceso, un actor que convive en dos espacios: el intersubjetivo, que comparte con los otros y el subjetivo, un lugar personal donde sólo tiene cabida la autor reflexión. Una persona coge valores de la intersubjetividad y se apropia de ellos en su mundo subjetivo, es ahí donde decide si los acepta o rechaza. También nos dice que estos valores se intercambian y modifican precisamente en los ambientes intersubjetivos, la interacción es el proceso que permite el intercambio.

Dupréel, E. (1939). Esquisse d’une philosophie des valeurs. París: Félix Alcan.
Durkheim, É. (1986). Las reglas del método sociológico. México: Fondo de Cultura Económica.
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Fuentes, A. (2013). Evolutionary perspectives and transdisciplinary intersections. A roadmap to generative areas of overlap in discussing the human nature. Theology and Science V.11 (2). 106-129. DOI: http://dx.doi.org/10.1080/14746700.2013.780430
Frondizi, R. (2010). ¿Qué son los valores? Introducción a la axiología. México: Fondo de Cultura Económica.
Hartman, R. (1959). La estructura del valor. Fundamentos de la axiología científica. México: Fondo de Cultura Económica.
Hernández, J.L. (2017a). El factor persuasivo en la comunicación audiovisual. Barcelona: Universitat Oberta de Catalunya.
Hernández, J.L. (2017b). Axiological relationships between audio-visual political and commercial messages in Spain from 2008 to 2015. Catalan Journal of Communication & Cultural Studies V.9 (1). 105-126. DOI: http://doi.org/10.1386/cjcs.9.1.105_1
Kant, I. (2002). Critica de la razón pura. Madrid: Tecnos.
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Russell, B. (1970). Los problemas de la filosofía. Barcelona: Nueva Colección Labor.
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