Según los datos proporcionados por el último barómetro de mayo del CIS, en ciertos sectores sociales de la población española aún pesa la herencia social del “cabeza de familia”, figura masculina que refleja las profundas desigualdades de género en el acceso al mercado de trabajo, en las desigualdades de ingresos, de puestos laborales y en la temporalidad, que afecta sobre todo a las mujeres.
Los datos del barómetro CIS de mayo de este año, marcado por la recuperación económica, revelan una disparidad significativa entre hombres y mujeres que se declaran “cabeza de familia”. El gráfico 1 muestra que “La persona entrevistada y otra”, que se reparten equitativamente las cargas económicas de la familia, no alcanzan el 15%. Aproximadamente un 56% de las mujeres manifiestan que en su hogar es otra persona “el/la cabeza de familia”, mientras que más del 65% de hombres declara serlo.
Al parecer, prima facie, el CIS envejece. En la muestra queda muy bien representada la población con una edad media de 50 años, y predominantemente casada (en ambos sexos más de un 50% de las personas declaran ser casados), por lo que la figura del cabeza de familia se entiende bien en la familia nuclear española conformada tradicionalmente en estas cohortes generacionales. La primera conclusión es obvia: en el barómetro de mayo hay un sesgo generacional: un 66% de la muestra está compuesta por personas mayores de 42 años, frente a un 23,2% de jóvenes entre 18 y 35 años. De modo que al estar muy poco representada la juventud española, no se puede determinar con claridad cuál es el comportamiento socioeconómico de sus hogares, pero lo que sí se puede concluir es que, en la muestra, hay una brecha importante entre hombres y mujeres que declaran ser “cabezas de familia”, cuestión que vemos corroborada con la desigualdad de ingresos, como ilustra el gráfico 2, donde un 22,79% de mujeres, frente al 8,417% de hombres, informan que no reciben ingresos de ningún tipo.
Asimismo, en el gráfico 3 observamos el dato de “Trabajo doméstico no remunerado” que ningún hombre declaró ejercer, mientras que un 13,11% de mujeres sí manifestó realizar.
Discusión
¿Por qué debemos dejar de hablar de “cabezas de familia”? Esta idea, bien recogida por el sociólogo conservador Talcott Parsons, alude a la autoridad familiar, en virtud de la responsabilidad del sustento económico del hogar, que históricamente ha conferido todo el reconocimiento social en la figura del hombre. Una de las consecuencias más inmediatas es el desplazamiento de la mujer y de los hijos a sujetos de dependencia y subordinación. Por debajo del cabeza de familia se encuentran otras funciones tan relevantes como las tareas domésticas y de cuidado que han sido históricamente asignadas, y consideradas ínsitas, a las mujeres, en total ausencia de reconocimiento social. Por lo tanto, el concepto de cabeza de familia significa jerarquizar las funciones socialmente atribuidas a los hombres (el sustento económico) por encima de las funciones socialmente asignadas a las mujeres (trabajo doméstico, afectividades y cuidados) característico de la familia patriarcal. De este modo, mujeres e hijos, en la familia tradicional, quedan representados en las partes más bajas del cuerpo social, definidos por la minoría de edad y las necesidades materiales.
Y precisamente, el problema del concepto de cabeza de familia radica en que las jerarquías producidas en el seno de las antiguas familias están transitando paulatinamente hacia la idea de las corresponsabilidades y el trato democrático. La idea de cabeza de familia también afecta a la figura de los menores de edad. Según la Convención Internacional sobre los derechos del Niño de las Naciones Unidas, los niños/as no se definen por sus condiciones materiales y afectivas, sino por ser sujeto de derechos.
Romper, pues, con esas categorías es un paso importante y necesario para reflejar adecuadamente el cambio de los modelos familiares en España, que numerosas investigaciones han demostrado que las generaciones del baby boom y del baby bust, precisamente en esas generaciones infrarrepresentadas en este barómetro, están construyendo familias democráticas y plurales, en el que la noción de “cabeza de familia” ya no se sostiene (por ejemplo, véase Laquer, 1998; y el informe FOESSA, 2014). En este sentido, el CIS, como entidad pública, debe asumir la responsabilidad de adecuar aquellas categorías analíticas que no están explicando los cambios sociales de los últimos cuarenta años, y que solo favorecen a reproducir viejas narrativas.
Referencias
LAQUER, Lluís (1998) El destino de la familia. Barcelona: Ariel.
Castro, M., Teresa., Seiz, P, Marta (2014): La transformación de las familias en España desde una perspectiva socio-demográfica. Disponible en: http://www.foessa2014.es/informe/uploaded/documentos_trabajo/13112014045006_7884.pdf